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Crónica deAndrés Amorós

Se resiente Isaac Fonseca de su luxación en el codo

Por un espadazo, Román corta la única oreja, en una corrida de Cebada Gago de poca casta

Isaac Fonseca se volvió a lesionar del codo derecho en esta acción, al entrar a matar a su primer toroEFE

Siempre se espera con ilusión en Pamplona a los toros de Cebada Gago, la ganadería que aquí ha lidiado más veces, después de la de Miura. El encierro ha sido rápido: dos minutos y cuarenta segundos. En la Plaza, los toros han estado bien presentados y han tenido cierta nobleza pero poca casta, han dado escaso juego.

Al matar a su primer enemigo, el mexicano Isaac Fonseca se ha resentido de la luxación en el codo con la que venía, se lo han tenido que llevar al sanatorio. Con voluntad, Juan Leal ha despachado tres toros. Gracias a un espadazo de muy rápido efecto, Román ha cortado el único trofeo. Salvo ese caso, los diestros han fallado mucho a la hora de matar.

El primero, un bonito burraco que no ha corrido el encierro (sustituye al toro que se ha partido el pitón) hace floja pelea en varas, se va. En la muleta, es obediente, sobre todo por la izquierda, le permite a Juan Leal estar a gusto, en algunos naturales. Recurre al encimismo, con muletazos invertidos y de rodillas. La faena ha sido discreta pero el fallo a la hora de matar hace que todo se diluya.

Juan Leal lo intentó de rodillas, aunque sin mucho brilloEFE

El cuarto, cornivuelto, con mucha leña, casi lo arrolla de salida, se quiere quitar el palo; en la muleta, es deslucido, no dice nada. Juan Leal comienza de rodillas y el toro lo imita. El trasteo es voluntarioso, sin brillo. Ni los invertidos ni el desplante de rodillas consiguen que el público entre en la faena. Mata igual de mal que en el primero.

Por el percance de Fonseca, mata también el sexto, el más serio y de más peso, que vuelve al revés, huye, no es fácil en banderillas. Por tercera vez, brinda Juan Leal al público. Comienza con muletazos cambiados por la espalda. La faena es desigual, igual que las embestidas del toro. Una vez más, recurre al encimismo. Y vuelve a matar mal.

Conviene comentarlo. Siempre ha matado Juan Leal dando un salto. Varias veces lo he visto hacerlo casi a topacarnero, con un estilo heterodoxo pero eficaz. Esta tarde, en sus tres toros, ha recurrido al salto pero no ha cruzado, se ha quedado en la cara, como si chocara con el toro: así, es casi imposible matar bien. Y ha fallado mucho con el descabello.

Román cortó la única oreja en la corrida de Cebada GagoEFE

El valenciano Román logró recuperarse de un gravísimo percance y este año ha culminado la hazaña de matar seis toros. Viene de una fuerte cornada, en Vic. Además de valiente, es buen lidiador y conecta fácilmente con el público.

El segundo toro es obediente pero huye al final de cada muletazo y eso desluce todo; además, acaba rajado. Román se dobla bien con él, le busca las vueltas. Cuando el toro se raja por completo, recurre al efectismo de encadenar molinetes, de cara a los tendidos de sol. Ha mostrado voluntad pero no ha logrado vencer el defecto del toro, su huida constante. Logra una estocada perpendicular de muy rápido efecto y, sorprendentemente, eso le vale la oreja.

Paréntesis obligado. En Pamplona, se agudiza el defecto de muchos públicos actuales: importa que el toro muera en seguida, más que la ejecución de la estocada. Eso es una grave equivocación. Antes, el público aplaudía un buen pinchazo, si estaba en todo lo alto, aunque el toro no cayera.

Recuerdo, por ejemplo, a Luis Fuentes Bejarano, en su tertulia sevillana. Me mostró con orgullo la fotografía de un toro que lidió en Madrid: pinchó cuatro veces y las cuatro, recibió una gran ovación, por la forma de ejecutar la suerte. ¿Qué público haría hoy eso? Ninguno.

