Cuando Occidente temió el simbólico fin de su mundo
Primavera de 2019. París. «I love Paris in the Springtime» escribió Cole Porter y cantaron Ella Fitzgerald, Doris Day o Frank Sinatra. En ese tiempo, hace hoy cinco años, ardieron los cielos no solo para la ciudad de los artistas del XIX sino para Occidente entero gracias a la televisión. Fue como si el mundo estuviera asomado a su balcón con vistas a la catedral más famosa para contemplar un hecho luctuoso e incierto.
Las noticias anunciaban una posible destrucción completa del lugar donde vivió el jorobado de Victor Hugo, y con esa incertidumbre, con la amenaza visible, las llamas reflejaban el espíritu lloroso y humeante de los espectadores. No se sabe qué provocó la catástrofe con exactitud. Se descartó el atentado y se apostó por el descuido humano: el fallo eléctrico, la chispa, un cigarrillo mal apagado.
Eran poco más de las seis de la tarde y había misa. La alarma de incendios sonó, pero no se vio nada. Se creyó que era una falsa alarma, pero en realidad fue como el choque fatal del Titanic contra el iceberg. La catedral se evacuó tras el aviso, sin las señales del fuego que ya murmuraban sibilinas entre las indefensas maderas nobilísimas del tejado.
Dicen que un operario no guio de la mejor manera a los bomberos y las llamas aprovecharon ese tiempo precioso para ellas y fatal para la suerte de Nuestra Señora de París. La madera vieja del tejado ardió sin remedio durante horas (10) interminables y se temió por el derrumbe absoluto. La madera, incluso quemada, es de gran resistencia, más si se trata de anchas vigas como las de Notre Dame.
Todos los vecinos de Paris, que eran todos los vecinos del mundo, vieron como la aguja se vino abajo junto con el tejado. La catedral estaba en un proceso de renovación y algunos elementos, como las estatuas de cobre de los 12 apóstoles que rodeaban la aguja, incluidos los tetramorfos escultóricos, habían sido retirados y pudieron salvarse.
En realidad, a pesar de la tragedia real y aparente, cuantitativamente los daños fueron mucho menores de los que parecían posibles. Un porcentaje pequeño (y no por ello menor) del histórico edificio fue dañado, aparte de las afectaciones colaterales. Los grandes bienes de Notre Dame, como las vidrieras y las reliquias de la Túnica de San Luis o la Corona de espinas permanecieron intactos.
En la televisión algunos expertos anunciaron que el fuego acabaría alcanzando y debilitando las torres y provocando el derrumbe completo de la catedral. El tremendismo y el sensacionalismo televisivo al que el monumento universal, cuya primera piedra pusieron el Papa Alejandro III y el obispo de París y fundador Mauricio de Sully, resistió como las curiosas e invencibles cruces de las pequeñas iglesias en ruinas.
Pese a las largas horas de incendio, estas no fueron suficientes para causar los daños mayores que algunos preveían. Extinguido el fuego empezó a hablarse de la restauración. El primer y delicado problema fue apartar el amasijo de hierros que formaban el andamiaje de la renovación que estaba en marcha. Fueron necesarios casi dos años para limpiar todos los escombros e iniciar la reconstrucción.
Los proyectos se sucedieron casi con la misma profusión que los millones prometidos por grandes corporaciones, personas e instituciones. Enseguida hubo dinero suficiente (procedente de Walt Disney, BNP o LVMH, entre otros) para empezar los trabajos. La contaminación por plomo supuso un nuevo retraso. Entonces comenzó la sucesión de proyectos modernistas que causaron un gran revuelo.
Le Figaro y La Tribune de l’Art publicaron la petición de un centenar de intelectuales y personalidades de la cultura. Laicos y ateos pidieron que se conservara «la expresión de la sacralidad artística medieval», y que se tratase de reconstruir la catedral según fue concebida en el siglo XII. Polémicas que no han cesado como una de las últimas del presidente Macron y su empeño de sustituir las vidrieras originales, que serían expuestas en el museo de la institución.
Diciembre de 2024 sigue siendo la fecha prevista para la reapertura. El pasado 6 de diciembre se recuperó la cruz que se encontraba ubicada en la cima de la aguja. Además, se ha vuelto a colocar el mítico gallo, uno nuevo diseñado por Philippe Villeneuve, arquitecto jefe de monumentos históricos de Francia, ya que el original se deterioró por completo por el fuego.
El siguiente paso va a ser recubrir la aguja con el polémico y original plomo. Dicen que los próximos Juegos Olímpicos ya verán reconocible la silueta característica de Notre Dame, pero los arquitectos estiman que volver al punto de partida puede llevar incluso cincuenta años. Un medio siglo que en el XXI podrían ser casi en equivalencia los dos siglos que tardó en construirse desde 1.163, sin que nunca haya acabado de terminarse física y artísticamente en el ejemplo vivo de su eternidad.
La historia de un país en las piedras de una catedral
«Las catedrales son testigos mudos de la historia, guardan en sus muros los secretos de un pasado glorioso», reflexiona Victor Hugo en su famosa obra Nuestra Señora de París donde plasma su preocupación por las demoliciones de edificios y fachadas de la época medieval e intenta convencer a los parisinos de proteger el patrimonio artístico gótico de su ciudad. En sus páginas, el escritor francés crea una historia de romances desdichados que tienen como escenario la majestuosa catedral de Notre Dame (Nuestra Señora) haciéndola, también, protagonista de su novela por ser un símbolo, no solo de la arquitectura gótica, sino también de la historia de París.
