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Crónica deAndrés AmorósGijón

Cariñosísima despedida de Ponce en Gijón

Sale a hombros con Ginés Marín, en una corrida de Cuvillo, noble pero con muy poca casta, fuerza y emoción

Ginés Marín y Enrique Ponce, a hombros en el último festejo de la Feria de Begoña (Gijón)EFE

Legamos al final de esta Feria. Da gusto siempre volver a Gijón y los toros son un atractivo turístico más de la ciudad. En la Plaza o en sus alrededores he saludado, estos días de Feria, a gentes venidas de todos los rincones de España. Es mérito de la alcaldesa, que lo ha hecho posible, del empresario, que lo ha realizado, y de la afición, que lo mantiene.

Los carteles estaban bien pensados. ¿Cuál ha sido el punto más débil? Como suele suceder, el toro: esta vez, bajo de presentación y de casta. Aquí, como en otros cosos, he visto muchos toros que «se dejan», bondadosos, con las fuerzas justas. Así está la Fiesta. Hay que repetir mil veces que el toro es el fundamento de todo: sin toros bravos y fuertes, todo flaquea.

Núñez del Cuvillo es una de las ganaderías que más lidian. La puso en lo alto José Tomás. Vuelve ahora a estarlo, con resultado desigual: magnífico, en El Puerto de Santa María, propició el éxito de Morante, Roca Rey y Ginés Marín (los dos últimos, repiten, esta tarde); regular, en San Sebastián. Esta tarde, todos han sido manejables, todos «se han dejado» (la horrible expresión actual), todos han tenido muy poca casta, fuerza y emoción.

Ha incluido Enrique Ponce en su gira de despedida a Gijón: aquí ha tenido muchos triunfos y tiene grandes partidarios. Es la hora de recoger el cariño que se ha ganado, a lo largo de los años, no hay que ponerse cicatero. Pero también he de contar lo que he visto.

Lo reciben con una ovación. De salida, el primero, cómodo de cabeza, embiste con nobleza: traza Enrique fáciles verónicas y quita por chicuelinas, después de que el toro haya hecho sonar el estribo, en el caballo (un signo claro de escasa bravura). Es muy noble pero justo de fuerzas. Por la derecha, le permite torear tan relajado como si estuviera en un tentadero; por la izquierda, protesta un poquito más. Acaba con derechazos de rodillas, limpios y lentos, acogidos con entusiasmo. Ha sido el toro ideal para un homenaje. A la hora de matar, el toro mueve la cabeza y Enrique logra la estocada a la tercera. Con toros así, podría estar en activo hasta los setenta años.

Enrique Ponce, de rodillas ante su segundo toro (cuarto de la tarde), al que cortó las dos orejasEFE

El cuarto sale echando las manos por delante, no se entrega, quiere irse y, además, flaquea, antes de acudir al caballo. Aún así, le pegan mucho. Brinda de nuevo al público.

Con su conocida facilidad, lo mete pronto en la muleta, al son de la preciosa marcha procesional Caridad del Guadalquivir, aunque el toro protesta, primero, y, muy pronto, se apaga. Le saca muletazos sueltos, con gran conocimiento, facilidad y armonía. Las poncinas finales desencadenan el entusiasmo general. Lo cuadra andándole por la cara: un detalle muy torero. Y mata con decisión: dos orejas. En la vuelta al ruedo, recoge todo el afecto de este muy cariñoso público.

La presencia de Roca Rey garantiza una gran entrada. El segundo, un bonito toro, color melocotón, embiste pegajosito, las verónicas no salen limpias. Recurre al efectismo de unas chicuelinas embarulladas y acierta: el público aplaude más lo menos bueno. Pican muy poco al toro pero sale del caballo cayéndose; tardea y se duele, en banderillas. Aplauden el comienzo habitual del peruano , con tres espaldinas. El toro embiste bondadoso, justo de fuerza y casta, no plantea a Roca ningún problema, salvo el de que transmite muy poca emoción. El trasteo es fácil y voluntarioso. Para calentar al público, ha de recurrir al encimismo y los muletazos invertidos. Pincha, antes de la estocada.

