El extraordinario espectáculo de los toros bravos
David de Miranda corta dos orejas y José Garrido, una, en una magnífica corrida de Santiago Domecq
Una tarde de toros inolvidable por el juego extraordinario de los toros de Santiago Domecq: bien presentados, bravos, encastados, nobles. Es la alegría de ver toros bravos, que ofrecen un espectáculo único. Se pide con fuerza el indulto de quinto: no lo concede el Presidente, con acierto, pero debió haberle dado la vuelta al ruedo; también la mereció alguno de sus hermanos.
Estar al nivel de estos toros extraordinarios es muy difícil, casi imposible; sobre todo, si los diestros no son primeras figuras. Esta tarde, David de Miranda corta dos trofeos a ese toro quinto y José Garrido, uno, al primero. Echo de menos que, en la salida a hombros, acompañara a David de Miranda el mayoral de la ganadería.
Por muchos toros que uno haya visto, siempre se sigue sorprendiendo: a veces, por el milagro inefable del arte, lo que nos mueve siempre a acudir a una Plaza; con cierta frecuencia, por los tejemanejes del negocio taurino. Comienza esta tarde en la Maestranza la serie continuada de corridas de la Feria de Abril con un encierro de Santiago Domecq: dentro de este encaste, absolutamente mayoritario hoy en día, es la divisa que está lidiando reses más bravas, que propician triunfos y reciben premios. Sin embargo, la terna de diestros no rebasa lo que podemos llamar clase media. Si hubieran pedido –por no decir, exigido– estas reses las primeras figuras, pongamos Morante y Roca Rey, ¿se las habría negado el empresario? Es totalmente inverosímil. Si se hubieran lidiado el Domingo de Resurrección, el espectáculo habría sido muchísimo mejor y el público habría salido de la Plaza muchísimo más feliz. ¿Por qué no se hizo así? Misterios…
El extremeño José Garrido ha cumplido ya la treintena. Tomó la alternativa en esta misma Plaza hace ya nueve años. Su mayor éxito lo obtuvo en Bilbao, una mañana lluviosa, al encerrarse con seis novillos. Es un buen profesional, torea con gusto a la verónica y maneja bien la espada. Recibe a porta gayola al primero, bravo, noble y exigente. El trasteo es sobrio, mandón, emocionante. Destacan los derechazos de mano baja y uno de pecho, solemne. La estocada, de efecto rápido, pone en sus manos el trofeo.
El cuarto acude al caballo desde lejísimos, galopando: un espectáculo extraordinario, que levanta justamente un clamor. Garrido se muestra firme, decidido, pero los muletazos tienen un trazo rápido. No redondea la faena, quizá por un defecto en la visión de la res. No mata bien.
La misma edad que Garrido tiene el onubense David de Miranda, que superó un grave percance. Sorprendió la tarde de su confirmación de alternativa al abrir la Puerta Grande de Las Ventas con un toreo de valor, basado en la quietud vertical (no es ése el mejor camino para dominar a los toros encastados). El segundo es pronto, embiste con fuerza, repite incansable: para mí, merece ya la vuelta al ruedo, aunque el público todavía no lo advierte. Gusta mucho el comienzo de la faena de muleta, con una rodilla en tierra, pero el trasteo es desigual, queda por debajo del gran toro y mata mal.
El quinto, el de la polémica, se llama «Tabarro»: en español, significa ‘tábano’ (en italiano, ‘tabardo’: es el título de una preciosa ópera de Puccini). Es pronto, alegre, muy noble, va a más. Cuando David torea clásico, el toro responde de maravilla; es una máquina de embestir. Al final , el diestro cita de frente, con los pies juntos, para unos naturales y la bondad del toro levanta un clamor. El público ha advertido ya la calidad del toro y comienza a pedir el indulto. Lo niega el Presidente y acierta porque el toro se raja, después de tantos muletazos. Pincha David antes de la estocada pero la gente exige y el Presidente concede las orejas. No entiendo por qué no se da la vuelta al ruedo a este toro.
Leo Valadez, de Aguascalientes, formado en la Escuela madrileña del Juli, ha logrado ya éxitos en varias Plazas españolas importantes, con un toreo vistoso, espectacular, pero sabiendo bien lo que hace. Ahora mismo, es uno de los diestros mexicanos que mejor cartel tiene en España pero le cuesta, esta tarde, entrar en Sevilla. Brinda al Juli el tercero, que galopa con alegría. Logra algunos muletazos vibrantes pero la necesaria conjunción no se produce. Sufre una voltereta por perderle la cara al toro: con un toro encastado, es un error grave, que se paga. Mata de un feo bajonazo y pasa a la enfermería, porque ha sufrido un varetazo y una paliza.
En el sexto, también noble, quita por vistosas zapopinas. Esta vez, el público entra más en su faena: como es lógico, el bravo toro responde mejor cuando torea clásico que cuando recurre a efectismos. No mata bien.
Sale a hombros David de Miranda. Debió acompañarle el mayoral de Santiago Domecq. Hemos vivido la alegría y la emoción de unos toros verdaderamente encastados. Lo recordaremos.
Vuelvo a mi pregunta inicial: ¿por qué no se han apuntado las primeras figuras a unos toros tan bravos? Quizá por eso mismo: porque son muy bravos. Así se sienten más cómodos. Pero se equivocan.
FICHA
- SEVILLA, martes 9 de abril. Buena entrada. Toros de Santiago Domecq, bien presentados, de extraordinaria bravura y nobleza.
- JOSÉ GARRIDO, de palo de rosa y oro, buena estocada (oreja). En el cuarto, dos pinchazos y estocada desprendida (aviso, silencio).
- DAVID DE MIRANDA, de sangre de toro y oro, estocada y 7 descabellos (aviso, saludos). En el quinto, pinchazo y estocada (aviso, dos orejas). Sale a hombros.
- LEO VALADEZ, de celeste y oro, bajonazo y 3 descabellos (aviso, silencio). En el sexto, pinchazo hondo y descabello (ovación de despedida).