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Felice Bauer y Franz Kafka

¿Qué diría Kafka si levantara la cabeza por su centenario?

La tragedia del autor refleja un siglo en el que el hombre empoderado y olvidado, –incluso de sí mismo–, trató a otros hombres como si fueran un insecto insignificante que puede ser barrido de la faz de la tierra

Ahora que se acerca el centenario de la muerte del autor más kafkiano, en todo el mundo se celebran exposiciones, retrospectivas, hallazgos inéditos de su obra, ediciones completas y todo tipo de conjeturas sobre el carácter del autor de La Metamorfosis animal del hombre contemporáneo.

Moralismo

Toda la atormentada obra de Kafka está unida a Praga y a sus paradojas sociales, ya que a principios del siglo pasado, la ciudad estaba conformada por una minoría de oficiales del ejército, funcionarios, burgueses alemanes y las clases más pobres de checos, junto a una dinámica comunidad judía. De hecho, estas paradojas serán el núcleo de la opresiva creatividad del autor, encerrado en su insatisfacción como hombre asfixiado, angustiado por los deberes de una moral autoritaria que no alcanza a cumplir.

Insectos y pesimismo

En su Metamorfosis, Gregor Samsa se convierte en un insecto insignificante que es barrido por una criada. Y en El proceso, el veneno de la culpa como tormento interior toma la forma de misteriosa institución autoritaria que juzga y condena injustamente a su protagonista, que es separado de la comunidad y entregado a otro mundo que no comprende.

La tragedia vital del autor checo refleja a la perfección un siglo en el que el hombre empoderado y olvidado, –incluso de sí mismo–, trató a los hombres como si fueran ese Gregor Samsa, reducido a insecto insignificante que puede ser barrido de la faz de la tierra.

Si Kafka levantara la cabeza relataría una experiencia cotidiana de incomprensión de la realidad. Una realidad que aparecería a sus ojos como un absurdo angustioso y trágico; un magma grotesco que recoge, en el fondo, toda la ausencia del hombre contemporáneo frente a Dios que, por su parte, aparece siempre lejano y también ausente de los problemas concretos de cada hombre: de su tristeza, de su violencia y de su paradójico deseo de felicidad.