El Debate de las Ideas
Pensar la condición humana
Una sociedad que reduce el sentido a la inmediatez de lo útil deja poco espacio para el ejercicio de estos saberes
¿Por qué estudiar el grado de Humanidades? En una entrevista reciente, el filósofo americano Michael Sandel afirmaba: «me resisto a la tendencia de ver la tecnología como una fuerza autónoma que no podemos controlar.» Los adelantos tecnológicos colonizan cada vez más el espacio de lo humano para dejar su sitio a la inteligencia artificial, la digitalización y los retos que estos avances presentan. Ante esto, cabría pensar que llegará un momento en el que la tecnología y sus avances sustituyan lo humano. De hecho, existen corrientes de pensamiento que postulan la conversión del hombre y la aparición del posthumano; por no referirnos al sueño del mejoramiento de la especie que proponen los transhumanistas. Por tanto, hoy como ayer sigue siendo acuciante la pregunta qué es el hombre, qué nos hace verdaderamente humanos.
Ahora bien, como muy bien dice Esquirol en su obra, Humano, más humano (Acantilado, 2021) no se trata como pensaba Nietzsche de ir más allá de lo humano, «sino intensificar lo humano, profundizar en lo más humano: ahí está lo más valioso». Vivimos en un tiempo donde el norte está desdibujado o difuminado y, como se narra en la obra de M. Ende La historia interminable, la nada avanza. Por eso, atravesar el desierto o el mar de la existencia requiere de herramientas y habilidades que no se nos dan sólo a través de los recursos que la técnica proporciona. Ésta permite dominar el mundo, pero no comprenderlo. De este modo, hay que cultivar el deseo de mirar más a dentro para poder comprender en qué consiste nuestra condición.
Hannah Arendt afirma que «cualquier cosa que toca o entra en mantenido contacto con la vida humana asume de inmediato el carácter de condición de la existencia humana (…) no importan lo que hagan, son siempre seres condicionados.» ¿Cuáles son esos condicionamientos? En primer lugar, nuestra condición carnal, es decir, nuestra condición de vivientes sometidos al espacio y al tiempo. El ser humano se experimenta a sí mismo sometido al tiempo, es decir, al nacer y al morir. La vida humana es aquello que transcurre entre estos dos acontecimientos que enmarcan y determinan la vida, entendida como la manifestación de un ser a través de sus actos condicionados por lo no elegible. El ser humano se descubre a sí mismo en acción en el acontecer de su existir mediante el cual es capaz de asombrarse de su propia condición, hasta advertir, como dice Esquirol «la herida de la vida», que se convierte en fuente inagotable de preguntas.
¿Cómo responder ante las preguntas que nacen de esta herida? El segundo condicionante de lo humano es su condición relacional porque el yo no nace a la intemperie, sino que se descubre junto con otros mientras bucea en sí mismo en la dramaticidad de su existir. Los otros marcan el camino, determinan las fronteras y proporcionan las herramientas necesarias para caminar. Esta condición carnal no se reduce a la materia, sino que la acción humana es capaz de trascenderla en una compañía que, mediante el lenguaje transcienden el tiempo. ¿Cómo? Narrando a través de lugares quienes somos como parte de una historia mayor que nos ata en el tiempo y en el espacio: una casa, un linaje. Y, en segundo lugar, asumiendo en primera persona a través del ejercicio de la libertad su condición de individuo que tiene sobre sí su propio destino. Este segundo condicionamiento manifiesta una dimensión de lo humano: la libertad que nace de su condición racional. En la carne descubrimos la herida propia de nuestra condición y en la relación con los demás se hace patente la dramaticidad del vivir en tanto que decisión.
De este modo, surge un tercer condicionante: la necesidad de sentido. Esta necesidad se satisface mediante el ejercicio de la palabra, signo de la racionalidad. Así, el hombre expresa mediante el lenguaje quién es, o ¿no nos habla de nuestra condición una canción, una sinfonía, una poesía o un cuadro u cualquiera otra manifestación? En ellas observamos la condición humana en las distintas formas narrativas que acercan al hombre hacía lo más profundo de sí mismo. El ser humano domina el mundo a través de la ciencia y a la tecnología. Pero ese dominio resultaría estéril si un sentido, es decir, sin la comprensión adecuada de la verdadera condición humana y sus límites. ¿Cómo? Mediante el estudio de aquellas disciplinas que han custodiado su ser: las humanidades. Por tanto, el estudio de las disciplinas humanísticas es vital para el proceso de comprensión del mundo a través del conocimiento de las manifestaciones de las acciones humanas en la historia; o de las formas de narración o la belleza de la música y otras manifestaciones artísticas. Todas ellas encierran la doble condición humana: su carnalidad y su trascendencia.
Una sociedad que reduce el sentido a la inmediatez de lo útil deja poco espacio para el ejercicio de estos saberes. Ahora bien, como bien dice el filósofo canadiense Taylor, el ser humano solo puede ser auténtico a partir de un horizonte de significado que permita comprenderse. Ese horizonte está lleno de literatura, arte, historia, música, es decir, de pensamiento, de reflexión y de razón. El estudio de estas disciplinas permite al ser humano expresar, en palabras de Higinio Marín «el reconocimiento de que no somos lo primero, de que nuestra libertad se hace solvente en la gratitud que atiende las deudas, las obligaciones» admitiendo «lo que, como decía Zubiri, es el «de suyo de las cosas y de los asuntos, la verdad».