El primer superventas de Stephen King
Las historias de superación personal salpicadas con algo de suerte nos gustan, y no podemos dejar de sentir en ellas una cierta esperanza reflejo basada en aquello de «si él pudo, quién sabe si yo…»
Cuando se habla de esos pocos escritores que no solo pueden vivir de escribir, sino que se han hecho multimillonarios a base de escribir, uno no puede sino pensar en cómo fueron sus inicios, porque sus inicios fueron los de cualquier hijo de vecino. Las historias de superación personal salpicadas con algo de suerte nos gustan, y no podemos dejar de sentir en ellas una cierta esperanza reflejo basada en aquello de «si él pudo, quién sabe si yo…».
Precariedad
En el caso de Stephen King, sus inicios fueron peor que los de cualquier hijo de vecino. La precariedad le acompañó desde su infancia y se extendió hasta el matrimonio y su propia familia. Trabajó en el tinte de una fábrica textil, en una lavandería y en el Dunkin' Donuts antes de «mejorar» su situación financiera como profesor de secundaria de una pequeña localidad. A su mujer no le fue mucho mejor, y debían mantener a dos niños.
Carrie, su primera novela publicada (1974), vino a cambiar su suerte, no tanto por la edición trade, por la que le dieron 2.500 $ de anticipo, como por la venta de los derechos de la novela a bolsillo, por la que le dieron 100.000 $.
Sin embargo, su primer superventas fue muy anterior y data de 1961, cuando con solo catorce años –en el organismo bien inoculado el virus de la escritura que se había manifestado desde los seis–, decidió hacer un libro a partir de El péndulo de la muerte, la película de terror con guion del gran Richard Matheson, quien tanto influiría en los escritores norteamericanos contemporáneos –incluido el propio King desde ese mismo momento–, así como en el imaginario colectivo lectores y espectadores de todo el mundo que vieron configuradas sus pesadillas a partir de sus creaciones.
Jovencísimo editor
El joven King imprimió la obra en el sótano de su casa, donde a expensas de su hermano ya imprimían juntos un periódico casero y disponía de todo lo necesario para su publicación. Escribió en dos días la historia de ocho páginas, más portada, bajo el sello editorial inventado de «A V.I.B. BOOK» (A Very Important Book).
Cuenta el escritor en sus memorias, que puso cada ejemplar a 25 centavos para poder sacar un rendimiento económico de cuarenta centavos con tan solo vender diez: «Lo suficiente para financiar otro viaje educativo al Ritz [el cine local]. Si vendía dos más podría comprarme una bolsa grande de palomitas y una Coca-Cola».
La reprimenda de los snobs
Se llevó al colegio la tirada completa de cuarenta ejemplares, y para la hora de comer apenas quedaban cuatro por vender. El primer éxito editorial de King llegó a la dirección del centro, y fue llamado a filas para llamarle la atención por convertir el colegio en un mercado. Tuvo que devolver todo el dinero fruto de la venta del libro y aguantar el rapapolvo de la señorita Hisler por desperdiciar su talento escribiendo «basura»: «Tú escribes bien. ¿Por qué desaprovechas tus facultades?
La reprimenda de la profesora habría de repetirse a partir de entonces en boca de todos aquellos snobs culturales que detestan la literatura que, además de ofrecer un tema interesante, entretienen al lector de principio a fin –como si la literatura, toda la literatura, no entretuviera de una u otra manera–. Lo de tener que devolver el dinero, eso no volvería a ocurrir.