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Ralph Waldo Emerson, Marcel Proust y Charles Baudelaire

Diez frases de grandes escritores extremadamente crueles con otros grandes escritores

Para Oscar Wilde los únicos artistas encantadores eran los malos artistas. Algo que dice mucho sobre las abundantes y enconadas rivalidades entre muchos de ellos

Pablo Neruda dijo que todos los poetas son buenos, incluidos los malos. Umberto Eco dijo algo parecido, pero más trabajado: «Todos los poetas escriben mala poesía. Los malos poetas la publican, los buenos poetas la queman». Se tiene al escocés William McGonagall por el peor poeta de todo los tiempos, un pobre hombre con ínfulas (y se cree que con síndrome de Asperger) inasequible a las mofas, al que el público acudía a escuchar sus recitales solo para reírse.

Un gran poeta, un poeta verdaderamente grande, es la menos poética de todas las criaturasOscar Wilde

Casi como un consuelo para McGonagall, Cioran escribió que solo los malos poetas son libres. Quizá la reflexión palmaria la hizo Oscar Wilde: «Los únicos artistas encantadores que conozco son malos artistas. Los buenos sólo existen en lo que hacen y, en consecuencia, carecen por completo de interés como personas. Un gran poeta, un poeta verdaderamente grande, es la menos poética de todas las criaturas. Pero los poetas de poca monta son absolutamente fascinantes. Cuanto peores son sus rimas, más pintoresco es su aspecto. El simple hecho de haber publicado un libro de sonetos de segunda categoría hace a un hombre absolutamente irresistible. Vive la poesía que es incapaz de escribir. Los otros escriben la poesía que no se atreven a poner por obra».

Para Wilde los únicos artistas encantadores eran los malos artistas. Algo que dice mucho sobre las abundantes y enconadas rivalidades entre ellos. Si un poeta no hace sombra a otro, si es malo, en realidad es bueno para este. Y al contrario. Para buena parte de los escritores a lo largo del tiempo los malos escritores eran buenos y los buenos eran malos. Una cuestión de egos incurables con salvedades de reconocimientos impepinables en más de un caso.

'Hamlet', «bárbaro y vulgar»

Algunas de estas relaciones han quedado escritas para siempre como ejemplo de lo anterior. Frases cruelísimas entre los más grandes. Frases salvajes, auténticos disparos, espadazos, hachazos, cuchilladas sin piedad que muestran con toda claridad lo buenos que eran aquellos escritores atacados por aquellos otros escritores atacantes. Voltaire dijo que Hamlet, de William Shakespeare, era una obra «bárbara y vulgar». Lord Byron dijo que el bardo no tenía imaginación a pesar de la fuente de metáforas. Del gran Henry James. T.S. Eliot dijo que «Tenía una mente tan perfecta que ninguna idea podía profanarla».

Kingsley Amis, el padre de Martin, dijo que Tolkien era «repulsivo». Baudelaire dijo de George Sand que era «estúpida como una vaca». La ferocidad sube el volumen cuando Lord Byron dijo de John Keats: «Despelléjenle vivo. Si no lo hacen ustedes no me quedará más remedio que desollarle yo mismo. No hay forma de soportar la idiotez y necedad de ese maniquí». Un poco más suave, por decir algo, era lo que pensaba Huidobro de Neruda: «Escribe una poesía fácil, bobalicona, al alcance de cualquier plumífero. Es la poesía especial para todas las tontas de América».

Duelo entre Proust y Lorrain

Borges, fustigador de colegas con saña, recibió de su propia medicina por parte de Anderson Imbert: «Sus libritos, engendrados sin sangre y sin fuerza en sus entrañas mal alimentadas, van apareciendo año tras año, pero muertos». Jean Lorrain fue un poeta y cruel crítico literario que gustaba de destruir las obras de sus contemporáneos, entre ellas la de Marcel Proust. A Los placeres y los días la calificó de «pestilente» y, no contento con el análisis, pasó al ataque personal, acusando al autor de En busca del tiempo perdido de homosexual y amante del hijo de Alphonse Daudet. El asunto llegó tan lejos que ambos se retaron a un duelo a muerte cuyos disparos los dos fallaron: ni Proust ni Lorrain tenían la misma puntería con la pistola que con la pluma.

Pío Baroja la tomó con Flaubert, aunque el francés, por suerte. ya no podía batirse. El de San Sebastián dijo de él que era «un animal de pata pesada». Invectivas de talento herido usadas como flechas, como plumas lanzadas o mucho más allá, como auténticas bombas de racimo como la que le soltó Ralph Waldo Emerson sobre la obra de Jane Austen: «Me parecen vulgares tonterías, estériles en imaginación artística, prisioneras de las despreciables convenciones de la sociedad inglesa, carentes de genio, talento y conocimiento del mundo. El único problema en la mente de la escritora es llegar al matrimonio. El suicidio es más respetable».