En sus más de 800 años, esta catedral ha sobrevivido firme a una convulsa historia que amenazó muchas veces su supervivencia. Consciente de ello, Victor Hugo diría que «la arquitectura es el gran libro de la humanidad, el principal medio de la expresión del hombre en diversos modos de cada época».
Su construcción en la pequeña isla de la Cité se debe al obispo Maurice de Sully, quien consideró que se debía levantar un templo acorde al estilo de la época: la luz, el color y la verticalidad se convierten en los signos más identificativos. Respaldado por el Rey Luis VII, por los nobles y por numerosas corporaciones profesionales, la primera piedra se colocó en 1163 con la presencia del Papa Alejandro III.
Dedicada a la Virgen María, este proyecto gigantesco de construcción duraría casi dos siglos: a lo largo de su historia sufriría varias remodelaciones y ampliaciones, al igual que destrucciones. Hacia el 1200 la nave central del templo estaría completada: fue una obra maestra de ingeniería gótica de la época. Con ello, comenzó la construcción de las torres de 69 metros de alto cada una y de los tres principales rosetones que datan del siglo XIII, momento de mayor esplendor del gótico. Las obras se prolongarían hasta 1345 cuando se pudo contemplar finalizada.
Sus paredes fueron testigos de la devastadora Peste Negra, que acabó con la mitad de la población de París; de la guerra de los Cien Años que enfrentó a los reyes de Francia e Inglaterra por la corona gala, convirtiéndose en el conflicto militar más largo que ha conocido Europa. En aquellos años, la primera coronación que acogería la catedral fue la de un monarca inglés, Enrique VI, en 1431. Pero los problemas no dejaron de llegar, apenas Francia consiguió reunificarse en un único reino en 1562 comenzaron las guerras de religión entre católicos y hugonotes. Estos últimos provocaron daños a las esculturas del exterior bajo la acusación de idolatría, mientras que los monarcas católicos modificaron vidrieras y eliminaron tumbas en aras de la modernización.
Otro intento de modernización fue la Revolución Francesa, que resultó ser destructor trayendo consigo la desacralización de los templos y con ello Notre Dame fue convertida en un almacén de comida. Muchas estatuas fueron decapitadas y algunas campanas, fundidas: «La belleza de una catedral no radica en sus adornos, sino en su esencia misma de ser un lugar sagrado», indicó Victor Hugo en su obra y Napoleón, consciente de ello, quiso recuperar ese carácter sagrado para otorgárselo también a su propia figura y escogió la catedral para coronarse emperador de Francia, el 2 de diciembre de 1804. Un momento histórico que Jacques-Louis David se encargaría de inmortalizar en un famoso cuadro en el que Bonaparte aparece sosteniendo la corona antes de colocársela sobre su cabeza.
«En el corazón de una catedral late la fe de un pueblo, su esperanza y su amor por lo divino», reflexionaría Victor Hugo en Nuestra Señora de París, con la cual conseguiría frenar la decadencia del templo y concienciar a los franceses recuperando sus raíces: en 1846 las obras de restauración comenzaron. Dirigidas por Eugene Viollet le Duc, quien, con la ayuda de otro arquitecto, Lassus, restaura y reconstruye una parte de la decoración esculpida gracias a los documentos antiguos y a documentos gráficos de las catedrales hermanas de Chartres, Reims o Amiens. No obstante, los trabajos tuvieron que frenarse al producirse un incendio durante la revuelta de la Comuna de París en 1871. Notre-Dame sobreviviría al gran conflicto del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial. El 26 de agosto de 1944 se celebraría una gran misa Te deum por la liberación de París de los nazis.
Breve cronología de la catedral más famosa del mundo
- Su edificación comenzó en el año 1163 y, para 1260, ya estaba completada en su mayor parte, aunque se terminó en el año 1345 y se modificó de manera frecuente a lo largo de los siglos.
- En 1182 el coro prestaba servicios religiosos.
- Al inicio del siglo xiii arrancan las obras de la fachada oeste con sus dos torres. Los brazos del transepto (de orientación norte-sur) fueron edificados de 1250 a 1267.
- En 1429 tuvo lugar la coronación de Enrique IV de Inglaterra durante la guerra de los Cien Años.
- Tras la Revolución Francesa, Notre Dame fue desacralizada, sufrió el robo y la profanación muchos de sus bienes e imaginería. Tras ser empleada como almacén, en 1802, Napoleón Bonaparte devolvió su uso a la Iglesia, y dos años después se coronó en ella como emperador de Francia.
- El 30 de enero de 1853, se casan en la catedral Napoleón III con Eugenia de Montijo
- En 1871 fue incendiada durante los enfrentamientos de la Comuna de París. Detalle del incendio de la aguja antes de derrumbarse
- En 1909, fue beatificada Juana de Arco.
- En 1931,Antonieta Rivas Mercado se suicidó disparándose en el corazón, frente a la imagen de Jesucristo crucificado.
- En 2017 hubo un intento de atentado, cometido por un terrorista del ISIS, que fue rápidamente frustrado por la policía.
Especial realizado por:
Redacción: Mario de las Heras, Sarah Jane Durwin y Ricardo Franco. Diseño: David Díaz.