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Crónica deAndrés Amorós

La verdad de la espada de Tomás Rufo

Por dos grandes estocadas, abre la Puerta Grande, en una floja corrida de El Pilar

Tomás Rufo sale a hombros tras el quinto festejo de la Feria taurina de Santiago (en Santander)EFE

La gente acude al coso de Cuatro Caminos con una cierta resaca. Es lógico: el martes, vivimos una auténtica borrachera de arte y de sentimientos. Disfrutamos de verdad viendo torear a Morante: cante hondo, grande, no cosillas para turistas. ¿Quién recuerda ya que sólo cortó una oreja en cada toro?

Además de eso, en la despedida de Santander de Ponce se vivió un clímax sentimental, con pancartas, cánticos y recuerdos. Y Fernando Adrián mostró entrega y valor. Todo ello nos ha dado a todos más ganas de ir a los toros, aun sabiendo que algo así no se va a repetir. Aunque lo propugne Baudelaire, no se puede ser sublime sin interrupción. (Woody Allen y algunos políticos vanidosos matizarían: «Somos pocos, en esta región, los que lo conseguimos…»).

Esta tarde, los toros de El Pilar, de gran nobleza pero muy poca fuerza y casta, están a punto de dar al traste con todo el espectáculo. Buscando los toros que «se dejan», se llega a esto: reses sin emoción alguna. Con dos inválidos, Manzanares se queda totalmente inédito. Talavante hace un trasteo vistoso y variado, sin más. Sólo el joven Tomás Rufo logra emocionar al público, con dos buenas faenas, dentro de lo que sus toros le han permitido, y, sobre todo, volcándose, al entrar a matar, muy recto. En el último, sufre una tremenda voltereta, en la suerte suprema: oreja y dos orejas es el premio justo.

Momento en que el sexto toro de la tarde voltea con peligro a Tomás RufoEFE

Momento en que el sexto toro de la tarde voltea con peligro a Tomás RufoEFE

Rufo, dolorido en el suelo tras la caídaEFE

A Manzanares, sencillamente, esta tarde no puedo enjuiciarlo. El primero es un inválido total. Por mucho que lo cuidan, se derrumba continuamente: debieron devolverlo. En Madrid, el escándalo habría sido mayúsculo. Aquí, unos suaves pitos han sido suficientes. Sin toro, no hemos visto nada.

En el cuarto, como diría un castizo, «ídem de lienzo». Con un puyazo mínimo, se derrumba, en banderillas. El trasteo no puede tener emoción alguna. ¿Qué importan las buenas hechuras de este toro, que tanto gustaban a los profesionales, si no tiene fuerza ni casta alguna? La realidad es que José María ha quedado totalmente inédito.

Talavante lleva la temporada a su aire, sin salirse del estilo personal y del repertorio que ahora ha adoptado: si el toro permite que lo despliegue, bien; si no, hasta la próxima… Esta tarde, los bromistas le puede acusar de infanticida: mata dos «Niñitos», casi inválidos. El segundo se cae varias veces: quizá se ha lastimado en una mano. El trasteo es fácil pero la amenaza de que el toro se derrumbe continúa. Pincha mal, antes de una estocada caída.

He recordado los versos de Góngora, en Las finezas de Isabela: «Esa montaña que, precipitante / ha tantos siglos que se viene abajo». Más o menos, así estaba este toro.

El quinto, de salida, embiste dormidito, sin celo alguno. Sale huido del caballo. Embiste como un carretón, manejado con suavidad: ¿es ése el comportamiento propio de un toro bravo? Talavante le hace cosas variadas: cambios de mano, arrucinas, molinetes, manoletinas mirando al tendido: todo, fácil, vistoso, sin emoción alguna. Si el público se contenta con eso… Mata a la segunda.

En Pamplona, Tomás Rufo cortó las orejas a un toro de Fuente Ymbro y volvió a ilusionarnos con la solidez de su estilo clásico, toledano. En el tercero, muy manejable, que arrastra los cuartos traseros, comienza con siete derechazos de rodillas. Después de una serie de naturales, que toma a regañadientes, el toro acaba en el suelo. Por la derecha, va mejor, le permite cuajar circulares templados. Agarra una gran estocada, volcándose: oreja.

Tomás Rufo, de rodillas en la arena del coso de Cuatro CaminosEFE

Sale a por todas, en el sexto. Lo recibe con una larga de rodillas. Este toro sí cumple en varas pero se cae, protesta, queda corto. Dibuja Rufo naturales largos, mandones, templados, que el toro acepta con nobleza pero escaso celo. Se vuelca al matar y sufre una tremenda voltereta: se ha librado de la cornada por pelos. Después del notable trasteo, la emoción del momento pone en sus manos las dos orejas y la salida en hombros.

La Fiesta exige que el toro tenga casta y fuerza. Los de esta tarde, muy poca han tenido. Lo han salvado todo dos grandes estocadas de Tomás Rufo, entregándose. Ésta es, sencillamente, la verdad del toreo.

He recordado unos versos del modernista Villaespesa: «Se escucha el blanco vuelo de una paloma. / Un corazón tan sólo late en la Plaza. / Bestia y hombre se encuentran… ¡Y se desploma / a los pies del torero, sangrando el toro, / el estoque en los rubios hasta la taza / y, en un asta, un fulgente cairel de oro».

Si torea así al natural y, sobre todo, si mata así, Tomás Rufo se va a abrir camino como torero importante.

POSTDATA. He visto una filmación del toro «Escondido», de Santiago Domecq, indultado por Román, en la Feria de Julio de Valencia. El resumen es claro: un torrente de casta y bravura. No paró de embestir, pronto, alegre, incansable, metiendo bien la cabeza, queriendo comerse capote y muleta. No era un borrego; ni «la tonta del bote»; ni «una hermanita de la Caridad»; ni uno de esos toros que «se dejan», tan buscados ahora por muchos ganaderos y diestros. Era, sencillamente, una gran toro bravo: algo muy difícil de conseguir pero bellísimo, emocionante. Ha confirmado así Santiago Domecq sus rotundos éxitos, esta temporada, de Sevilla y Madrid. Los ingenuos preguntan: «¿Por qué no eligen torear estos toros las primeras figuras»? Los que saben un poco, contestan: «Precisamente, por eso»… Así nos va.

FICHA

  • SANTANDER. Miércoles 24 de julio. Casi lleno. Toros de El Pilar, nobles pero sin fuerza ni casta.
  • JOSÉ MARÍA MANZANARES, de nazareno y oro, estocada trasera (silencio). En el cuarto, estocada trasera y tendida (silencio).
  • ALEJANDRO TALAVANTE, de habano y oro, pinchazo y estocada caída (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (escasa petición y saludos).
  • TOMÁS RUFO, de nazareno y oro, rotunda estocada (oreja). En el sexto, gran estocada (dos orejas). Sale a hombros.