Vibrante faena de Borja Jiménez a un bravo toro de Santiago Domecq
Se pide la vuelta al ruedo para dos reses
Concluye mayo, se inaugura la Feria del Libro, aunque todavía no hayan aparecido las nubes que suelen aguarla.
Una tarde más, se llena este viernes la Plaza de Las Ventas, confirmando el acierto en los juicios del ecuánime ministro Urtasun y del sutil ministro Óscar Puente.
Para los aficionados, el gran aliciente de este festejo es el encierro de Santiago Domecq, con justa fama de ser, ahora mismo, la ganadería más brava, dentro de su encaste. En la Feria de Abril lidió una corrida absolutamente extraordinaria. ¿Por qué la quiere eludir Roca Rey, hasta en la corrida inaugural de la nueva etapa de Marbella? ¿Por qué no podemos ver un mano a mano de Roca Rey y Daniel Luque, en Las Ventas, con toros de Santiago Domecq? Y no son Miuras, ni Victorinos, sino, simplemente, toros con bien ganada fama de bravos. Éstos son algunos de los misterios de este espectáculo, en el que no siempre se le ofrece a los espectadores lo que muchos desean ver y reina el mutismo absoluto sobre por qué sucede eso.
Esta tarde, algunos de los toros son protestados de salida, por escurridos, pero acaban dando gran juego. Para dos, se pide la vuelta al ruedo. Borja Jiménez corta una oreja y vuelve a emocionar al público de Las Ventas. Uceda Leal conserva su excelente estilo con muleta y espada. Talavante se queda a medias, con un bravo toro.
Ignacio Uceda Leal es un buen torero clásico y un excepcional estoqueador, pero torea poco, está ya en la etapa final de su carrera. El buen aficionado sabe valorar el aroma que guardan este tipo de diestros.
El primer toro, mal picado, repite y humilla pero es pegajoso. Tarda el diestro en cogerle el aire; cuando lo logra, después de algunos enganchones, traza algunos naturales clásicos, de categoría. Y mata con gran estilo: nos hace recordar muchas grandes estocadas que le hemos visto. Saluda una cariñosa ovación.
El cuarto, de Algarra, es noble y humilla pero queda corto, transmite poco. Uceda Leal luce su maestría en muletazos suaves, de mano baja, hasta que el toro se para por completo. Lo coloca muy bien para entrar a matar pero pincha en hueso, antes de una estocada, cobrada con su gran estilo, pero que queda desprendida.
Acierta Talavante eligiendo esta ganadería: con estos toros, puede consolidar las orejas –para mí, muy benévolas– que cortó en sus dos actuaciones anteriores. Lo que parece más difícil es que cambie su estilo actual, que tantos cómodos éxitos le está reportando.
El segundo toro es noble pero, después de varas, flaquea mucho. Con facilidad, traza Alejandro naturales aceptables con una res que amenaza claudicar. El trasteo es fácil, correcto, pero le falta compromiso y cercanía; así, no conecta con el público. Mata desprendido y todo queda en nada.
El quinto derriba al caballo con facilidad. Muestra Borja sus ganas en unas ajustadas chicuelinas. Se asoma al balcón, con los palos, y saluda Ambel. Comienza Talavante por alto, dejándolo pasar. El toro repite con nobleza por los dos lados. La faena es larga, variada, vistosa, con más adornos que toreo fundamental. Lo mejor, algunos muletazos en los que el toro hace el avión; lo que menos me gusta, los gestos, buscando el aplauso. Surge la división de opiniones. Mata muy bien, con suavidad, como si la espada entrara en mantequilla, pero el bravo toro tarda en caer: suena el aviso, falla con el descabello y se esfuma el posible triunfo. Aplauden mucho al toro, que ha sido magnífico; la faena, desigual, falta de unidad. Con ese gran toro, en Madrid, una primera figura debería haber estado mejor.
La atención se centra en el joven Borja Jiménez. Es la figura emergente, la gran revelación del final de la temporada pasada, que tuvo una actuación extraordinaria, en Las Ventas, con toros de Victorino. Su secreto es muy sencillo de explicar: toreo clásico, dar el pecho, cruzarse al pitón contrario, cargar la suerte, jugársela de verdad… Eso convence a todos los públicos, expertos o no. Lo difícil, claro está, es hacerlo.
