Walter Scott, el escritor de novelas épicas que logró que un Rey de Inglaterra vistiera minifalda
El escritor escocés de literatura histórica, autor de Ivanhoe, es en gran medida el responsable de la imagen de Escocia que se ha generalizado hasta hoy
Walter Scott, que nacía en Edimburgo un 15 de agosto de 1771, está considerado el padre de la novela histórica.
O, más bien, de la novela historicista, por la gran cantidad de inexactitudes históricas y errores de documentación que contienen sus, por otra parte, brillantes historias.
Ivanhoe, Rob Roy, El Pirata o Waverley son algunas de las novelas que el escritor escocés ha legado a la literatura universal donde el tema histórico, la aventura y el orgullo por la pertenencia a Escocia han centrado sus argumentos.
Su afán por recuperar las tradiciones escocesas le llevó, en muchos casos, a recrear o directamente inventar algunas señas de identidad supuestamente locales, como el diseño de algunos tartanes de los kilts (faldas tradicionales) de clanes escoceses.
Su visión idealizada de Escocia y, sobre todo, de las Tierras Altas, ha prevalecido hasta nuestros días como la quintaesencia cultural escocesa. No en vano, la experta en literatura de la Universidad de Plymouth, Annika Bautz, lo definió en la BBC como «el hombre que se inventó Escocia».
Lo cierto es que Walter Scott, escocés de las Tierras Bajas, desconocía por completo cómo eran las Tierras Altas y, en gran medida, se las inventó.
Su descripción de unas Tierras Altas inexistentes, sin embargo, se convirtieron en el ideal de lo que debía ser Escocia, y a fuerza de querer ser como la copia idealizada, el original terminó desvirtuándose.
Su poema épico Bonnie Dundee, donde canta las gestas del jacobita Vizconde Dundee, se ha convertido en referencia para el nacionalismo escocés.
En su reconstrucción histórica, cultural y nacional de Escocia –hábilmente instrumentalizada por los independentistas escoceses de hoy– tuvo como cómplice esencial al Rey de Inglaterra Jorge IV en 1822.
Su visita a Escocia y a sus Tierras Altas fue la primera de un rey británico en 200 años y situó el territorio en el mapa mental de la élite cultural británica.
Scott, ya en pleno disfrute de gloria, fama y fortuna, fue el artífice de aquella visita. Según explica Annika Bautz, el escritor montó toda una parafernalia folclórica, en gran parte fruto de su inventiva, para dar a la visita real una atmósfera épica propia del romanticismo imperante en la época.
El Rey –continúa la descripción de la visita reseñada por Bautz en la BBC– también acudió a las Tierras Altas con una falda escocesa especialmente diseñada para la ocasión pero, por un error en las medidas o por desconocimiento de lo que debía ser un kilt, la falda de Jorge IV era demasiado corta, le quedaba muy por encima de la rodilla y dejaba ver más de lo estrictamente necesario, incidente que deslució un tanto la visita.
Inevitablemente, la imagen del Rey Jorge IV en «minifalda» escocesa fijó durante bastante tiempo el imaginario de la falda escocesa tradicional, e incluso se inmortalizó la imagen del legendario héroe escocés Rob Roy protagonista de la novela de Walter Scott, vestido a la escocesa del Rey inglés.
La parte positiva es que, el gesto de Jorge IV, permitió rehabilitar el kilt, parcialmente prohibido durante 200 años, aunque fuera en su versión idealizada pensada por Walter Scott.