Los toros, un debate a favor o en contra del humanismo de nuestra civilización: «Torear es esculpir en el tiempo»
François Zumbiehl y Andrés Amorós proclaman el valor cultural de la Fiesta en el Pregón Taurino de Sevilla
La corrida de toros del Domingo de Resurrección, en Sevilla, es sin duda alguna la más importante y hermosa de la temporada: todos los diestros desean torearla; los aficionados del mundo entero sueñan con lo que puede pasar, esa tarde, y envidian a los que tienen la fortuna de estar allí. La precede el Pregón Taurino que organiza la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, uno de los actos más solemnes de la vida cultural de la ciudad.
En los últimos años, han pronunciado ese Pregón Taurino, entre otros, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Lord Tristan Garel-Jones, Albert Boadella, Esperanza Aguirre, Rafael Moneo, Arturo Pérez-Reverte, Carlos Herrera, Fernando Savater, Andrés Amorós…
Este año, el XL Pregón Taurino ha tenido lugar a las 12 de la mañana del Domingo de Resurrección, en el Teatro de la Maestranza, en un acto presidido por José Luis Sanz, Alcalde de Sevilla, y Santiago de León y Domecq, Teniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería. Lo ha pronunciado François Zumbiehl, antropólogo cultural, vicepresidente del Observatorio Francés de las Culturas Taurinas. La presentación del Pregonero ha corrido a cargo de Andrés Amorós, escritor y crítico taurino de El Debate.
En su brillante Pregón, François Zumbiehl ha señalado que las polémicas actuales a favor o en contra de la Tauromaquia suponen, en realidad, un debate sobre el humanismo y sobre nuestra civilización, que une sus raíces judeo-cristianas con la herencia del pensamiento greco-latino.
Como coordinador del comité científico responsable del argumentario que consiguió la inscripción de la corrida de toros en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de Francia, ha precisado Zumbiehl que los cinco criterios que exige la Unesco para definir ese Patrimonio se aplican perfectamente a la Tauromaquia: es un arte del espectáculo; un ritual propio de la cultura mediterránea; alienta un abanico de técnicas artesanales; es fuente de expresiones orales; mantiene usos relacionados con la naturaleza y el universo... En definitiva, la Fiesta de los toros es la última gran fiesta ritual que queda hoy, en el mundo.
En contra de lo que algunos propugnan, un elemento cultural – sea el cubismo, el toreo o la zarzuela – no puede ser sometido a ninguna votación o referéndum. Los criterios de la Unesco están hechos precisamente para proteger los patrimonios inmateriales universales y la diversidad de las expresiones culturales. No tiene sentido que, en nombre del animalismo, se pretenda mandar de una vez al matadero al conjunto del encaste bravo.
Como apasionado por la Fiesta, ha afirmado François Zumbiehl que no se puede sentir afición a los toros sin amar en su carne a España, al conjunto de su cultura y, por supuesto, a Sevilla: «para nosotros, la tierra prometida». De modo muy especial, ha recordado el Pregonero las enseñanzas que recibió, en Sevilla, del muy sabio Pepe Luis Vázquez, al que llamaron «el Sócrates de San Bernardo».
Ha defendido también François Zumbiehl que el público de toros nunca se limita a ser un simple espectador: en la Maestranza, de modo muy especial, se produce una misteriosa compenetración entre el diestro y el público. Y ha cerrado su Pregón, recibido con una gran ovación, con esta hermosa definición: «Torear es esculpir en el tiempo».
Andrés Amorós, por su parte, ha subrayado que, además de sus méritos personales, la designación como Pregonero de Zumbiehl es un justo reconocimiento a lo que supone hoy Francia, para los toros: en muchos aspectos, un modelo que debemos imitar; sobre todo, por la inteligente defensa de sus tradiciones y por el papel activo que se les reconoce allí a los aficionados.
Torear es esculpir en el tiempo
No es nada nueva la pasión por Sevilla que han sentido muchos franceses, tanto pintores (Delacroix, Manet) como escritores: Gautier, Dumas, Merimée, Jean Cau, Montherlant… Escribió este último que «los enemigos de la Fiesta quieren apartarnos de toda la tradición nacional, hacernos creer que somos unos retrasados». No podía imaginar que eso es justamente lo que iba a hacer, años después, un inculto Ministro de Cultura español.
Ha denunciado Amorós los disparates a los que llega hoy un supuesto animalismo: el filósofo australiano Peter Singer dictamina que los animales son buenos por naturaleza y los seres humanos, irremediablemente malos. Por ello, propone que nadie tenga más hijos, para que la malvada especie humana desaparezca de la faz de la tierra y los benditos animales puedan vivir felizmente en un planeta idílico.
Mientras presenciaba las corridas, Juan Belmonte solía canturrear, por lo bajo, una copla: «Siempre te estoy esperando / y nunca vienes / a horita cierta». Esta tarde –ha concluido Amorós– no iremos a la Plaza a ver torturar a un animal, como pretende algún indocumentado, sino a esperar esa llegada del arte que, según Keats, nos dará «una alegría para siempre».
Cuando murió, en Francia, Antonio Machado, encontraron en su bolsillo un papelito, su último verso: «Estos días azules y este sol de la infancia». Ese sol de la belleza y la emoción es el que nos ilumina a todos, en la Plaza de los Toros sevillana.