Por qué nos fascina tanto la literatura de ciencia ficción
Pocos géneros literarios han generado tanto interés entre los lectores como el de la ciencia ficción
La literatura de ciencia ficción nunca pasa de moda. Desde los clásicos decimonónicos de Julio Verne y H.G. Wells, hasta el espectacular éxito actual de El problema de los tres cuerpos de Liu Cixin, los lectores siguen con gran atención las novedades en ciencia ficción.
Arthur C. Clarke, Isaac Asimov, Ray Bradbury, Stanislaw Lem, Philip K. Dick… Los autores clásicos del género forman una lista interminable y sus libros siguen siendo grandes éxitos.
En 2001: Una Odisea del Espacio, los misterios que rodean a la aparición de un monolito en la Luna siguen fascinando. La película de Kubrick contribuyó a reforzar la fama de la novela, pero el libro brilla por sí mismo.
A diferencia de la película, en la novela el monolito es traslúcido, de un material similar al cristal, mientras que en la película es negro.
Más allá de eso, la novela de Clarke y la película de Kubrick ya plantean, al igual que Asimov, los riesgos y problemas derivados de la inteligencia artificial.
En los cuentos de robots de Asimov se plantean numerosas cuestiones que afectan a la naturaleza humana y el desarrollo de la robótica y de las inteligencias artificiales. Cuentos, como Sueños de robots, plantean el desarrollo de conciencias autónomas en una inteligencia artificial, o en Yo, robot, donde se especula con la capacidad de que una inteligencia artificial pueda planear un crimen.
En los cuentos de Crónicas marcianas de Bradbury se intuye cómo sería la llegada y colonización del planeta Marte, así como la tendencia autodestructiva de toda civilización humana.
Sueñan los androides con ovejas eléctricas, de Philip K. Dick –material en bruto para la gran película de Ridley Scott, Blade Runner– se profundiza en qué es lo que hace humano al hombre, y los riesgos de jugar a ser Dios al tratar de emular su creación por medio de la robótica.
En Solaris Stanislaw Lem ofrece uno de los enfoques más originales ofrecidos por la literatura respecto a las inteligencias extraterrestres.
Un grupo de científicos soviéticos son enviados en una misión espacial a la estación orbital del lejano planeta Solaris, cubierto totalmente por un océano que, se sospecha, es una gran forma de vida compleja e inteligente. Cuando los científicos llevan varios días en la estación, la inteligencia empieza a interactuar con ellos con resultados terroríficos.
En El problema de los tres cuerpos, la gran saga de ciencia ficción de nuestro tiempo, Liu Cixin expone la posibilidad de un contacto entre la Tierra y una civilización desarrollada alienígena, un contacto que en ningún caso será pacífico.
El planteamiento de Liu da una vuelta de tuerca a premisas similares planteadas por Lem en Astronautas o por Clarke en Cita con Rama.
¿Por qué esta atracción hipnótica por la literatura de ciencia ficción? La respuesta, quizás, no se encuentre en la ciencia ficción en sí, sino en la ciencia real.
Es decir, los misterios científicos son una de las cuestiones que más atraen la curiosidad de las personas. El ansia por el saber, el saber en general, alcanza su máxima expresión en el ansia por el conocimiento científico, es decir: cómo funciona la naturaleza que nos rodea.
La capacidad de los escritores (los buenos) de ciencia ficción por plantear nuevas fronteras, nuevos horizontes a la ciencia es lo que genera una curiosidad sin límites. Si el conocimiento científico es ya inabarcable, realizar ficción sobre la ciencia lleva sus límites hasta el infinito, planteando nuevas paradojas, nuevos caminos y nuevos horizontes hacia los que podría avanzar la humanidad.
Para ello, la ciencia ficción busca puntos de encuentro entre la ciencia, la filosofía y la metafísica, donde la curiosidad humana termina perdida en un sinfín de posibilidades.