Tomás Rufo sigue siendo ídolo en Pontevedra
Sale a hombros en una interesante corrida de Alcurrucén, que cierra brillantemente la Feria de la Peregrina

Tomás Rufo cortó tres orejas a su lote, aunque mereció las cuatro
El segundo cartel de esta Feria me parece todavía mejor que el primero, en toros y en toreros: el resultado lo confirma. Los toros de Alcurrucén muestran casta, interés y ciertas dificultades: un toro encastado las suele tener. Los peores, 4º y 5º. Los mejores, 3º y 6º. Con el mejor lote, Tomás Rufo, muy querido por esta afición, lo da todo, dentro de una línea clásica, sale a hombros de esta afición que tanto lo quiere. A su lado, Daniel Luque da una verdadera lección de lidiador, aunque sólo corte un trofeo. Igual que Morante, tan artista como siempre, en el único toro que se lo permite.
Después de su voluntario descanso, Morante de la Puebla ha vuelto a los ruedos –no exagero– al máximo nivel. No siempre el público lo advierte. Si Morante se encuentra bien, física y mentalmente, sigue sin tener rival. (Una pregunta poco agradable: ¿cómo resistirá la Fiesta, cuando se retire definitivamente?). Además de estética –también otros toreros la tienen– posee valor, clasicismo y afición, para nutrirse del toreo clásico.
Se desploma el primero, apenas aparece en el ruedo. «Le ha dado un telele», es el certero diagnóstico de una señora rubia. El sobrero, altito, sale suelto. Morante dibuja cuatro verónicas excelentes. El toro acude pronto dos veces al caballo, se cuela claramente por la derecha. Lógicamente, en seguida Morante toma la izquierda, traza naturales pero el toro empieza a protestar. Cambia a la mano derecha y el toro empieza a embestir por ahí noble y suave: los misterios de la casta. Lo aprovecha Morante corriendo la mano en muletazos suaves, clásicos, con gran naturalidad. Faena justa, medida: estocada corta y oreja.

Morante de la Puebla ha vuelto de su descanso al máximo nivel
Creo que Daniel Luque es, ahora mismo, el mejor lidiador. Tiene gran capacidad, en todos los tercios: capote, muleta y espada. Ha visto las orejas al lobo y no quiere volver a caer. ¿Qué le falta? Saber «venderse»: tiene su carácter, no ha logrado que el gran público lo vea con simpatía y cariño. Además, no debe dejar de torear corridas encastadas: sólo con ellas, marca la diferencia. Si, por comodidad, mata corridas «que se dejan», no necesitará mostrar su capacidad, cualquier presunto «artista» podrá mojarle la oreja. Me gustaría ver en los ruedos su rivalidad con Roca Rey.
El segundo toro sale desentendido de los capotes, acude pronto al caballo, hace hilo en banderillas (gran quite de Fernando Sánchez). Luque no le duda. Lo lleva al sitio adecuado, le da la distancia justa, el toro saca su casta y el torero, su mando. Una faena magistral, por la capacidad: sin despeinarse, ha metido en el canasto a un toro que no estaba nada claro. Lo demuestra con unas luquecinas. Un metisaca, antes de la estocada, deja el premio en una oreja. En mi recuerdo queda una faena de gran mérito. ¿Cuántos matadores actuales hubieran logrado eso, con ese toro?

