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Crónica deAndrés Amorós

Feliz y cariñosísima despedida de Pamplona de Pablo Hermoso de Mendoza

Sale a caballo con su hijo Guillermo por la puerta grande, en una gran corrida de El Capea

Pablo Hermoso de Mendoza (i), junto a su hijo Guillermo (d),por la puerta grande de la Plaza de Toros de Pamplona en la segunda de abono de los Sanfermines 2024EFE

A las doce en punto del mediodía, en la Plaza del Ayuntamiento, una marea humana blanca y roja ha acogido con cánticos jubilosos el lanzamiento del Chupinazo: el estruendo de este gran cohete marca oficialmente el comienzo de San Fermín. Por votación popular, lo lanza, esta vez, el grupo de danzas Duguna, en sus 75 años. Calculan aquí que caben en la Plaza unas 15.000 personas y, en las calles adyacentes, el doble: todas ellas, con el pañuelo en alto, han esperado el momento de anudárselo al cuello. La gran fiesta ha comenzado y durará hasta el «Pobre de mí», a las 12 de la noche del día 14.

A San Fermín acuden gentes de todas las regiones de España y de muchos países. Les une el fervor por la Fiesta y por el toro bravo. Sería absurdo atribuirles una misma ideología y tendencia política; un mismo nivel social, cultural y económico. San Fermín es una gran fiesta popular, está abierta a todos. Exactamente igual que la Tauromaquia.

Los izquierdistas radicales, antiespañoles, odian la Fiesta de los toros porque la ven como seña de identidad española: en eso tienen razón, desde luego. Pretenden identificarla con el franquismo. En eso se equivocan. En Pamplona lo tienen muy complicado. El actual alcalde, de EH Bildu, hace extraños funambulismos al proponer un «debate global» sobre los toros, que dejaría al margen la incontestable pasión popular por los encierros. No tiene sentido: los encierros y las corridas van indisolublemente unidos, son las dos caras de una misma moneda. Aunque Televisión Española no se atreva a decirlo, con un hipócrita silencio.

Pablo Hermoso de Mendoza (i), junto a su hijo Guillermo (d), se despide de la plaza de toros de Pamplona con mariachis incluidosEFE

Este 6 de julio, Pamplona despide con el máximo cariño a Pablo Hermoso de Mendoza: un navarro, de origen popular, que, con enorme esfuerzo y talento, logró convertirse en uno de los mejores rejoneadores de la historia. Para sus paisanos, un verdadero ídolo. Felizmente, el resultado está a la altura del acontecimiento: con una gran corrida de El Capea, Pablo corta las orejas al primer toro y su hijo Guillermo, al último. Los dos salen al final por la Puerta Grande, a caballo, en una estampa singular y verdaderamente emocionante.

Brinda Pablo el primero a toda Navarra, a Estella, su pueblo, y a los valores navarros, como «andar derecho por la vida». De salida, el toro le aprieta, en un arreón, pero Pablo logra imponer su temple, con Berlín, y se luce en las hermosinas (su invento, cambiando de dirección). Una faena plena de facilidad y maestría, bien rematada con un rejón fulminante, entrando por los adentros: dos orejas y la seguridad de que la Puerta Grande está asegurada.

Pablo Hermoso de Mendoza durante la lidia a su segundo toroEFE

Brinda el cuarto a los miembros de la Casa de Misericordia, sus amigos, tan importantes en su carrera. El toro tiene temple pero no está sobrado de fuerza. Lidia Pablo con pulcritud y clasicismo pero su faena tiene esta vez menos eco (quizá porque el público acaba de merendar) y falla en la suerte suprema. Al final, coge un puñado de arena y lo besa, entre aclamaciones: «¡Pablo, Pablo!».

Pablo Hermoso de Mendoza saluda a la Plaza de Toros de PamplonaEFE

Brinda a Pablo el segundo toro Roberto Armendáriz, también navarro, acogido con cariño por sus paisanos. El toro pega derrotes, transmite emoción pero Roberto clava desigual, en escalera, y a cierta distancia. El rejón de muerte cae trasero y el toro se amorcilla.

En el quinto, clava de salida sin reunir, con cierta brusquedad. Se luce clavando en corto y con hermosinas pero el toro flaquea. Quita la cabezada a Rubí y se luce en el par a dos manos. Tampoco esta vez acierta con el rejón de muerte y se encasquilla con el descabello. En los dos, los paisanos le ovacionan, al dar la vuelta al ruedo.

