El alma fascista de la ideología woke: «Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad»
La expansión del movimiento woke pone de relieve los profundos vínculos entre esta ideología y los totalitarismos fascistas del siglo XX
Para los ideólogos del movimiento woke, el mundo occidental está experimentando un «despertar» en el que la población blanca, masculina y heterosexual debería identificarse como opresora y tomar conciencia de la supuesto abuso que a la que a lo largo de los siglos habría sometido a personas de otras razas, a mujeres y homosexuales.
Como consecuencia, las generaciones presentes y futuras de hombres blancos heterosexuales deben expiar una culpa secular (la «culpa blanca»), desprenderse de sus supuestos privilegios y someterse a una discriminación positiva en su contra, quedando relegados social, política y económicamente frente a los miembros de comunidades que, tradicionalmente, habrían sido desfavorecidas.
Por el hecho de ser blanco se es sospechoso de ser supremacista. Por el hecho de ser hombre se es sospechoso de ser un violador (de ahí el lema feminista «el violador eres tú», es decir, todos los hombres, sin excepciones).
Esta atroz y demencial ideología sostenida en un constante victimismo se ha abierto camino paso a paso y ha logrado conquistar importantes espacios de influencia en Estados Unidos y Europa, colonizando universidades, administraciones públicas e incluso algunas instituciones religiosas.
Sus principales impulsores han sido sectores de la izquierda política y cultural acomodada y burguesa. Marxistas que han cambiado la lucha de clases por la lucha de identidades. De hecho, la gran disponibilidad de fondos para financiar el proyecto –con el respaldo de grandes fortunas– se encuentra detrás de su éxito.
La ideología woke no se dirige, como sus promotores tratan de hacer creer, a tratar de erradicar determinadas injusticias referidas al racismo, al machismo o al enquistamiento de la pobreza.
Más bien tiene una visión global, es decir: sus promotores tienen una idea de sociedad global muy concreta y tratan de imponerla descartando todo aquello que contradiga su proyecto o trate de combatirlo.
Se consolida así una desigualdad social y económica –en virtud de criterios de discriminación de raza, sexo y pertenencia a grupo– entre una minoría que acumula recursos y una mayoría que no tiene acceso a ellos. Justo lo contrario de lo que dicen combatir.
En definitiva, la ideología woke es profundamente racista, discriminatoria y liberticida. Es ahí donde la ideología woke se da la mano con filosofías antihumanistas como el existencialismo, el nihilismo, el cientificismo (no confundir con la ciencia), el materialismo o el positivismo.
El superhombre
La ideología woke bebe directamente del principio filosófico propuesto por Friedrich Nietzsche: «Dios ha muerto, lo hemos matado», «las iglesias son la tumba de Dios», «el superhombre es el sentido de la tierra», «muertos están todos los dioses. Que ahora viva el superhombre».
La idea del hombre convertido en dios (en superhombre), dueño de su propia moral, de su propia escala de valores, sin un Dios de donde surja una ley natural, de hecho, sin ley natural alguna que limite la libertad –o libertinaje– del hombre, triunfó en su día con los totalitarismos fascistas y triunfa hoy en el totalitarismo woke.
Y es que, prestando un mínimo de atención, surgen con evidencia los vínculos entre la propaganda woke y los mandamientos ideológicos del nazismo, resumidos por el ideólogo del Tercer Reich y ministro nazi de propaganda, Joseph Goebbels, en sus once principios de propaganda.
La verdad queda orillada y es que el relativismo es uno de los pilares –quizás el central– de la ideología woke.
«Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad», rezaba el principio de orquestación de Goebbels. Hoy a ese principio se le ha dado una vuelta de tuerca.
Ya no es que se renuncie a la búsqueda de la verdad, que también, sino que la verdad se convierte en algo volátil e intangible: hoy la verdad es esta, mañana aquella, y lo que ayer defendía como verdad, hoy la condeno.
¿Nos suena ese fenómeno? Lo profetizó George Orwell en los años cuarenta con su novela 1984, donde denunciaba el triunfo de nuevos y criminales totalitarismos disfrazados de tolerancia y felicidad.
No en vano, el archivo personal de Orwell está en proceso de división, dispersión y, por lo tanto, de pérdida, con el pasotismo cómplice de las administraciones. Su obra es un riesgo para los preceptos de ideologías liberticidas que, como la woke, tratan de presentarse como defensoras de los derechos humanos, pues exponen su desnudez ante el espejo de la verdad.
En su propaganda y proceso para imponer sus principios, el movimiento woke se sirve de viejas estrategias de manipulación también usadas por los jerarcas nazis.
Estrategias estudiadas años después de la Segunda Guerra Mundial y que dieron lugar a teorías como la espiral del silencio (identificada y descrita en 1977 por Elisabeth Noelle-Neumann) o la estrategia del carro ganador.
Son estrategias que llevan a la cancelación social, a la marginación y al ostracismo a todo aquel que no asuma los postulados que se intentan imponer.
De esa manera, casos como la exigencia de hincar rodilla como símbolo de adhesión al movimiento Black Lives Matter –profundamente enraizado en la ideología woke–, u otros símbolos equivalentes, pueden identificarse con la obligación en los regímenes fascistas de realizar el saludo romano o la adhesión mesiánica al líder.
¿Dónde queda aquí el espacio para la libertad individual, ideológica y de conciencia? En ningún sitio. Como hemos dicho, la ideología woke es profundamente liberticida: la libertad es la enemiga y hay que erradicarla. Eso sí, con una sonrisa y con palabras amables.
Por miedo a la cancelación, el hombre queda reducido a una masa orteguiana y la masa se somete a los preceptos woke. ¿Que la corriente presuntamente dominante (woke) dice que hay que hincar rodilla? Pues se hinca rodilla y a seguir. Por qué o para qué se hinca rodilla es lo de menos. Lo importante es que no te identifiquen como un enemigo y te cancelen.