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Imagen de padre Jesús Blázquez oficiando una misaSeminario Redemptoris Mater de Medellín

El Debate de las Ideas

Jesús Blázquez: el rumor del bosque

Jesús formó parte de ese rumor casi inaudible, el de tantos sacerdotes que, si bien con sus cosas y sus pecados, contribuyen de buena voluntad a la realización del plan divino

El padre Jesús Blázquez, nacido en San Martín del Pimpollar en 1943, fue un cura sin parroquia durante toda su vida consagrada. La culpa la tuvo Kiko Argüello, a quien conoció siendo aún seminarista, en las chabolas de Palomeras Altas del barrio de Vallecas. Mediaban los años sesenta y Jesús, fascinado por lo que había visto y oído en el poblado chabolista, tomó la determinación de acompañar en adelante a aquel pintor un poco tronado, que se daba un aire al Che Guevara con su guerrera verde y al que la palabra de Dios le quemaba en la boca.

Blázquez perteneció varios años al equipo primordial de catequistas e inició el Camino en Andalucía, sin el cual –forzoso es reconocerlo– habría en este mundo un puñado menos de andaluces. Y esto me afecta personalmente, porque de no ser por las comunidades neocatecumenales, por la palabra que Kiko trasmitió a Jesús, que Jesús trasmitió a Ángel y Ana, y que Ángel y Ana transmitieron a mis padres; de no ser, digo, por ese carisma, por esa barbarie según el Evangelio que empuja a las familias a abrirse a la vida hasta el desgarro, ni yo, ni otros tantos como yo, habríamos visto la luz del día. Y en otro lugar quizá no, pero en esta tierra la luz del día es algo digno de ver, algo que casi se basta para compensar el hecho de haber nacido.

Luego, en 1980, Jesús Blázquez es enviado a catequizar Colombia. La idea, concebida un poco a tontas y a locas, como por otra parte es marca de la casa, hubo de agradar a la Providencia, y lo que se inicia precariamente, primero en el barrio bogotano de Minuto de Dios y después en un cuartucho en una parroquia de Medellín, acaba dando frutos abundantes. Además de los miles de comunidades, compuestas por decenas de miles de hermanos, Colombia es hoy, cuarenta años después de aquel alocado impulso, una fuente de vocaciones a la vida consagrada.

Jesús Blázquez muere en 2021 a causa de la pandemia. En su mensaje de pésame, Kiko Argüello escribió: «Bendecimos a Dios por este gran apóstol, que se ha gastado y desgastado por el anuncio del Evangelio». Su cuerpo reposa en la Sierra de Gredos, en su pueblo natal. Para despedirlo y agradecer la labor que Dios había realizado a través de él, acudieron muchos hermanos, algunos venidos de puntos muy distantes. Cada uno de ellos echó un puñado de tierra sobre la tumba. Su entierro fue triste porque era un hombre. Su entierro fue alegre porque era un cristiano.

A propósito de la repercusión mediática que sigue a cada escándalo del clero, el Papa Francisco dijo en una ocasión: «Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece». Jesús formó parte de ese rumor casi inaudible, el de tantos sacerdotes que, si bien con sus cosas y sus pecados, contribuyen de buena voluntad a la realización del plan divino. Y no debe ser fácil, sobre todo a la hora de discernir una voluntad de Dios que, en sus momentos más oscuros, velada aún, puede llegar a parecer razonable, pero que, en cuanto se clarifica o se manifiesta con rotundidad, tiende a resultar descabellada. Para seguirla hace falta cierta necedad, y en ese sentido Jesús Blázquez fue un gran necio.

Parte de sus últimos años los dedicó a visitar una serie de conventos de nuestro país, pues muchas de aquellas vocaciones colombianas son hoy religiosas en monasterios de Osuna, Badajoz o Talavera de la Reina. Antaño importábamos oro, cacao… ahora importamos monjas, y estoy tentado de llamarlo progreso. En contra de una sociedad descreída que solo admira a la Iglesia en lo que pueda tener de ONG, Blázquez siempre defendió el escándalo de la vida contemplativa como el verdadero pulmón de la Iglesia.

A su muerte, las hermanas carmelitas quisieron hacerle un homenaje, un relicario de palabras. Lo tengo sobre la mesa. Son diez folios plegados y dos grapas. En la primera cuartilla se ve a Jesús, sonriente y vestido con clériman blanco. Sobre la fotografía, el título: Palabras del P. Jesús Blázquez en sus visitas a los monasterios. Así, hoy propongo la lectura de alguien que no escribió, un ágrafo cuyas palabras, igual que las de Aquel, nos llegan a través de quienes le oyeron y amaron.

  • La gente tiene la esperanza puesta en vosotras, porque permanecéis, porque estáis, no por la respuesta que dais, sino sencillamente porque estáis.

  • Recordad: ¡Paciencia! Tened paciencia con vosotras mismas.

  • Siempre, cuando estaba en la puerta, al despedirse nos decía: Sed buenas, si podéis.

  • ¿Cuándo tendrás la certeza de que el paso es firme? ¡Cuando lo des! ¡Sólo cuando lo des!

  • ¿Dónde está el conflicto? En que penséis que a partir de ese momento ya todo va ir bien. ¡No! Va a ir igual, pero con un sello diferente… la adhesión a la alianza.

  • No sólo hay que ser cristiano sino también parecerlo.

  • Tú te vas, y te vas a ir a obedecer y eso te va a hacer feliz.

  • Si Dios te llama, así te escondas debajo de las piedras irá por ti. ¿Que tienes novio? ¡Se deja! ¿Que tienes un buen trabajo? ¡Se deja y ya está!

  • Nosotros, algunos, pronto partiremos de acá, por ley de naturaleza, ¿no? Kiko ¿cuánto va a vivir? ¿Va a ser eterno? Pero, atención porque, ¿cómo se trasmite un carisma? ¿Por libros? ¿Por mamotretos? ¿O por tradición? ¡Por tradición!

  • Cuando pidáis vocaciones, si no creéis no pidáis. ¡El que no crea que no pida!

  • La vida contemplativa, según la Exhortación Apostólica Vita Consecrata del Papa san Juan Pablo II, dice que es constitutiva de la vida de la Iglesia. Constitutiva significa que sin ella la Iglesia no está. Eso significa constitutivo. ¿Mi mano es constitutiva? ¡No! Mis pulmones sí, ¿verdad? Mi corazón también, o sea, yo sin mi mano puedo vivir, pero sin corazón no. La vida de la Iglesia sin la contemplación no sirve.

  • *En una ocasión, saludando a las hermanas:

Y tú, ¿cómo estás?

- ¡Bien!

¿Y tú?

- ¡Bien!

… A ti no te pregunto, ¡ya se te ve!