Novilleros sin espada en Gijón
Con buenos novillos de tres hierros, Manuel Román y Marco Pérez Fallan en la suerte suprema
Daniel Luque y Diego Ventura, con su maestría, lograron que el comienzo de la Feria de Begoña haya sido merecidamente triunfal. En la segunda de las cuatro tardes, un cartel poco frecuente: el mano a mano de dos novilleros. Recuerdo carteles semejantes pero hace muchos años: Aparicio y Litri, Montero y Pedrés, quizá Roberto Domínguez y Julio Robles… No es fácil que esta pareja actual llegue a consolidarse pero es imaginativo intentarlo.
Está bien pensado que cada uno mate un novillo de una de las tres ganaderías elegidas: los santacolomas de La Quinta; los domecqs de El Freixo, propiedad de El Juli, que están dando gran juego, y los bien conocidos de Núñez del Cuvillo. Lógicamente, a cada novillero le toca uno de cada ganadería.
La entrada es buena; el resultado, menos triunfal de lo que se esperaba, y no por culpa de los novillos: casi todos han dado buen juego, destacando los dos de La Quinta y el cuarto, de El Freixo. Sólo Marco Pérez logra cortar una oreja, en el cuarto. En todos los demás –lamento decirlo– los diestros han estado hechos unos auténticos pinchaúvas.
El cordobés Manuel Román tiene 18 años. Ésta es su segunda temporada como novillero sin caballos. Fue premiado el año pasado, en Gijón. Nació en una casa cercana a la de Manolete. Ha suscitado notable ilusión en su tierra. Intenta torear –ha declarado– con pureza y despaciosidad.
El primero, de El Freixo, justo de presencia y fuerza, saca nobleza. Román se luce en un quite por chicuelinas y corre la mano con con cierto gusto y empaque pero pincha antes de una estocada atravesada.
El tercero, de la Quinta, embiste mucho y bien. Román quita con el capote a la espalda. Aprovecha a medias la buena casta del novillo, con muletazos más estéticos que de mando y sin apreturas. Mata mal, a la tercera.
El quinto, de Cuvillo, empuja en el caballo, también da buen juego. El joven diestro lancea muy compuesto y muletea con gusto; logra algunos naturales limpios, que tienen eco en los tendidos. Lo suyo, desde luego, es la estética vertical, más que el dominio. Hubiera podido cortar una oreja pero vuelve a matar mal y todo se difumina.
El salmantino Marco Pérez es lo que siempre se ha llamado un fenómeno: ha abierto ya las Puertas Grandes de Madrid, Sevilla y muchas Plazas importantes, con sólo 16 años. Además, no es alto y tiene un aspecto aniñado. Todavía no lleva un año toreando con picadores pero tiene ya una legión de seguidores.
Muchos niños prodigio han llegado a primeras figuras: Joselito, Marcial, Luis Miguel, Paco Camino, El Niño de la Capea, El Juli… Pero no pocos se han quedado en promesas.
A Marco Pérez le toca despejar esa incógnita. Todos le reconocen gran capacidad, claridad de ideas, facilidad para manejar capote y muleta. Hace poco, en Santander, bajo el diluvio universal, se sobrepuso a varias cogidas y demostró su casta torera. Creo que su riesgo es la facilidad con la que ha asimilado los usos de la actual tauromaquia: debe intentar ahondar en su personalidad y profundizar en su estilo.
El segundo, de Cuvillo, empuja en el caballo, da juego aceptable pero pronto se queda corto. Marco se gana al público por su facilidad, soltura y desparpajo. Quita por navarras. Comienza de rodillas, con derechazos, llevando largo al toro. El trasteo es correcto, rapidito. Calienta el público con muletazos invertidos (la fea moda actual) pero no mata bien: un pinchazo atravesado y tres descabellos.
El cuarto, de El Freixo, más cuajado, embiste largo, repite y humilla, da muy buen juego. Marco muletea afanoso, con notable oficio, mucha voluntad, algo acelerado. Entra a matar de lejos, carteando, deja una estocada caída que le vale una oreja.
El sexto, de La Quinta, sale tan bueno como el último de ayer, derriba en el caballo, transmite emoción. Marco busca afanosamente, con capote y muleta, la otra oreja que necesita para salir a hombros. El trasteo es largo, desigual, acelerado, con momentos brillantes. La conjunción de toro y torero ha logrado que el público entre en la faena pero, de nuevo, la espada lo emborrona todo: necesita tres pinchazos antes de la estocada y todo queda en una ovación de despedida.
Un mano a mano –se supone– implica cierta rivalidad. Si no recuerdo mal, ninguno de los dos novilleros ha entrado al quite, en el toro de su compañero. Esto, antes, hubiera sido impensable.
No se trata de extremar el rigor con los jóvenes novilleros pero la realidad es que el buen juego de casi todos los novillos propiciaba un triunfo más rotundo: no se puede triunfar matando tan mal. En esto, incluyo a los dos. Han cogido el vicio actual de entrar de lejos, dar varios pasos rápidos antes de llegar al toro y dejar la espada. Lo contrario de la norma clásica: «en corto y por derecho». Y hay que volcarse más sobre el morrillo. El carretón les espera.
FICHA
- Gijón. Feria de Begoña. Viernes 16 de agosto. Tres cuartos de Plaza. Novillos de El Freixo (1º y 4º), Núñez del Cuvillo (2º y 5º) y La Quinta (3º y 6º): en general, nobles y de buen juego. Destacan los dos de La Quinta y el 4º, de El Freixo.
- MANUEL ROMÁN, de lila y plata, pinchazo, estocada atravesada y dos descabellos (silencio). En el tercero, tres pinchazos y tres descabellos (aviso, silencio). En el quinto, cuatro pinchazos y cinco descabellos (aviso, silencio).
- MARCO PÉREZ, de purísima y oro, pinchazo atravesado y tres descabellos (silencio). En el cuarto, estocada caída (oreja). En el sexto, tres pinchazos y estocada (aviso, ovación de despedida).