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Crónica deAndrés AmorósPamplona

Meritoria actuación de Daniel Luque

Decepcionan, en su presentación, los toros de Domingo Hernández

Daniel Luque, tras dar muerte al segundo de su lote, quinto de la tardeEFE

Un día más, se llena la Plaza de Pamplona. El gancho de esta Feria es tan grande que no importa mucho el cartel. El de esta tarde es de categoría, con una de las ganaderías más famosas y tres figuras, pero no es eso lo que ha atraído en primer lugar a los miles de espectadores: así es San Fermín.

En este buen cartel, echo de menos –como ahora sucede casi siempre– un elemento esencial de la Tauromaquia: la competencia, la rivalidad. Futbolísticamente hablando, Talavante, Luque y Ortega juegan, cada uno en Ligas distintas, no necesitan derrotar a un rival.

Decía don Gregorio Corrochano, el gran crítico, que el fútbol aventaja a los toros solamente porque, en el campo, existen dos porterías. Es decir, porque un equipo necesita vencer al contrario y los espectadores se identifican apasionadamente con uno de los dos. En la Eurocopa, Modric y Cristiano Ronaldo no se han deprimido porque hayan jugado regular, sino porque no han conseguido que su equipo ganara. En líneas generales, Inglaterra ha jugado mal este campeonato pero ha llegado a la final: los ingleses están felices.

La rivalidad aporta a la Tauromaquia el condimento que necesita para que, más allá de la belleza, el gran público se apasione. Cuando eso sucedía, las Plazas se llenaban: por ejemplo, con Luis Miguel y Ordóñez. (Decía Corrochano que los dos eran iguales, como el rey de España y el de Francia; los dos querían París, es decir, mandar en el toreo). Luego, con Aparicio y Litri; en Barcelona, con Chamaco y Bernadó

¿Hemos visto eso últimamente? Evidentemente, no. Podría haber sucedido, en algunos casos: José Tomás se negó a competir con Enrique Ponce; Pablo Hermoso, con Diego Ventura. A Morante, ni Ortega ni Aguado le disputan el trono del arte. Roca Rey se niega a alternar con Daniel Luque…

Esta tarde, debutan en San Fermín los toros de Domingo Hernández, predilectos de las figuras. Me comentan que ha habido que sustituir a algunos de los inicialmente previstos. En todo caso, el resultado no ha sido bueno: desiguales de presentación, con más pitones que trapío; flojos y con poca casta, algunos; complicados, otros. Después de dos grandes encierros, como los de Victoriano del Río y Fuente Ymbro, la decepción ha sido grande.

Repitámoslo: hacen falta toros con casta y fuerza para que se produzcan triunfos verdaderos. Esta tarde, sólo Daniel Luque ha mostrado un alto nivel, aunque los fallos con la espada le hayan impedido cortar trofeos. Talavante y Juan Ortega han tenido una tarde gris.

¿Qué le importa a Talavante que triunfen o no, esta tarde, Luque y Juan Ortega? Más allá del orgullo torero, muy poco, me temo. En su vuelta a los ruedos, Alejandro ha elegido su camino, al margen de todos: luce su facilidad con la mano izquierda, hace suertes con singular estética, si el toro se lo permite; si no, abrevia. Ha conseguido un estatus de artista que le libera de mayor esfuerzo.

El primer toro sale suelto, con poca entrega, distraído; mansea en el caballo, le pican poco. Talavante se dobla con él, rodilla en tierra. En los derechazos, el toro se queda corto y protesta, es bondadoso pero no dice nada. Mata con facilidad. Aquí no ha pasado nada, ha habido muy poco toro y muy poca faena, aunque Talavante no prescinda de sus habituales gestos triunfalistas.

Manoletina de Talavante ante el toro de Domingo Hernández, de gran cornamentaEFE

Recibe al cuarto con esos faroles que ahora forman parte de su repertorio: son lances vistosos pero no ayudan nada a la lidia, no sirven para ver las cualidades de la res ni para corregir sus defectos. Este toro flojea demasiado, es noble y pronto pero se cae, aunque le pican muy poquito. Brinda Alejandro al público y comienza de rodillas, intercalando espaldinas. El toro vuelve a caerse y a levantarse varias veces, en medio de las series. El trasteo de Talavante no tiene unidad. Da naturales tropezados, arrucinas, espaldinas, manoletinas: de todo… Aprovechando el viaje, mete la espada y, mientras cae el toro, se arrodilla, con gestos triunfales, como si hubiera culminado una hazaña. No me parece propio de una primera figura.

Altero el orden de lidia para comentar que a Juan Ortega, que debuta esta tarde en Pamplona, le sucede algo semejante. La prensa rosa centró en él sus focos y su personal estética –sobre todo, con el capote– ha logrado que el público lo espere, ilusionado por deleitarse con algunos lances: algo semejante a lo que sucedía con Curro Romero, por ejemplo. Si el toro no lo facilita, a esperar tocan.

