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Crónica deAndrés AmorósMadrid

La lidia de Luque y la estética de Galván

Confirma con valor su alternativa Víctor Hernández

Daniel Luque este jueves de Corpus en Las VentasEFE

«Tres jueves hay en el año –que relumbran más que el sol: - Jueves Santo, Corpus Christi – y el día de la Ascensión». El Corpus se celebra con hermosas procesiones y con corridas de toros en Sevilla (ahora, reducida a una novillada), en Toledo y en Granada.

«El Corpus en Sevilla» cierra el primer cuaderno de la suite «Iberia», de Albéniz, una de las obras más importantes – y más difíciles de tocar – de todo el repertorio para piano: después de una saeta, se evoca la llegada de la solemne procesión, que pasa por delante del oyente, se va alejando la marcha y nos sigue llegando el sonido de las campanas de la Catedral, donde bailan los seises. Una belleza.

La fiesta del Corpus fue decisiva para la organización de las compañías teatrales, en el Siglo de Oro (lo demostró Marcel Bataillon). También ha ido unida siempre a los toros, como dos fiestas sacrificiales (lo estudió Pedro Romero de Solís). En esta fecha, tomaron la alternativa El Niño de la Palma y Manolo González; en 1981, en Sevilla, vivimos la triunfal reaparición de mi amigo Manolo Vázquez, que esa tarde abrió la Puerta del Príncipe.

La cercanía de Toledo, con su gran atractivo turístico, no resta público a Las Ventas: vuelve a ponerse el cartel de «No hay billetes». Como dijo el sutil ministro Óscar Puente, ésta es una fiesta «irrelevante».

A última hora, causa baja por enfermedad Manzanares. Acierta la Empresa al sustituirlo por David Galván, el autor de la faena más singular de la Feria, hasta ahora. Por cierto, nadie se acuerda de si esa tarde cortó o no trofeos: lo que importa es lo que permanece en el recuerdo.

Repiten los toros de Alcurrucén, que abrieron la Feria: aquella tarde, mansearon pero fueron a más. Esta vez, repiten la mansedumbre.

Confirma la alternativa Víctor Hernández, al que hemos visto de novillero muchas tardes: conocemos su capacidad, su oficio, pero competir con las primeras figuras es otro cantar. El primero, el único negro, sale frío (¡con este calor!). flaquea después de varas y es devuelto. Acierta Florito, como siempre. El sobrero, de Juan Manuel Criado, feote, derriba de modo espectacular, queda al descubierto el piquero y Juan Carlos Rey realiza un quite de premio, a cuerpo limpio, salvándole del percance. El toro es serio, se mueve, humilla, transmite. Víctor se muestra firme, en series por los dos lados; cuando el toro se para, aguanta mucho. Ha sido un trasteo de mérito, con más solvencia que brillantez. Mata con decisión, a la segunda.

El diestro Víctor Hernández, que confirmaba alternativa, entra a matar a uno de sus torosEFE

Con la tarde ya vencida, el sexto también mansea, sale suelto. Pica bien Juan Melgar. Brinda al público. Lo llama desde el centro para el muletazo cambiado que hoy, por desgracia, está de moda… y el toro, lógicamente, huye a tablas. Repite la suerte un par de veces, desde el lado contrario, hasta que surge el desarme: a un toro suelto, hay que recogerlo y fijarlo. Molesto por el viento, se juega la voltereta en un trasteo voluntarioso, con sustos y enganchones. Acaba de justificarse con una gran estocada, entrando muy recto.

Se equivocó Daniel Luque apuntándose a la corrida de La Ventana del Puerto: un diestro poderoso, como es él, necesita, para brillar, toros fuertes, encastados. Y, más, en Las Ventas. ¿Por qué no se ha apuntado aquí a los toros de La Quinta, con los que tan rotundamente ha triunfado en Francia, o a los de Santiago Domecq, con justa fama de bravos? Si quiere competir – a distancia, porque su rival no admite otra cosa – con Roca Rey, necesita toros que exijan dominio.

El segundo, de bella estampa, muy armado, mansea claramente, pega un respingo en el caballo. Para picarlo, el varilarguero no respeta las rayas: con un toro manso, que no va, me parece un recurso, no un pecado mortal. El toro ha mejorado algo pero embiste dormidito, se desentiende. Luque le da la lidia adecuada. Cuando el animal se para, metido entre los pitones, demuestra una firmeza apabullante, además de valor; aguanta parones sin inmutarse. Un pinchazo hondo en lo alto es suficiente: sin cortar trofeos, éste es el Luque que valoramos y el que queríamos ver en Madrid.

El cuarto sale suelto, vuelve al revés; en la segunda entrada, acude a su querencia, donde le pican: ¿por qué no, aunque lo piten? Una vez visto, en el primer encuentro con el caballo, conviene lidiarlo donde el toro quiera: así me lo repetía siempre Marcial Lalanda, que algo sabía de esto. Allí debería haber acudido Luque. El toro es un manso bondadoso, que dice poco. Daniel corre la mano con facilidad pero no logra emocionar. El toro acaba yéndose a chiqueros, donde siempre quiso ir: si lo hubiera lidiado allí desde el principio, hubiera podido lograr una faena con mucho más eco. Mata a la segunda, de estocada tendida. Hasta los grandes lidiadores, a veces, se equivocan. No ha logrado el final de Feria brillante que su capacidad hacía esperar.