Daniel Luque, con la muleta, en la segunda y última corrida de la Feria de la Peregrina
El quinto tiene movilidad pero es deslucido, sale huido, protesta. Traza Daniel buenas verónicas, cargando la suerte, ganando terreno. Muy pocos muletazos le bastan para sujetarlo pero el toro sigue protestando, no se entrega. Una faena de más mérito que brillo, a los sones de la Luna de España, aquí tradicional. El público y la música han tardado en valorar esta lección lidiadora. Mata de pinchazo hondo de rápido efecto y no logra la oreja, a pesar de su gran tarde.
En su primer año de alternativa, Tomás Rufo abrió la Puerta Grande de todas las Plazas importantes en las que toreó. En otra época, con más afición, habría entrado en el grupo de las primeras figuras pero todavía no lo está; no aparece en los carteles de todas las grandes Ferias, como debiera. Como decía Mourinho, polémico pero nada tonto, «¿por qué, por qué?». En Pontevedra, una Plaza muy suya, necesita triunfar.
Lo sabe y sale a por todas, pero sin alejarse del toreo clásico. Recibe al tercero con verónicas, cargando la suerte. El toro es bravo, casi derriba al caballo. Cita de rodillas, de largo, y liga templados derechazos. El toro se apaga pronto pero Tomás lo exprime del todo; cuando se para, recurre al encimismo. Y se vuelca en el volapié: dos orejas le aseguran la salida a hombros.
Cierra la Feria un precioso burraco, que tiene casta y humilla mucho pero hay que llevarlo muy sometido. Se luce Fernando Sánchez en banderillas, como tantas tardes. Tomás se esfuerza por alargar las embestidas y el toro saca su noble fondo. Lo cuaja por completo, a cámara lenta, por los dos lados: levanta un clamor. Ya con la espada en la mano, vuelve a echarse de rodillas, para amarrar el triunfo. Deja otra gran estocada pero el bravo toro se resiste a caer, entre aplausos del público. Si hubiera rodado pronto, le hubieran dado el rabo, al torero, y hubieran pedido la vuelta al ruedo, para el toro. Aplaude Rufo al bravo toro y, para que la gente no se impaciente, toma el descabello. (El toro estaba a punto de rodar: el público debe aprender a esperar). Falla una vez, acierta a la segunda. El Presidente, incomprensiblemente, sólo le da una oreja, en vez de las dos, que estaban cantadas y merecidas. Una clara falta de criterio. No importa mucho porque Rufo sale a hombros, pero mereció hacerlo con cuatro orejas en la mano, no con tres. Sigue siendo el ídolo de Pontevedra: se lo ha ganado a pulso, con su entrega total y buen toreo. Y merece entrar en los carteles de más Ferias.

Tomás Rufo sale a hombros de la Plaza de Pontevedra, que lució prácticamente llena
Con este feliz resultado, concluye la de Pontevedra, bien planteada, que merece todos los apoyos. No debe rendirse a la propaganda pagada de los antitaurinos y cederles zonas de España donde sí hay aficionados a los toros. Eso es lo que querría el ministro Urtasun, enrocado en su sectaria oposición a la Fiesta, por formar parte de la cultura popular española. También lo querría el ministro Puente, que se mete a denigrarla como «irrelevante», en vez de hacer lo que es su obligación, por la que recibe su sueldo: arreglar el lamentabilísimo caos actual de la Renfe, símbolo claro de la España de Pedro Sánchez.
En esta Feria, los aficionados gallegos –y de todo el mundo taurino– se han emocionado y han disfrutado con el arte de los toros, que les ha hecho olvidar, por un rato, el bochorno a que nos han condenado Puigdemont y Pedro Sánchez. A Pontevedra volveremos el año que viene, si Dios quiere.
POSTDATA. El 11 de agosto de 1934, hace ahora exactamente noventa años, fue herido mortalmente en Manzanares Ignacio Sánchez Mejías. Al día siguiente, estaba anunciado en la Plaza de Pontevedra. Como he estudiado en varios libros, Ignacio fue un gran torero, de extraordinario valor, y un hombre excepcional: mecenas de la generación del 27, autor de teatro, crítico de sus propias corridas, impulsor de un espectáculo con La Argentinita, jugador de polo, presidente de un club de fútbol… En los cuernos del toro, herido de muerte, le dijo a Alfredito Corrochano (él me lo contó): «Por ahí, no; entra por el otro lado». Federico García Lorca, su amigo, le dedicó su Llanto: «No hubo príncipe en Sevilla / que comparársele pueda…/ Aire de Roma andaluza / le doraba la cabeza». No lo cantó como torero sino como persona, por la lucidez y dignidad con las que afrontó la muerte: un auténtico héroe.
FICHA
- Pontevedra. Fiestas de la Peregrina. Casi lleno. Toros de Alcurrucén, serios, con casta, interés y juego desigual; los peores, 4º y 5º; los mejores, 3º y 6º.
- MORANTE DE LA PUEBLA, de vainilla y oro, con cabos negros, estocada corta (oreja). En el cuarto, pinchazo, media atravesada y descabello (algunos pitos).
- DANIEL LUQUE, de frambuesa y oro, con cabos blancos, metisaca y estocada (oreja y petición de la segunda). En el quinto, pinchazo hondo (ovación).
- TOMÁS RUFO, de azul noche y plata, buena estocada (dos orejas). En el sexto, gran estocada y dos descabellos (aviso, oreja, fuerte petición de la segunda). Sale a hombros.