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Represión (1959) de Herbert RodríguezMuseo Reina Sofía

La degeneración de la cultura tomada por la política, la ideología y la mediocridad

Hoy el arte contiene la frivolidad de Warhol, el libertinaje de los impresionistas sin el talento de los impresionistas o el dadaísmo contra las convenciones dado la vuelta a favor de las convenciones

Dijo el estoico Epicteto que «solo el hombre culto es libre». Es un principio occidental, de lo occidental de toda la vida que ahora se pone cuestión desde los poderes de los países occidentales y desde sus instituciones. Picasso, por ejemplo, era un gran pintor no vanguardista en su infancia y juventud. Era un niño prodigio de la pintura que evolucionó a la vanguardia, al cubismo, que, sin llevarse a engaño, era una forma de arte más sencilla y, sobre todo, más lucrativa.

Picasso inauguró el arte moderno, de lo figurativo a lo abstracto donde, en su abstracción, la dificultad técnica disminuía, no así la dificultad conceptual, que crecía. Pero gracias a que en el concepto puede caber todo lo que al artista se le ocurra decir que cabe, o que es, aunque ni quepa, ni sea, aumentó considerablemente el número de «artistas» que no lo hubieran podido ser antes. Uno de los colmos fue el de Andy Warhol, que creó un imperio económico copiando latas y reproduciendo fotografías ya hechas.

¿Era un artista Warhol? Parece ser que sí. Desde luego lo fue Picasso, que con 12 años e incluso antes, pintaba cuadros impresionistas. Se quiere decir que Picasso sabía pintar. ¿Sabía Warhol? Nadie lo sabe, y no se conoce ninguna obra que refleje ningún talento artístico natural, más allá de vender serigrafías (no hechas por él) o hacer «películas» en una fábrica, la Factory. Desde luego Warhol no fue un hipócrita. Vendió como arte lo que quizá no lo fuera, pero consiguió que fuese tomado como tal durante su vida y más allá.

Lo que ocurre es que, cuando se llegó a este momento. La evolución artística había tocado el techo de la representación formal y se adentró como una raíz que sigue su camino intramuros o a través de donde pudiese mediante el concepto, alejándose cada vez más de la figuración, del retrato, del paisaje, de la inspiración de la naturaleza y de las cosas. Hoy el arte contiene la frivolidad de Warhol, el libertinaje de los impresionistas sin el talento de los impresionistas o el dadaísmo contra las convenciones dado la vuelta a favor de las convenciones.

En medio de esta confusión sin orden, perdida ya toda influencia del ayer, de los grandes maestros, aparecen los oportunistas sin talento para señalar el camino del arte en la ideología y la política. El globalismo en el arte, donde no hay especialidad, no hay talento, no hay cultura, sino sectarismo. Epicteto decía que «solo el hombre culto es libre». Váyase a ver cualquier exposición de arte moderno, cualquier museo de arte moderno y se reta desde aquí a que se encuentre cualquier mínima muestra de talento.

Uno puede contemplar el David de Miguel Ángel durante horas y maravillarse en la contemplación cada minuto. Uno puede ver el Baile en el Moulin de la Gallete de Renoir y soñar que está viendo un espectáculo de primavera infinito observando a todas esas personas como si fuesen flores. Uno puede plantarse delante de Las Meninas de Velázquez para quedarse allí a disfrutar de lo sublime sin fin.

Nada de esto se puede sentir en ninguna exposición de arte moderno donde la maravilla, la primavera infinita o lo sublime no existe, solo una deriva ideológica sectaria y fea, como en los ejemplos que se incluyen en las noticias destacadas de este texto, promovidas por políticos y por comisarios de arte políticos que usan el arte, o la excusa del arte, mejor dicho, para posicionarse y perpetuarse en el único contexto ideológico existente de la mediocridad creada.