El tercero sale manseando, con clara querencia a tablas. Ortega no culmina los intentos de verónicas ni hace quite. La lidia es premiosa, con demasiados capotazos. Pican al toro muy poco, al relance. Aunque debuta en Pamplona, Juan no brinda (¿). Comienza con hermosos trincherazos; logra algunos muletazos suaves, lentos, hasta que el toro sale huyendo hacia la puerta por donde entró en el ruedo, por la mañana. El diestro no ha logrado vencer sus dificultades. Mata bien, a la segunda.

Juan Ortega, de habano y azabache con chaleco de oro, ante el sexto de la tardeEFE

El sexto protesta en el caballo y se va. Tampoco en éste consigue Juan ningún lance lucido; esta tarde, ha quedado inédito, con el capote. Tampoco brinda Ortega este toro. Comienza con bonitos ayudados por bajo, que el toro toma con cierta nobleza. Inicia algunos muletazos suaves, con buen estilo, pero no logra rematarlos con limpieza, surgen enganchones y dos desarmes. Igual que antes, logra una buena estocada, a la segunda. Con el lote más agradable de cara, ha apuntado detalles estéticos pero sin el necesario dominio.

Un caso diferente es el de Daniel Luque. Después de un fuerte bache, ha conseguido volver a la primera fila. Necesita demostrarlo porque todavía no ha logrado el respaldo masivo del gran público que merece. Ahora mismo, con Miguel Ángel Perera, es el que más domina a los toros pero ninguno de los dos han sabido «venderse», les cuesta conectar por simpatía con el gran público.

Cuestiones personales han llevado a Andrés Roca Rey a vetar a Luque. Daniel sabe que, si los dos torearan juntos, reses encastadas, él podría demostrar claramente su capacidad, pero Andrés no quiere (o no lo le conviene, o las dos cosas juntas). Por eso, curiosamente, esta tarde, Luque compite con Roca Rey… a distancia. Si el peruano cortó tres orejas y encandiló a las peñas este miércoles, el sevillano no puede quedarse atrás, este jueves.

El segundo toro, fino, algo escurrido para Pamplona, sale barbeando tablas, pierde las manos varias veces, da pobre juego en varas. Lidia bien Juan Contreras y coloca dos excelente pares Iván García, como tantas tardes. El toro es noble pero flaquea demasiado. Luque anda sobrado con él, muletea fácil, a media altura. Al final, logra buenos derechazos de mano baja y bernadinas ajustadas. Entrando de lejos, la espada «hace guardia» (muy atravesada, asoma por el lomo): se esfuma el premio. Con ese fallo, no se debe pedir la oreja, aunque una parte de este público lo haga. Daniel necesita más toro para lucirse de verdad: con toros flojos, no marca distancias con otros diestros.

Daniel Luque, durante la lidia de su segundo toroEFE

Recibe con los pies juntos al quinto, serio, muy armado, al que pican poco. El toro pierde las manos varias veces, como el anterior, pero se recupera y saca genio: es deslucido, incierto. Luque intenta alargar las cortas embestidas; aguanta sin pestañear varias veces, cuando el toro se le queda debajo. El trasteo es muy técnico, con gran oficio: los profesionales, sin duda, lo valoran más que el público. Acaban entregándose, después de un desplante clásico, de verdad valeroso, cogiendo el pitón al complicado toro. Ha sido una faena de más mérito que brillo. De nuevo tiene Daniel el trofeo en el bolsillo y de nuevo lo pierde, al pinchar, antes de la estocada.

El resumen es sencillo: un diestro tan técnico como Luque no luce con reses fáciles, de poca casta. Esta tarde, con dos toros de cualidades opuestas (uno, flojo; otro, complicado) ha mostrado su gran capacidad.

Es inevitable hacerse dos preguntas tontas: ¿qué hubiera hecho Daniel Luque con los toros de Fuente Ymbro que ayer se lidiaron? Con los de esta tarde, ¿hubiera estado Roca Rey mejor que él? Imposible saberlo, por supuesto, pero no parece fácil. Continúa la rivalidad… a distancia. ¿Cuándo los veremos competir de verdad, en el mismo cartel? El toreo necesita esa rivalidad, las dos porterías de las que hablaba don Gregorio Corrochano.

FICHA

  • Pamplona. Feria de San Fermín. Jueves 11 de julio. Lleno. Toros de Domingo Hernández, desiguales de presentación, con más pitones que trapío; en general, de escaso juego.
  • ALEJANDRO TALAVANTE, de blanco y oro, estocada tendida y desprendida (silencio). En el cuarto, estocada aprovechando el viaje (saludos).
  • DANIEL LUQUE, de celeste y oro, estocada que hace guardia y descabello (aviso, silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (saludos).
  • JUAN ORTEGA, de habano y azabache con chaleco de oro, pinchazo y buena estocada (silencio). En el sexto, pinchazo, buena estocada y descabello (silencio).