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Ilustración: diccionario con anglicismos y prestamosPaula Andrade

Los anglicismos ridículos que destapan la pedantería moderna y atacan al español, la lengua más rica del mundo

Un «coach», por ejemplo, puede ser un profesor, un instructor, un entrenador o también un consejero o un tutor. La pérdida es enorme porque todo queda reducido a otra onomatopeya sin las importantes diferencias entre unos y otros

Decir ese es mi «crush» es decir que «ese» es su (de quien sea) amor platónico. Es la nueva pedantería que amenaza con quedarse por encima del simple lenguaje. La RAE se ha hartado siempre de decir que el idioma se hace, que está vivo, pero en su hacer y en su vitalidad existe el peligro, no solo de la vulgarización, sino de la jactancia peligrosa. La cualidad del pedante es la afectación, la presunción. Antes a un sabiondo se le detectaba fácilmente entre la medio normalidad, pero ahora se corre el riesgo de no distinguirle y dejarle que se extienda sin límites en una sociedad ampulosa en su lenguaje por defecto.

Se acabó 'El banquete' de Platón

La pedantería anglicista corre cada vez más rápido. De determinados sectores, como el bancario o el consultor, el económico en general, un mundo globalizado, además, por la terminología anglosajona, se ha extendido este modo de hablar a las comunes relaciones sociales, potenciada esta jerga también por los vocablos extranjeros de la moda, la universalización de las redes sociales, Instagram, TikTok... La riqueza de la lengua española echada a perder por el «crush», una onomatopeya, en vez de salvada por el «amor platónico», la expresión que remite a El banquete del filósofo griego.

Si se empieza así (y ya se empezó hace tiempo) casi todo está perdido. Se prefiere la inmediatez, la rapidez, incluso al expresarse, el golpe, que la poesía, el verso o la etimología que extiende el saber. En «crush» todo acaba sin que nadie se pregunte nada. Pero tras el amor platónico hay millones de historias, saberes y reminiscencias. La gente, las empresas, los proyectos, utilizan el «crowdfunding» para financiarse en vez de recurrir a la «financiación colectiva». Alguien que le habla a uno de que otro u otra es su «crush» y que está tratando de sacar adelante sus ideas por «crowdfunding» es sospechoso de pedantería moderna o está definitivamente absorbido por los anglicismos ridículos, teniendo a su alcance una lengua superior, en cuanto a número y profundidad de palabras, como el español.

Don Fernando Lázaro Carreter debe de retorcerse en su tumba cada vez que le llegan ecos de «random», una de esas palabras por la que Edvard Munch pintó 'El Grito'

Un hombre o una mujer acude a una clínica estética para hacerse un «contouring» y no un «perfilado facial». Es más rápido (y más incomprensible, por lo que no es tan rápido pues hay que explicarlo) decir «contouring» que «perfilado facial». Y también más feo. El asunto se complica en la terminología más directa, que es por donde penetra sin apenas notarse, el anglicismo ridículo. Ya casi no existe el profesor, el instructor o el entrenador, sino el «coach». El «coach» puede ser un profesor, un instructor, un entrenador o también un consejero o un tutor. La pérdida es enorme porque todo queda reducido a otra onomatopeya sin las importantes diferencias entre unos y otros.

No es lo mismo un consejero que un profesor. Son dos dedicaciones completamente diferentes, y sin embargo la pedantería moderna, que es casi lo contrario al engolamiento antiguo que tendía al exceso y no a la carencia, las unifica en un empobrecimiento lingüístico monumental que apenas se siente, simplemente se incorpora, mientras muy a lo lejos, cada vez que sucede, llora un bebé. Un bebé tiene que llorar cada vez que alguien en España dice que va a hacer el «check-in» en el aeropuerto y no la facturación de su equipaje. No solamente llora un bebé sino que debe de retorcerse en su tumba don Fernando Lázaro Carreter cada vez que le llegan ecos de «random», una de esas palabras por la que Edvard Munch pintó El Grito.

«Remix», «sketch» o «test», castellano antiguo

Y además se usa mal. «Random» significa aleatorio o casual, pero se utiliza para referirse a algo cutre o extraño. Es la re-reinvención del lenguaje. Lo mismo sucede con multitud de términos. No solamente el anglicismo ridículo aparece y se queda como una especie invasora, sino que muta para provocar la confusión definitiva. Son los anglicismos agresivos. Una invasión que viene de lejos, aunque parezca de ahora. Por ejemplo el «remix» es casi ya castellano antiguo, como «sketch» o «test». Las calles están llenas de «runners» y no de corredores. Un repertorio (qué bonita palabra, «repertorio», como «corredor») de canciones ahora es una «setlist». Antes se iba a los billares y ahora a las «scape room», a las que más de un viejo billarista no iría jamás.

Un patinador es un «skater» y un discurso es un «speech». Ahora ya no se destripan las películas, sino que se hace «spoiler». Qué cosas tan feas se hacen ahora. Las palabras antiestéticas, onomatopéyicas y vacías van ocupando el lugar que antes ocupaban ( y aún resisten en sus cada vez más exclusivos círculos) bellezas como «jacarandosa» o «francachela», «diletante», «piélago» o «pizpireta»; «arrebol», «beldad», «gentileza», «querencia» o «melancolía»: las palabras llenas de la «delicadeza», del «encanto» y de la «graciosidad» de las que se desprende el ser humano español, ignorante e inconsciente del desastre.