Las palabras que la izquierda trata de imponer
Fachosfera, lawfare o pseudomedios son las últimas incorporaciones del diccionario ideológico
La lengua configura nuestra forma de pensar. Hay palabras que se introducen para inculcar una ideología, y otras que se suprimen para eliminar valores. El lenguaje puede convertirse en una herramienta para manipular a la gente. Todo eso lo advirtió George Orwell en su novela 1984, pero la construcción de un vocabulario al servicio de la izquierda está hoy en España más viva que nunca. Estos son algunos ejemplos:
Fachosfera. El propio Pedro Sánchez utiliza esta palabra para descalificar a los que no piensan como él. La define como una conjunción de «ultraderecha» que genera «crispación» y «huele a naftalina».
Lawfare. Consiste en emprender acciones judiciales para desacreditar o destruir a un adversario político. Este término irrumpió en la actualidad española en plenas negociaciones de la Ley de Amnistía para tratar de desacreditar a los jueces que investigaron o condenaron los delitos que se cometieron durante el proceso separatista. Ahora Sánchez también lo utiliza y se define como una víctima de esta supuesta práctica.
Hitos. Casi todos los martes, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, los miembros del Gobierno utilizan la palabra hito para referirse a cualquier decisión o medida aprobada dentro de la rutinaria Administración del Estado. Venden como algo excepcional decisiones ordinarias.
Micromachismo. Cuando no se puede calificar un hecho de machismo, porque sonaría exagerado, se habla de micromachismo. Por ejemplo, si un camarero sirve sin preguntar la cerveza al hombre y el refresco a la mujer puede tratarse de un simple error, pero ellos lo llaman micromachismo y hacen creer que todavía en España hay mucho camino por recorrer para alcanzar la verdadera igualdad entre el hombre y la mujer.
Pseudomedios. Es la palabra que utilizó el presidente del Gobierno para tratar de descalificar a los medios de comunicación incómodos, independientes o críticos que discrepan de su forma de gobernar y a los que busca asfixiar financieramente.
Fango y lodo. Estos dos términos también forman parte del diccionario de Sánchez y tienen como objetivo desacreditar cualquier información que resulte molesta al Gobierno.
Nuevas masculinidades. Estas dos palabras son muy utilizadas por Cooperación Española, que se define a sí misma como feminista. Por muy sorprendente que resulte, se las han llegado a inculcar a las indígenas mayas de Guatemala en los talleres y actos que financia el Estado español. Se utiliza para definir al «hombre bueno» con las mujeres, según las feministas.
Migrante. En España siempre se han utilizado los términos emigrante (la persona que parte al extranjero o a otra región para mejorar su forma de vida) e inmigrante (el extranjero que viene a España). Ahora, el Gobierno ha sustituido ambos términos por la palabra migrantes, que es la que utilizan las organizaciones internacionales de una forma neutral, porque no pertenecen al país emisor ni receptor. En España, la diferencia entre unos y otros es enorme: hay 8,6 millones de inmigrantes frente a los 2,7 millones de españoles que viven en el extranjero.
Latinoamérica. «Este término lo acuñó un esbirro de Napoleón III, a modo de arma propagandística para devaluar la influencia española en América», explica el profesor Antonio Castillo Algarra, quien remite al libro de Julián Marías La Comunidad Hispánica de Naciones para conocer el origen de este término, que se empleó por primera vez en 1861. Por lo tanto, los españoles que están orgullosos de su pasado utilizan el término Hispanoamérica.
Descolonizar. Esta palabra la utiliza el ministro Ernest Urtasun para justificar la revisión que quiere hacer de los museos españoles. Pero en España no hay nada que descolonizar porque sus territorios en ultramar no eran colonias, sino provincias españolas.
Hermanos y hermanas. En su última comparecencia en público, Pedro Sánchez se dirigió con estas palabras, más propias de un sacerdote, a todos los españoles. También Irene Montero recurría a este término con el famoso «hermana, yo sí te creo» y Nicolás Maduró la usó para pedir el voto a los «hermanos de la clase obrera».
Resiliencia. Esta palabra es la favorita de Pedro Sánchez y hace referencia a la «capacidad de adaptación de un ser vivo frente a una situación adversa». El presidente del Gobierno se ha construido a si mismo una imagen de hombre que renace de sus cenizas y con capacidad de superación, pero lo cierto es que encaja muy mal la crítica y la frustración.
Empoderar. Significa hacer poderoso o dar autoridad a alguien. Aunque ya existía en español la palabra apoderar, el feminismo ha preferido hacer suya esta nueva versión, que es una traducción literal del inglés empower.
Inclusivo. Según el diccionario de la Real Academia Española, significa «que incluye o tiene capacidad de incluir». Pero esta palabra no es tan inocente como parece, porque su aplicación radical está destrozando el idioma español, al tratar de feminizar palabras que suenan a masculino sin serlo (por ejemplo, miembro) y porque niega la naturaleza neutral del masculino (por ejemplo, los espectadores).
Paridad. Esta palabra solo significa igualdad o semejanza, pero su aplicación real discrimina al hombre. Por ejemplo, la ley de Paridad aprobada en junio por la izquierda en el Congreso de los Diputados permite que el 100 % de los miembros de los Consejos de Administración y altos cargos de instituciones y grandes empresas sean mujeres. Sin embargo, los hombres no pueden superar el 60 %.
Sororidad. Se refiere a «la solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento». La Real Academia Española la incluyó en el diccionario hace seis años a petición de un grupo de mujeres de Podemos.