El Manhattan Transfer español, como el estadounidense, no es apto para todos los espíritus adolescentes por su narrar sin rumbo. El opositor, la dueña del café, la prostituta marchita, los cerilleros, los camareros, los provincianos que llegan a la ciudad asediada por los años de la guerra. Las pequeñas historias como el ruido de un coche que se acerca, que pasa y que se aleja, y luego otro y así todo el tiempo. O el de una bicicleta. Las Julitas, las Victoritas y los dones. El limpiabotas al que no le paga don Leonardo suelen ser más atractivos antes que después.