Guillermo Hermoso de Mendoza durante la lidia a su primer toro de la tardeEFE

En una tarde, para él, tan comprometida, Guillermo Hermoso de Mendoza da la talla: transmite frescura, riesgo y emoción. En el tercero, se luce en los quiebros espectaculares y ceñidos con Ecuador y en el par a dos ambos por dentro, con Esencial, pero pierde trofeos, al matar.

Brinda el último a su padre, en una escena de gran emoción. El toro es el único cinqueño, le había tocado ya hace un año, en un festejo que se suspendió. Guillermo logra una faena vibrante, con alardes ecuestres. Se muestra muy seguro en el par a dos manos. Pincha una vez antes del rejón de efecto rápido, que le permite cortar dos orejas y acompañar a su padre en la triunfal salida. En la vuelta al ruedo, le acompaña el mayoral de El Capea.

Queda todavía un epílogo insólito. Al final, sale al ruedo un mariachi mexicano, que interpreta El rey, una de las canciones más queridas por este público, que la corea. Anuncia Pablo que van a salir sus caballos (como él ya hizo, hace años, con Cagancho). A los sones de «México lindo y querido», Pablo y Guillermo salen por la Puerta Grande de la Plaza, como dos estatuas clásicas. Ha sido como escenificar el grupo de «La antorcha», que el jinete veterano transmite al joven. Un final a la altura del acontecimiento, que queda para la historia y que no olvidaremos.

Los juegos populares con el toro forman parte de una tradición navarra secular, documentada ya en 1385. Intentan ahora identificar la Tauromaquia con el franquismo los ministros Urtasun y Puente, el Presidente de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados, Gerardo Pisarello. Además de leer algún libro de historia –algo siempre–, podrían haber acudido esta tarde a la Plaza de Pamplona: habrían visto cómo el pueblo navarro, con independencia del partido político al que vote, ha aclamado la salida triunfal por la Puerta Grande de Pablo Hermoso de Mendoza, un auténtico ídolo de todos.

POSTDATA. Un romance artístico de fines de la Edad Media describe perfectamente, con un pequeño cambio de nombres, lo que ha hecho esta tarde, en su tierra, Pablo Hermoso de Mendoza:

«Conocen al caballero – por su presencia bizarra – porque era Pablo, el muy fuerte, - caballero de gran fama, - el cual con gentil donaire – se puso en medio la Plaza – con un rejón en la mano, – que al gran Marte asemejaba, – y, con ánimo invencible, – al fuerte toro aguardaba. – El toro, cuando lo vió, - al cielo tierra arrojaba – con las manos y los pies , - cosa que gran miedo daba – y después, con gran braveza, - hacia el caballo arrancaba – por herirle con sus cuernos, - que como leznas llevaba- pero el diestro Pablo Hermoso – su caballo bien guardaba – porque, con el rejón duro, - con presteza no pensada – al bravo toro hería – entre el morrillo y la espalda -. El pueblo todo se admira – al ver semejante hazaña :– todos cantan su grandeza; - todos, felices, lo aclaman; - sólo algunos no lo advierten – por su sectaria ignorancia: - Pisarello habla de Franco; - Puente, de la irrelevancia, – y el ministro Ernesto Urtasun – sigue dando la matraca, - descoloniza museos – y no se entera de nada».

Ficha

  • Pamplona. Feria de San Fermín. Sábado 6 de julio. Lleno. Toros de El Capea (1º, 3º y 5º) y Carmen Lorenzo, de excelente juego. Al final, se premia al mayoral con la vuelta al ruedo.
  • PABLO HERMOSO DE MENDOZA, con casaca roja, rejón de muerte (dos orejas). En el cuarto, 4 pinchazos y rejón (vuelta al ruedo).
  • ROBERTO ARMENDÁRIZ, con casaca gris perla, rejón trasero y contrario y descabello (aviso, vuelta al ruedo). En el quinto, rejón perpendicular trasero y 8 descabellos (vuelta al ruedo).
  • GUILLERMO HERMOSO DE MENDOZA, con chaquetilla azul, pinchazo, rejón y 4 descabellos (ovación). En el sexto, pinchazo y rejón (dos orejas).
  • En vez de salir a hombros, Pablo y Guillermo Hermoso de Mendoza salen a caballo, triunfalmente, por la Puerta Grande.