A muchos les ha sorprendido el triunfo de David Galván: creo que no habían seguido su trayectoria ascendente. Tampoco estoy de acuerdo con los que atribuyen su gran faena al toro de El Torero a un rapto de inspiración, a la magia. Hasta en el arte, recurrir a lo inefable es un recurso cómodo, cuando no se sabe qué decir. En Madrid, dar la lidia adecuada a un toro claramente manso se ha valorado siempre: muchos éxitos, en esta Plaza, se han producido con toros mansos. Al que le tocó, la tarde anterior, Galván lo toreó por bajo – lo lógico, para dominarlo – pero con suavidad, sin trallazos: el toro acabó sacando su buen fondo y el diestro, su buen estilo. Es la vieja fórmula de la «mano de hierro en guante de seda», consagrada, en Tauromaquia, por Domingo Ortega. ¿Será capaz de mantener ese nivel?

David Galván da un pase de pechoEFE

No gusta al público el tercero, menos armado que el anterior, al que pican al relance. Vuelve a lucirse Juan Carlos Rey, ahora con los palos. El toro ha resultado manejable y Galván lo aprovecha con muletazos estéticos, aunque a veces quede descolocado. Menos me gusta que remate mirando al tendido y que aproveche el viaje para los circulares, haciendo la noria. Los muletazos finales, genuflexo, convencen a todos. El noble toro muere en el centro del platillo. Aunque ha sonado un aviso, porque ha tardado en cuadrar al toro, la petición de oreja es grande y da la vuelta al ruedo. Su estilo entra por los ojos, es más estético que dominador; brilla más en el toreo accesorio que en el fundamental.

El quinto mansea, se frena en el capote, huye del caballo, sale barbeando tablas. (Comenta un vecino: «Alguna vez me ha pasado eso a mí también»). La lidia es lenta y deslucida. Se hace muy premioso empeñarse en llevar al toro donde no quiere ir. Al final, Galván acude a los tendidos de Sol. Cuando intenta correr la mano, el toro protesta, puntea el engaño. Se justifica con voluntad y el buen estilo de sus cites. Le piden que corte pero todavía se empeña en sacar dos series más de naturales templados. Incurre otra vez en el defecto de salir de la suerte mirando al tendido: es algo que desdice de su habitual buen gusto. Esta vez se atranca con la espada.

Otra vez, un festejo que supera las dos horas y media: el vicio actual, que no hay modo de evitar. Un reparo a los diestros: hay que tener más en cuenta las querencias de los toros y amoldarse a ellas.

Hemos apreciado la entrega de Víctor Hernández, la lidia dominadora de Daniel Luque y la estética de David Galván, al que Madrid ha adoptado ya como uno de sus preferidos.

Pero este día de Corpus de 2024 pasará a la historia por algo mucho más grave, muchísimo peor, y no estoy hablando ya de toros.

POSTDATA. Las noticias del llamado Desastre llegaron a Madrid el 2 de mayo de 1898. Dice el tópico que, esa tarde, el pueblo madrileño se divertía en los toros. La realidad es que, por indicación del Gobierno, no se suspendió la corrida, a la que asistieron pocos espectadores. Ahora, al minuto de producirse la noticia hemos conocido la aprobación de la Ley de Amnistía de Pedro Sánchez, que no ha nacido del deseo de perdonar (no la planteó antes) sino por necesitar unos pocos votos para mantenerse en el poder. Después de esa tristísima noticia, la Plaza de Toros se ha llenado.

El Desastre del 98 supuso una grave crisis pero el pueblo español reaccionó, buscando la regeneración nacional: diez días después, simbólicamente, comenzaron las corridas patrióticas. Esta Ley de Amnistía supone una crisis muy grave pero, dentro de diez días, se celebran elecciones europeas. Veremos si, ahora, el pueblo español sabe reaccionar.

Ficha

  • Madrid. Feria de San Isidro. Jueves 30 de mayo. «No hay billetes». Toros de Alcurrucén y El Cortijillo (2º), en general, mansos manejables. Sobrero de Juan Manuel Criado (1º), brusco.
  • DANIEL LUQUE, de verde y oro, en el segundo, pinchazo hondo (saludos). En el cuarto, pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio).
  • DAVID GALVÁN, que sustituye a José María Manzanares, de azul y oro, en el tercero, estocada corta (aviso, petición y vuelta al ruedo). En el quinto, dos pinchazos (aviso, silencio).
  • VÍCTOR HERNÁNDEZ, que confirma la alternativa, de blanco y oro, en el primero, pinchazo, estocada y descabello (aviso, palmas). En el sexto, gran estocada (aviso, ovación de despedida).