¿Cómo se llama el objeto que hay dentro del cascabel y puede dar mucho asco?
Todos sabemos qué es un cascabel, pero ya es más difícil saber qué es lo que lo hace sonar, para locura de los seres gatunos
Todos sabemos qué es un cascabel, pero ya es más difícil saber qué es lo que lo hace sonar, para locura de los seres gatunos. Todos, en más o menos medida, sabemos denominar la silla aunque no sepamos nunca por qué se llama así.
Nombramos y nombramos las cosas, recibiendo de cada generación un nombre serio y otro más coloquial de todo lo que nos rodea, desde que el mundo el mundo es mundo y alguien de cada generación se interesa por el significado de las palabras.
Nombrar es delicado
Llamar «mar» al mar tiene su enjundia y sus milenios a la espalda para meter esa infinita inmensidad en tres pequeñas letras.
Llamar, nombrar las cosas, es el misterio más grande arropado por los siglos desde que Adán recibió el encargo de sentarse un poco a relacionar sus sonidos bucales con el objeto, flor, o animal recién hecho que se encontraba por el Paraíso.
El misterioso acto de nombrar debe ser, sin duda, muy delicado, ya que se imbrican al unísono la percepción que se tiene de él con su objetiva forma física y su función.
La ironía del nombre
En cualquier caso, ese delicado acto de ponerle nombre a un objeto tiene, en ocasiones una casual relación con la delicadeza a la que aludíamos para decir esto es «esto» o «aquello».
La palabra que nos ocupa alude a esa especie de temor por ponerle nombre; quizá porque está encerado sin querer salir para que suene su tintineo mientras se golpea contra las paredes de un alocado cascabel...Pero, ¿cómo se llama ese pequeño objeto tímido al que nadie ve y que permite avisar con su característico timbreo?
Pues según las fuentes académicas consultadas, ese objeto se llama, ni más ni menos que «escrupolosillo» y es el que, precisamente, los veterinarios desaconsejan poner a cualquier animal para su buena salud mental.