Lo reciben con una justa ovación. El tercero, veleto, levanta protestas porque es escurrido, pero va largo y humilla, repite incansable, con codicia. Desde el comienzo, Borja se entrega por completo: da distancia, adelanta la muleta, conduce con mando las encastadas embestidas. Pronto, ha puesto al público en pie. Cuando el toro ha perdido algo de gas, más en corto, traza muletazos uno a uno, cruzándose: ese estilo clásico que tanto gusta en Las Ventas. Ha sido una faena vibrante, de mérito. Entra a matar de lejos y pincha, antes de la estocada. El toro tiene una hermosa muerte, propia de un toro bravo: lo ovacionan mucho y algunos piden para él la vuelta al ruedo. Borja corta una oreja; si hubiera matado a la primera, le hubieran pedido la segunda.
En el último, Alberto Sandoval protagoniza un hermoso tercio de varas, algo hoy tan infrecuente, que nos hace concebir esperanzas sobre el juego del toro. Aunque Borja sale con la misma disposición, el toro va largo pero puntea la muleta, por la derecha; al cambiar de mano, le pone los pitones en el cuello: no cabe faena lucida. Lidia con valor y hace bien en no eternizarse. Entra a matar de muy lejos y pincha, antes de la estocada.
Éste me parece un lunar importante que debe corregir. La máxima clásica sigue siendo válida: hay que matar «en corto y por derecho». Colocándose muy cerca, al adelantar la mano izquierda, el toro descubre y la mano derecha llega fácilmente al morrillo. Así se lo he visto hacer a Rafael Ortega, a Paco Camino, a Jaime Ostos… La moda actual de colocarse tan lejos del toro es fea, supone llegar dando varios pasos, a la carrera; además, no suele ser eficaz: aunque el torero entre corriendo, da tiempo al toro para levantar la cabeza, impidiendo que se realice bien la suerte. Un diestro que apunta muchas cosas buenas, como es Borja Jiménez, debe corregir esto.
Una vez más, hemos visto, en Las Ventas, a dos toros que han sido pitados de salida, por escurridos, y que luego han dado un juego magnífico; han acabado pidiendo para los dos la vuelta al ruedo, no sé si los mismos espectadores que antes los pitaron.
Queda en el recuerdo una tarde emocionante, con dos grandes toros y una faena vibrante. Una vez más, recuerdo la frase de Marcial Lalanda, que encaja tan bien en lo que esta tarde hemos visto: con toros encastados y toreo clásico, la Fiesta es única, incomparable.
POSTDATA: Antes de ir a Las Ventas, leo con interés y emoción las memorias del maestro Andrés Hernando, escritas por Antonio Monturiol, que acaba de publicar ed. Temple. Este torero segoviano logró triunfar gracias a una voluntad firme, dentro de una línea de honrado clasicismo. Alcanzó su cumbre en dos tardes que toreó en Madrid con El Cordobés: en la corrida de la Beneficencia de 1964 cortó dos orejas y volvió a hacerlo dos años después. También obtuvo reiterados éxitos en la Feria de Abril, sin eludir la corrida de Miura. Lo define Gonzalo Santonja, en el prólogo: «Torero de los buenos y hombre de los mejores». Resume el maestro: «El toreo auténtico, el toreo verdadero, sólo es posible expresarlo con el alma, estando el torero completamente entregado». En su finca, ha colocado un letrero con un lema de San Agustín: «Conócete, acéptate, supérate». Por eso, este libro tiene un hermoso título: «Con la verdad por delante». A cierto político español actual, eso le debe de sonar a chino.
FICHA
- Madrid. Feria de San Isidro. Viernes, 1 de junio. Lleno.
Toros de Santiago Domecq, de buen juego, en general; magníficos, 3º y 5º, para los que algunos piden la vuelta al ruedo; 4º, de Algarra, noble pero parado. - UCEDA LEAL, de celeste y oro, buena estocada (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada desprendida (ovación).
- ALEJANDRO TALAVANTE, de negro y plata, estocada desprendida (silencio). En el quinto, buena estocada y 2 descabellos (silencio, palmas).
- BORJA JIMÉNEZ, de rioja y oro, pinchazo y estocada (oreja). En el sexto, estocada trasera (ovación).