Fundado en 1910
John Rawls

John Rawls

El Debate de las Ideas

Liberalismo político y religión rawlsiana

Para Rawls, todas las «doctrinas comprehensivas» (como él las llama) religiosas, morales y filosóficas existen en pie de igualdad en el escenario de una política liberal imparcial

El liberalismo se presenta a sí mismo como un marco político neutral en el que ciudadanos con perspectivas religiosas, morales y filosóficas muy diferentes pueden convivir pacíficamente según principios de justicia compartidos. De hecho siempre se ha definido a sí mismo por contraste con el orden imperante en la Edad Media, cuando la Iglesia, su doctrina y su ethos estaban profundamente integrados en la vida política de la sociedad occidental. Este sistema católico que califican de «integrista», explica el liberal, imponía a la totalidad de los ciudadanos valores y creencias que no todos habrían aceptado libremente si hubieran podido elegir. El liberalismo, afirman, no impone a la sociedad ninguna visión particular del bien, sino que deja que mil flores florezcan.

John Rawls es con diferencia, el más influyente de quienes defienden esta visión del liberalismo. Para Rawls, todas las «doctrinas comprehensivas» (como él las llama) religiosas, morales y filosóficas existen en pie de igualdad en el escenario de una política liberal imparcial, o al menos todas las doctrinas comprehensivas consideradas como «razonables». Pero no hace falta indagar mucho para ver que la supuesta neutralidad del sistema de Rawls es totalmente falsa. El liberalismo rawlsiano no difiere del catolicismo, del islamismo, del confucianismo o de otras doctrinas comprehensivas a la hora de ordenar la sociedad según una visión propia del bien. Lo que lo diferencia de las demás doctrinas comprehensivas es que el liberalismo rawlsiano es el único que se engaña a sí mismo creyendo que es diferente.

Consideremos la principal contribución de Rawls a la filosofía política moderna, su libro de 1971 Una teoría de la justicia. Rawls se inspira en la tradición del contrato social moderno de Hobbes, Locke y Rousseau y se pregunta, como ellos, en qué tipo de sociedad optarían por vivir los seres humanos si pudieran empezar de cero. Al igual que aquellos pensadores modernos (y al contrario de los pensadores antiguos como Aristóteles y medievales como Tomás de Aquino) Rawls considera que tanto la sociedad como la autoridad política que la gobierna son creaciones artificiales, producto de las convenciones humanas, y no algo a lo que estemos orientados por naturaleza.

Pero el distanciamiento de Rawls de los antiguos y medievales va mucho más allá que el de los primeros filósofos modernos. Al igual que Aristóteles y Tomás de Aquino, los teóricos del contrato social como Hobbes, Locke y Rousseau atribuyeron a los seres humanos una naturaleza que los mueve hacia algún fin, y este fin determina a su vez la naturaleza del orden social al que acceden. Obviamente, todos estos pensadores difieren radicalmente sobre cuál es exactamente ese fin. Por ejemplo, para Tomás de Aquino es conocer y amar a Dios, mientras que para Hobbes es evitar la muerte. Pero tienen en común que sus filosofías políticas se basan en una explicación de la naturaleza humana.

Rawls, por el contrario, comienza imaginando a los seres humanos en un estado esencialmente desnaturalizado. Nos pide que pensemos en qué tipo de sociedad elegirían vivir las personas si se plantearan esta cuestión detrás de un «velo de ignorancia», es decir, si no supieran nada sobre sí mismas, como si ignoraran si son hombres o mujeres, su raza o etnia, sus talentos personales, a qué religión se adhieren o cuál es su concepción de una buena vida. Ese residuo de un yo que queda cuando se eliminan todas esas características es el yo que, en opinión de Rawls, deberíamos tomar como guía sobre el tipo de sociedad que deberíamos construir en el mundo real. Más concretamente, deberíamos fijarnos en lo que elegiría el conjunto de esos «yoes» que conforman lo que Rawls llama la «posición original» (que no es otra cosa que su versión de lo que los teóricos del contrato social de la modernidad temprana llamaban el «estado de naturaleza»).

Lo que elegirían, sostiene Rawls, es una sociedad moldeada por los principios radicalmente igualitarios de justicia del propio Rawls. Como cabría esperar de un liberal, esto incluye garantizar a todos el mismo derecho a la más amplia libertad compatible con que los demás tengan la misma libertad. También incluye el famoso «principio de la diferencia» de Rawls, según el cual no pueden permitirse desigualdades de riqueza y poder salvo las que beneficien a los miembros menos favorecidos de la sociedad. Rawls sostiene además que una sociedad justa debe garantizar, como posiblemente el bien primario más importante, la autoestima de sus miembros. Esto es obligatorio con independencia de los fines que ellos se propongan, y debe imponerse incluso a aquellos que han abrazado algún fin vital aunque sea trivial, como por ejemplo contar briznas de hierba (por poner el famoso ejemplo de Rawls).

Se puede decir mucho más sobre estas cuestiones, pero para nuestro propósito es fundamental fijarnos en el supuesto crucial de Una teoría de la justicia de que «el yo es anterior a los fines que afirma». Toda su argumentación presupone que no hay un fin al que el yo esté orientado por naturaleza, un fin que deba perseguir so pena de irracionalidad e infelicidad. Incluso si esta concepción del yo fuera correcta, difícilmente sería neutral, ya que está fundamentalmente en desacuerdo con muchas doctrinas religiosas, morales y filosóficas comprehensivas. De ahí que ninguna concepción de la justicia basada en ella pueda ser neutral entre tales doctrinas. Una sociedad orientada a facilitar a los individuos la búsqueda de cualquier cosa que, sencillamente, valoren, por trivial que sea, es fundamentalmente injusta desde el punto de vista de, por ejemplo, el aristotélico que nos considera orientados por naturaleza hacia el bien común de la polis, el confuciano que pone la piedad filial por encima del interés individual, o el católico para quien el orden social debe facilitar el conocimiento y el amor de Dios.

comentarios
tracking