80 años del Levantamiento de Varsovia, el orgullo polaco que construyó una nación
Fueron 63 días por la dignidad y por la libertad. Los polacos, ultrajados hasta los límites, prefirieron morir antes que seguir soportando la opresión
Tras años de sometimiento y de vejaciones, los varsovianos construyeron una historia de honor para el recuerdo. Fue el 1 de agosto de 1944, Se levantaron, el pueblo, contra los opresores, contra los nazis y su ejército. Algo parecido a lo de los españoles contra Francia en el XIX. Fue ese orgullo, ese espíritu de patria, lo que sacó a las calles a la gente armada con palos y cuchillos de cocina. Con lo que tuvieran a mano frente a la poderosa maquinaria de guerra alemana.
Fueron 63 días por la dignidad y por la libertad. Los polacos, ultrajados hasta los límites, prefirieron morir antes que seguir soportando la opresión. Dicen que murieron 200.000 civiles, la mayoría ejecutados, durante la represión nazi que vino tras el alzamiento. Los aliados no llegaron a tiempo y el «ejército» polaco estaba formado mayormente por partisanos que sí pudieron recibir algún armamento insuficiente por aire.
Pero la insurrección fue mal desde el principio. Algunas victorias por zonas quedaron separadas unas de otras. La batalla se convirtió en guerra de guerrillas. Barricadas y desastre. Hitler lo convirtió en una causa personal y ordenó la destrucción. Envió refuerzos y se sucedieron las matanzas. No se paró en nada. la aviación destruyó hasta los hospitales con la Cruz Roja. La destrucción fue total e irreversible hasta la capitulación final. Hasta el mismísimo sanguinario y cruel Himmler comparó la crudeza de los combates y de los actos con los ocurridos en Stalingrado.
Después vaciaron Varsovia. Enviaron a los civiles a campos de concentración donde serían ejecutados. Demolieron la ciudad con la psicópata minuciosidad con la que procedieron a la exterminación de los judíos. Dicen que Hitler quiso convertir Varsovia en un lago: un socavón inmenso para recordar la valentía de hombres, mujeres y niños. El Ejército Rojo, del que se cuenta que Stalin retuvo para conquistar la ciudad con mayor facilidad, tomó una Varsovia en ruinas en enero de 1945, pero cuya semilla ya invencible estaba a punto de empezar a crecer entre la desolación.