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Hitler y Göring saludando desde el balcón de la Cancillería del Reich en 1938

Hitler y Göring saludando desde el balcón de la Cancillería del Reich en 1938Bundesarchiv / Wikimedia Commons

Para el Führer: la historia de dos cuadros robados para Hitler que acabaron en el Museo de Pontevedra

Muchos son los casos de piezas históricas robadas que, aprovechando batallas y guerras, son llevadas a una nueva localización. Algunas han sido devueltas, pero no todas corren la misma suerte y destino

Dicen que las guerras son el perfecto reflejo de la naturaleza del ser humano. Cuando ocurre un conflicto, llegan las desgracias; y allí por donde se extienden las balas, se extiende también la crueldad, el dolor y el llanto. Sin embargo, permiten también florecer las más bellas de las historias y los más bellos actos del ser humano. Incluso, a veces, regalan historias curiosas que unen puntos del globo que jamás uno se imaginaría. Este es el caso de esta historia, pero... ¿qué une Polonia con Galicia y tiene como nexo la Segunda Guerra Mundial?

Desde Napoleón hasta Hitler y pasando por Putin; muchos son los casos de piezas históricas robadas que, aprovechando batallas y guerras, son llevadas a una nueva localización. Algunas han sido devueltas, pero no todas corren la misma suerte y destino. Son en estas pequeñas acciones donde se puede observar –por parte de la entidad o particular correspondiente– la nobleza, el amor por el arte y las ganas Afortunadamente esta historia, sí hay un final feliz.

Regalos para Hitler

Los horrores de la Segunda Guerra Mundial marcaron las vidas de los europeos, incluidos los propios alemanes. No todos los países sufrieron las consecuencias por igual y, quizás, los polacos han sido uno de los pueblos que más han sufrido, antes, durante y después de la guerra. Un papel muy relevante fue el de los pactos secretos entre las naciones, en especial, entre la URSS y los nazis, ya que la suerte de Polonia estaba ya echada, incluso antes de la guerra.

Tras la rendición de Varsovia el 27 de septiembre de 1939 y su posterior división entre los alemanes y los comunistas, comenzó un nuevo infierno para los polacos. Asesinados, perseguidos y expoliados, su destino fue cruel y frío. Aquí, en el Castillo de Goluchów, localizado en el Voivodato de Gran Polonia, ocurrió un auténtico atentado contra el arte, la cultura y la historia, ya que fueron 700 piezas, las expoliadas de la Colección Czartoryski.

Castillo de Gołuchów

Castillo de GołuchówDiego Delso

Un príncipe polaco, una colección que se remonta a 1796 y unos cuadros que acabaron en las manos del fundador de Zeltia. Esos son los ingredientes agitados por los nazis y que llevaron a los cuadros protagonistas de esta historia hasta Pontevedra. ¿Cómo acabaron unos cuadros robados en la ciudad gallega? Aunque el Ministerio de Cultura de Polonia aclaró que todavía queda mucho por investigar sobre el periplo de los cuadros hasta acabar en España; la principal hipótesis apunta a los recurrentes robos por parte de los nazis durante las diferentes ocupaciones en la Segunda Guerra Mundial.

El Führer recibiría esos cuadros como regalo, o eso estaba previsto: fueron incluidos en un catálogo de arte incautado por el régimen nazi, donde figuran algunas de las obras que iban a ser obsequiadas al dictador alemán. Se trata de un díptico del s. XV, formado por una Dolorosa y un Ecce homo.

Su autoría se atribuye al pintor holandés Dieric Bouts, de estilo primitivo flamenco. El pintor flamenco estuvo influenciado por Jan van Eyck y por Rogier van der Weyden, de quien se sospecha que fue aprendiz. El díptico fue peritado por la especialista en pintura flamenca y actual directora del Instituto Moll, un Centro de Investigación de Pintura Flamenca radicado en Madrid, Ana María Diéguez Rodríguez y se valoró en alrededor de 23.000 euros, cada una de las dos pinturas, aunque en base al precio que se pagó por la colección de todas las obras de la persona que los adquirió en España.

Su odisea por Europa se desconoce ya que se les perdió la pista hasta 1973, cuando aparecieron en España. No obstante, no se supo su verdadero origen hasta bien entrado el s. XXI cuando Mariusz Wiśniewski, del Departamento de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura y Patrimonio Nacional, se puso en contacto con el Museo de Pontevedra tras una «inspección rutinaria de catálogos y fondos de museos», acción que lleva a cabo la Administración de Polonia con el fin de «seguir la pista de cientos de miles de piezas de arte robadas», que le permitió identificar las obras.

¿Qué recorrido siguieron las obras?

Pese a la dificultad para investigar el trayecto correcto de los cuadros, la teoría más plausible es que las dos obras, pertenecientes a un díptico de La Dolorosa y El Ecce Hommo, saliesen de Varsovia, con el resto de la colección, en 1944. Por mala suerte del destino o caprichos del azar, la mitad de la colección se escondió durante la guerra y acabó en manos del ejército alemán, pero, y por otra virguería del destino, los depositarios del expoliado tesoro eran el príncipe Augustyn Jozef y su mujer María de los Dolores de Borbón-Dos Sicilias, hija del infante don Carlos. Ese destino caprichoso y rocambolesco quiso que ambos personajes acabasen deportados y exiliados en Sevilla.

Desde su exilio, y hasta 1973, nada se supo de los cuadros, cuando el díptico del artista flamenco Bouts apareció en Madrid, más concretamente en el Mercado del Arte. Otra vez la casualidad quiso que fuese un pontevedrés, Fernández López, quien adquirió las obras. Sin saberlo, el museo compró tiempo después las 313 obras de su colección, díptico incluido, en 1994 y allí quedaron en su haber hasta que entró en juego la Administración polaca.

El director del museo en ese momento, José Manuel Rey García, tras conocer todos los hechos, dictaminó que se tenía que «reponer una injusticia histórica». «Ahora es el momento de convertir un problema en un éxito de colaboración entre las instituciones de ambos países», añadió.

Tras el encuentro de ambas delegaciones, y la devolución de los cuadros, estos ya descansan en su lugar original desde hace un año, en el Castillo de Gołuchów, no sin antes haber visitado el Museo Nacional de Poznan y haber disfrutado de la correspondiente ceremonia entre las autoridades de los dos museos.

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