Antonio Ferrera corta oreja a un torazo de 670 kilos

En la corrida de inauguración de la temporada en Madrid, Antonio Ferrera, con su veteranía y su gran oficio, logra cortar un trofeo a un torazo espectacular de 670 kilos. Es el momento más lucido de la tarde. Vuelve a lidiar aquí Cuadri una corrida completa, después de varios años. La presentación es tremenda: toros muy serios, largos, bien armados; cuatro de ellos, castaños, algo menos habitual en esta divisa; salvo el cuarto, todos sacan dificultades, igual que el sobrero de Saltillo. Octavio Chacón y Gómez del Pilar solventan la papeleta.

Hace más de un siglo, al escritor italiano Edmundo de Amicis le sorprendía que la inauguración de la temporada taurina en Madrid se vivía con mucha más pasión que un cambio de ministros. Qué pensaría hoy, cuando casi nadie conoce ni de nombre a la mayoría de los ministros. Y, a algunos de los que conoce su apellido, es mucho peor porque recuerda sus declaraciones disparatadas, sus exabruptos, sus ataques a la cultura española, incluida la Tauromaquia… No hay riesgo de que los cambien.

La Plaza de Toros de Madrid sigue siendo la más importante del mundo, la más exigente, la única que es de verdad Plaza de temporada. Pasaron por ella, el año pasado, unas novecientas mil personas: una cifra que impresiona y demuestra el arraigo de la Fiesta, su vitalidad, pese a quien pese. Lo que aquí se hace tiene siempre importancia.

El extremeño Antonio Ferrera pasó de ser un diestro atlético, de éxito popular, a un lidiador clásico. Torea a los dos con un capote azul. En el primero, que tardea, se lucen con los palos Fernando Sánchez y Ángel Otero. Ferrera recibe un pitonazo en la mano izquierda porque el toro se defiende: la lidia tiene más emoción que brillo. Todo el mérito se pierde porque la espada hace guardia.

El cuarto es un «pavo» de 670 kilos, negro, largo, que hace sonar el estribo del picador (un síntoma de escasa bravura). Se la juegan de verdad Fernando Sánchez y Miguelín Murillo. Ferrera saca a relucir su maestría lidiadora en un trasteo emocionante: sabe lo que hace y también sabe venderlo. Consigue bajarle la mano, con gusto, en algunos muletazos. Mata desprendido pero el toro rueda espectacularmente y el público exige la oreja.

En América recuperó su confianza el gaditano Octavio Chacón, uno de los diestros de mayor oficio. El gran público no siempre aprecia su estilo campero, sobrio, que busca la eficacia lidiadora más que la estética. El segundo, mal picado, flaquea pero es incierto, se cierne por los dos lados. Octavio realiza un trasteo a la antigua, sin llegar a confiarse, y mete la mano con habilidad.

Recibe Chacón al quinto con aceptables lances, pica bien El Bala. Se luce Ferrera en un oportunísimo quite a un banderillero que había perdido pie. El toro protesta y la faena no remonta. Agarra la estocada a la segunda.

El madrileño Gómez del Pilar ha demostrado su arrojo frente a corridas duras, obteniendo triunfos y cornadas. El chiste habitual, entre los aficionados: se llama Noé y, sean como sean los toros, nunca le llega el agua al cuello. Tampoco, esta tarde, a pesar de las dificultades de las reses. El tercero, abierto de pitones, veleto, astifino, luce dos «velas» impresionantes. Con habilidad, el diestro le saca algunos muletazos templados. El toro se apaga: tenía que haber sido una faena más corta, a la antigua. Falla con la espada.

El último parece haberse lastimado en un puyazo bajo. Lo sustituye un sobrero de Saltillo, cárdeno, también de hermosa estampa. Como blandea un poco, el picador levanta la vara y el toro derriba al caballo. Intenta Gómez del Pilar correr la mano pero el toro va a peor; por la izquierda, es muy complicado. Otra vez será.

Todos estamos deseando que remonte la ganadería de Cuadri. Esta tarde, la presentación ha sido tremenda pero los aficionados discuten si ése es o no el tipo de toro de esta ganadería; salvo el cuarto, han dado un juego complicado. Ha contribuido a ello, sin duda, que se ha picado muy mal. En cambio, ha habido pares de banderillas de mérito – no todos. Sólo hemos visto una faena brillante pero contemplar el juego de estos toros ha valido la pena. Han sido toros de verdad, encastados, no los toritos que tantas tardes vemos. Todo lo que se ha hecho a estos toros ha tenido mérito. Incluyo en esto, por supuesto, al sobrero de Saltillo.

A la salida, en el Metro, me dice un aficionado: «Me hubiera gustado ver lo que hacían, con estos toros, las primeras figuras». Es fácil contestarle: «No se haga ilusiones: no los verá anunciarse con toros como éstos».