El quinto sale con pies, flaquea pero acude con bravura al caballo; recibe un buen puyazo de José Manuel Quinta y se luce con los palos Punta. Seguimos sin toreo de capa ni quites. Comienza de rodillas y al público le gusta, aunque el toro también se cae; luego, queda cortito, tardea, ha de gritarle Andrés cinco veces «¡Eh!» para que embista. ¡Qué desesperación! Este toro no dice nada y se cae varias veces. La técnica es indiscutible, como su valor, pero con toros tan justos de todo… El toro parece una estatua, ha de meterse dentro de su terreno y sacarse a la res por delante y por detrás. Al pinchar, el toro lo engancha: por muy parado que esté, el momento de la espada siempre es peligroso. Pincha otra vez, antes de la estocada: aún así, oreja.

Roca Rey fue cogido por su segundo toro al entrar a matarEFE

Roca Rey, en la arena de la plaza de El Bibio durante el percanceEFE

Después de un San Isidro gris, Ginés Marín ha remontado, con grandes faenas (y alguna voltereta). Hay que seguir así. El tercero embiste ya muy corto de salida, no le deja estirarse a la verónica. Además, hace sonar el estribo, le pegan poco pero flaquea, sale desentendido. Con oficio y garbo, le enseña a embestir, en un trasteo muy correcto, aunque el toro apenas dice nada. Con embestidas tan cortas, no cabe la emoción. Mata atracándose de toro, como suele, y eso provoca que le den la oreja, aunque la faena fue sólo tibia.

El último sale dormidito, queriendo irse ya de los templados lances de Ginés Marín. Aplauden a su padre porque mide el castigo. Brinda a la alcaldesa, Carmen Moriyón, a la que se debe en gran medida que hayan vuelto los toros a Gijón. (A su lado, en el palco, la gran aficionada asturiana Pilar Vega de Anzo). Desde el comienzo de la faena, el toro parece embestir con la reserva, agotado el depósito de bravura. Ginés Marín está inteligente, voluntarioso y torero… casi sin toro. Con esfuerzo, le arranca los medios muletazos que puede. Tiene mérito pero es desesperante ver un toro con tan poca casta. Al final, lo mata a la segunda y el público exige la oreja.

Ginés Marín con el segundo de su lote, al que cortó una orejaX: @ginesmarinm

Salen a hombros Ponce y Ginés Marín. Ya lo aclaró Pascal: «El corazón tiene su razones…». Hay que respetarlas pero no bajar demasiado la exigencia.

Me deja esta Feria, sobre todo, el recuerdo de dos faenas grandes de verdad: la de Daniel Luque, premiada con dos orejas, y la de Morante, con un manso, aunque no cortara trofeos, por fallar con la espada.

Al final de la tarde, recuerdo el himno popular: «Ese Gijón que quiero y que tanto adoro, / ese Gijón de ensueño es un tesoro, / lo llevaré muy dentro de mis entrañas, / no te olvidaré nunca, Gijón del alma».

Me uno a eso y espero con ilusión volver al Bibio: si es con toros más serios, más fuertes y más encastados, mucho mejor.

FICHA

  • GIJÓN. Domingo 18 de agosto. Casi lleno. Toros de Núñez del Cuvillo, nobles pero con muy poca casta, fuerza y emoción.
  • ENRIQUE PONCE, de rosa palo y oro, 2 pinchazos y estocada (saludos). En el cuarto, estocada (dos orejas).
  • ROCA REY, de rioja y oro, pinchazo, estocada contraria y descabello (aviso, saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada (oreja).
  • GINÉS MARÍN, de lila y azabache, estocada (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada (oreja).
  • Salen a hombros Ponce y Ginés Marín.