Vuelvo a los toros de Cebada Gago. El quinto es serio, muy armado. Como sus hermanos, acude al caballo pero sale huyendo y no es fácil, en banderillas; en la muleta, es incierto, con embestidas desiguales. Román le da distancia y, con esfuerzo, le arranca algunos muletazos. No cabe mucho más. Esta vez, la espada hace guardia y se pone difícil para descabellar.

El mexicano Isaac Fonseca es un caso muy claro de querer ser torero. Pero –como decía mi gran amigo Manolo Vázquez– de querer-querer, de verdad. Los percances no le afectan. Sufrió una grave cornada en San Isidro, hace un mes; hace unos días, una lesión en el codo, en Cutervo. Y le escuché que toda esta temporada va a torear con una lesión de la que tendrá que operarse, cuando finalice; ahora, se niega a hacerlo, para no perder corridas. Se ha empeñado en torear en Pamplona y lo hace con un especial vendaje ortopédico, aunque está muy mermado de facultades.

El tercero es otro bonito burraco, capirote, calcetero, casi ensabanao. Acude bien al caballo, en cuanto lo ve, pero es muy distraído en la lidia a pie: un comportamiento muy desigual. Brinda Fonseca a los que le han ayudado a recuperarse (incluido el Señor). El toro sale distraído de todos los muletazos, no humilla, pasa por ahí, no transmite. Aunque no vemos casi nada, sorprendentemente, arranca la música (las sorpresas de Pamplona). Fonseca le ha buscado las vueltas con ahínco. Al entrar a matar, se resiente del codo, se le queda el brazo caído, como muerto. Ha de pasar a la enfermería y le trasladan al sanatorio. Necesitará tiempo para recuperarse. Hay que aplaudir su casta, que le ha llevado a torear esta tarde, pero ha calculado mal sus fuerzas.

Isaac Fonseca, dolorido en el callejón antes de ser trasladado al hospitalEFE

En conjunto, han decepcionado los toros de Cebada Gago. Los mozos han cantado, comido y bebido: lo han pasado bien, como siempre. Fuera de Pamplona, la corrida hubiera sido un tostón.

POSTADATA. Con mucha pena, recibo la noticia del fallecimiento de mi amigo José Antonio Hernández Tabernilla, que fue ganadero de la divisa de Hernández Pla (encaste Santa Coloma). Los buenos aficionados madrileños no han olvidado toros como «Capitán» (1979) y «Guitarrero» (2002), premiado con la vuelta al ruedo, al que lidió admirablemente El Cid. Antes que ganadero, José Antonio fue gran aficionado y gran persona; admirador y amigo –¿cómo no?– de Domingo Ortega. Defendía el toro encastado, fiero, bravo. Sus criterios taurinos –me temo– los comparten hoy muy pocos, tanto profesionales como aficionados. Mi mejor homenaje consiste en repetir alguna de sus frases: «Hoy, la ganadería brava está terriblemente baja de casta. El toro sin casta hace que las plazas se vacíen. Un toro que ‘se deja’ no es un toro, es como un león cariñoso y sin dientes». Hoy, la Fiesta va por otro camino. Así nos va…

FICHA

  • Pamplona. Feria de San Fermín. Lunes 8 de julio. Lleno. Toros de Cebada Gago, cinqueños, serios, variados de pelo, nobles pero con poca casta, deslucidos.
  • JUAN LEAL, de lila y oro, 2 pinchazos y 5 descabellos (silencio). En el cuarto, pinchazo hondo y 4 descabellos (silencio). En el sexto, pinchazo y 5 descabellos (silencio).
  • ROMÁN, de blanco y plata con cabos negros, estocada perpendicular de efecto fulminante (oreja). En el quinto, estocada que hace guardia y 5 descabellos (aviso, silencio).
  • ISAAC FONSECA, de gris y plata, pinchazo y pasa a la enfermería. Remata al toro Juan Leal con descabello y estocada (por ese orden).