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Crónica deAndrés AmorósSevilla

El sopor de los toros sosos

Sólo Emilio de Justo corta una oreja en una floja y deslucida corrida de Garcigrande

Emilio de Justo, con el segundo toro de su loteEFE

El lunes, la corrida de Domingo Hernández fue un petardo: toros sin fuerza ni casta, que muy pronto se venían abajo. Nada raro, en un cartel de primeras figuras. Tampoco sorprende que, en medio de ese desierto, hubiera un toro que «se dejara» (¡horrible palabro actual!). Ese toro obediente, bondadoso, propició el triunfo de Juan Ortega, que pudo torearlo muy despacio. Con eso basta para que los toreros sigan apuntándose a este tipo de toros.

En esta gran Feria de Abril, al día siguiente de la corrida de Domingo Hernández se lidia la de Garcigrande: aunque sean dos divisas diferentes, proceden de la misma familia ganadera. Apenas vi los carteles, me pareció imprudente: si la primera tarde salía mal, volver al día siguiente con esos toros era arriesgado. Así ha sucedido. Vamos este martes a la Maestranza preguntándonos si los toros saldrán como casi todos los de la tarde anterior o como el último, el único que se salvó, tan bondadoso –decían los revisteros– como una Hermanita de la Caridad…

Muy pronto se resuelve la duda: estos toros de Garcigrande salen como los de ayer. Es decir, sosos, blandos, deslucidos. Como tantas tardes, la suerte de varas apenas existe: un desastre. Sólo repite algo el quinto. Y ni siquiera sale un toro tan bondadoso como el último de ayer.

Cayetano está ya en la etapa final de su carrera. Aprendió el oficio de torear tarde y eso ha limitado su técnica. El primero es muy noble pero flaquea. No le pican nada. Al tercer muletazo por alto está en el suelo. Se rebrinca un poco, por flojo, y se acobarda. El trasteo de Cayetano no remonta.

Lo único lucido, la estocada, con salto, como suele, casi a topacarnero. Escucho una frase popular: «¡Vámonos, que nos vamos!». Lo peor es que mi vecino lo ha podido repetir varias veces, esta tarde.

El cuarto también flojea y protesta. No se acopla Cayetano y surgen pitos. Se lo quita de encima con facilidad. No hay más que decir.

Emilio de Justo, con la muleta ante su primer toro de la tardeEFE

Emilio de Justo es un buen torero clásico, sufrió un terrible percance, que pudo dejarle inválido. Con gran esfuerzo, ha ido remontando las secuelas, cierta inevitable rigidez en el cuello. El segundo sale flaqueando, surgen protestas, pero logra afianzarlo con la muleta. En la faena destacan naturales clásicos, de categoría, y cierra las series con grandes pases de pecho. Cruzando bien, deja una estocada una pizca desprendida. (Importa más la forma correcta de ejecutar la suerte que un pequeño fallo en la colocación de la espada): justa oreja.

El quinto muestra cierta casta, repite. Emilio se pone en el sitio, liga series de derechazos con emoción (es el único toro de la tarde que ha permitido ligar). Por la izquierda, va peor. La estocada queda muy trasera.

Me encantó Ginés Marín la tarde que debutó con picadores, en Olivenza, hace ya años: es fácil, tiene cabeza, domina todas las suertes. Lo comparé ya entonces con la línea de Paco Camino, nada menos. Ha triunfado en Madrid y en todas las Ferias pero no acaba de dar el paso definitivo para afianzarse como primera figura. ¿Por qué? Quizá por su carácter o porque no acaba de definir su estilo clásico.

Ginés Marín da un pase de pecho a su segundo toro de este martes en la MaestranzaEFE

El tercero embiste dormido, sin celo, justo de fuerza, con una sosería desesperante. Ginés muestra su fácil maestría pero la emoción es imposible. Mata de estocada corta de rápido efecto.

El sexto sale muy suelto, mansea, con clara querencia a tablas. La lidia es mala: ante todo, habría que fijarlo, no dejarle ir a su aire. Es un toro para pelearse con él, poderle y matarle, sin más; para lidiarlo, no para empeñarse en darle pases lucidos. Pero eso, ahora, como cantaba María Dolores Pradera, «no se estila». Ginés Marín le saca algunos muletazos estéticos, al final, después de otros muchos, prescindibles, y algunos sustos. También mata fácil. No ha estado mal pero creo que tiene condiciones para estar mejor, si tuviera más claro lo que debe hacer.

Desplante de Ginés Marín al primero de su loteEFE

He recordado un artículo del filólogo Amado Alonso, en el que señalaba una curiosa familia de adjetivos españoles, todos de dos sílabas y con el sonido «-o» repetido: tonto, bobo, loco, chocho, zonzo, soso… Esto último es lo que no puede ser jamás un toro: saldrá más o menos bravo o manso, pero ha de tener trapío, fuerza y casta. Buscando el toro suave, dócil, obediente, cómodo, manejable, que «se deja» (repito: horrible palabro), desvirtuamos por completo lo que debe ser un toro. Por muy bella que sea la Maestranza, los toros sosos y flojos conducen inevitablemente al sopor.

POSTDATA. En el centro del barrio de Santa Cruz, visito un hermoso palacio, la Casa Fabiola, llamada así porque allí nació el cardenal Wiseman, autor de esa famosa novela histórica. Además de una preciosa exposición de algo tan sevillano como los mantones de Manila de Juan Foronda, alberga los fondos de la estupenda colección Bellver de pintura costumbrista sevillana del XIX y el XX. Varias de esas pinturas tienen tema taurino: la salida para la Plaza; la boda del torero; la bordadora arregla el capote de paseo; la muerte de Carmen, a la puerta de la Maestranza… Me llama la atención una escena humorística: un alguacilillo, en el centro del ruedo, intenta evitar la lluvia de cosas que le tiran los espectadores. Su título: «Prohibido arrojar animales muertos». No sabemos qué desastre taurino provocó tal enfado pero está claro que el carácter español se ha suavizado mucho. Gracias a eso, ahora, en los mítines, algunos políticos solamente escuchan frases indignadas.

FICHA

  • SEVILLA. Martes 16 de abril. Tres cuartos de entrada. Toros de Garcigrande, nobles, flojos y sosos.
  • CAYETANO, de rioja y oro, estocada con salto (silencio). En el cuarto, estocada (silencio).
  • EMILIO DE JUSTO, de negro y oro, buena estocada (oreja). En el quinto, estocada trasera (saludos).
  • GINÉS MARÍN, de gris y blanco, estocada corta (saludos). En el sexto, estocada (vuelta al ruedo).