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Portada de Alma de caracol, de Susana Benet

El Debate de las Ideas

Alma de caracol

Susana Benet (Valencia, 1950) nos entrega ahora una nueva colección de haikus, titulada Alma de caracol, y publicada por La Garúa en exquisita presentación, como corresponde

No se escapa a ningún lector culto –como ustedes– el precioso proceso de aclimatación que el haiku japonés ha tenido en España o, más exactamente, en el español, pues Hispanoamérica ha jugado aquí el papel principal desde que el mejicano José Juan Tablada importó de Japón en 1919 este poema breve, intenso, de 17 sílabas con un trallazo de emoción sugerida. Es verdad que de Francia también lo había copiado Eugenio d’Ors en 1921, pero no cuaja aquí del todo hasta que Octavio Paz y, sobre todo, Jorge Luis Borges retoman la importación directa de Tablada.

La poesía española se podría estudiar como el feliz resultado de la sucesiva asunción de influencias foráneas, que se van superponiendo en capas cada vez más ricas. Rápidamente: la poesía provenzal y la lírica galaico-portuguesa en la Edad Media; el endecasílabo italiano con Garcilaso y Boscán; la nostalgia del latín con Góngora y Quevedo; el romanticismo alemán mediante Bécquer; Francia con Rubén Darío y Manuel Machado; Inglaterra a través de Cernuda, Borges, Pessoa y Gil de Biedma… Quizá las últimas influencias importantes hayan sido la atenta recepción de la poesía centroeuropea (Milosz, Holan, Szymborska) y, precisamente, la explosión del haiku.

Estos preliminares apresurados pretenden responder a dos peligrosos prejuicios. Están los que desdeñan el haiku por ser un poema foráneo. Nuestra soleá, dicen, podría hacer perfectamente su papel. Pero eso no es verdad, porque, aunque tiene el mismo tamaño e idéntica métrica, la soleá rima, cae hacia lo sentencioso y se gusta en el requiebro. A mí, me encanta. El haiku va por dentro. Y también me emociona. Son felizmente compatibles.

El segundo peligro son los que enseguida se quejan de que un género esté de moda. Si por ellos fuese, con los sonetos de Garcilaso ya habríamos tenido en España bastante soneto y nos habríamos quedado sin el esplendor de Lope, Quevedo, Góngora o Aldana. Cuanto antes caigamos en la cuenta de la riqueza de esta nueva tradición injertada, mejor que mejor.

De la vitalidad el haiku en español dio un testimonio definitivo una espléndida antología titulada Un viejo estanque (2014), publicada en la prestigiosa colección La Veleta de la editorial Comares. Estuvo preparada, además, por Frutos Soriano y por Susana Benet, dos de los más destacados escritores españoles de haikus.

Precisamente, Susana Benet (Valencia, 1950) nos entrega ahora una nueva colección de haikus, titulada Alma de caracol, y publicada por La Garúa en exquisita presentación, como corresponde. Es una noticia estupenda porque lenta y silenciosamente (cual caracol) esta poeta nos ha ido regalando haikus inolvidables. Con imágenes diáfanas («Altas estrellas./ Columpiándose el niño/ las ve más cerca») y un manejo perfecto de la aliteración («Tiene febrero/ la fría brevedad/ de las violetas»), de la memoria (A cada vuelta/ del tiovivo, mi padre/ diciendo adiós»), de los tiempos y los acentos («Aunque saltó/ el gato no logró/ cazar la tórtola»), de los sentidos («Iba con prisa/ pero entré en la capilla./ Olor a incienso») y de los sentimientos («Mientras te vistes/ yo cuento los botones/ que nos separan»).

Éstos los recuerdo de anteriores entregas. Que el haiku se siga practicando con exigencia y sin ceder a las críticas a su moda o a su condición exógena es una excelente noticia. Susana Benet contesta a las críticas o a los prejuicios con la silenciosa calidad de sus poemas, que transmiten una emoción irrefutable. Como la poesía auténtica es algo a la vez muy valioso y muy insólito, nos corresponde alegrarnos y hacernos eco de este nuevo título. El barbero escoge varios haikus.

Y nada más, porque la delicadeza no soporta mucho manoseo ni siquiera ponderativo. El lector tiene que leerlo (si puede susurrárselo será incluso mejor) e imaginar la situación, el momento, la historia…

Puede la noche
ocultar las petunias,
no su perfume.

*
Aún retumba
la risa de mi abuelo
dentro del pozo.

*
Contar las sílabas
por si en el haiku caben
unos limones.

*
Estar a solas,
contemplando las hojas
entrelazadas.

*
De silla en silla
va moviéndose el sol.
Y yo lo sigo.

*
Sobre la rosa,
¿qué buscan las hormigas
que yo no encuentro?

*
Noche estival.
Discute una pareja
bajo la luna.

*
Se vuelve blanco
el cabello de mi hijo.
Tarde invernal.