Ministerio Sánchez, los que van a escribir te saludan
Larra censuró las maniobras gubernamentales con su particular manera, con sus «antiguos y saludables hábitos» de reírse «de todo por no tener que llorar por todo»
Escuchar de voz de los ministros la regeneración democrática que el presidente del Gobierno ha pensado para nuestra mayor tranquilidad nos devuelve a épocas que creíamos ya pasadas. Épocas donde los españoles eran considerados menores de edad y el periodismo era un incómodo instrumento que había que someter para consolidar una especie de «Pax romana», cuando en realidad significaba «Pax» solo para el gerifalte de ocasión y los suyos.
Como la historia nos ofrece respuestas, mejores o peores, para la España de hoy, viene al caso que recordemos a uno de los más insignes representantes del periodismo español, Mariano José de Larra, en estos días en que el Gobierno va a decidir qué es un medio, un pseudomedio, y, si la cosa sigue por la misma senda, solo permita el ejercicio del periodismo a los que dispongan de carnet ministerial, esto es, al periodista que se considere ejemplar.
En su artículo Fígaro dado al mundo, publicado en El Mundo. Diario del Pueblo, el 10 de diciembre de 1836, Larra compara la suerte de los periodistas-escritores de su época con la de los gladiadores del circo romano, cuyo destino dependía de la decisión del César.
Entonces el César era José Mª Calatrava, al frente del Consejo de Ministros y de la cartera de Estado. Calatrava era un firme defensor de la libertad de expresión y había devuelto a los periodistas las libertades del Trienio, solo en apariencia, porque en realidad aquellos liberales entendían la libertad y la democracia solo para ellos, no para el resto, y por eso se había constituido en su día una Junta de protección de la libertad de imprenta.
Bajo su mandato cobró fuerza la figura del fiscal de imprenta que, aunque no decretaba censura previa, vigilaba y pedía fuertes sanciones para todo aquel que escribiera en contra del poder.
Fígaro seguramente leyó lo que había sufrido su compañero de El Mundo Carlos Sor un mes antes, cuando había sido llevado por el fiscal ante el juez de primera instancia por escribir un texto calificado como subversivo y sedicioso.
Quedó absuelto el periodista en dicha ocasión, pero en abril del siguiente año fue condenado a 500 reales de multa y dos meses de prisión en el Alcázar de Segovia por otro artículo contra el Gobierno.
Larra censuró las maniobras gubernamentales con su particular manera, con sus «antiguos y saludables hábitos» de reírse «de todo por no tener que llorar por todo».
Y escribe: «Individuos ya del mundo, saludamos a nuestra entrada a los que en él nos han precedido, y preparados a la lid que nos espera, le consideramos como un circo romano en el cual vamos a luchar con las fieras; no nos parece necesario indicar quiénes son las fieras y quiénes somos nosotros; y vueltos al César, al tirano, es decir, al gobierno, pronunciamos, como los atletas que van a morir, la antigua fórmula de costumbre: ‘Caesar, morituri te salutant’; es decir Ministerio de Calatrava, los escritores que van a desterrar te saludan. Después de tomada la venia de la autoridad, sólo nos resta quitarnos la montera con desenfado y ofrecer la primera fiera que caiga a la salud del presidente y de toda la concurrencia. Pero si nosotros caemos, caeremos al menos como hombres de mundo, moriremos cantando como canarios, es decir, enjaulados, ya que la suerte quiere que no haya jaulas en España sino para los vivientes de pluma, que no son otra cosa que los escritores».
Ese mismo mes, el día 27, Fígaro escribió a «los redactores de El Mundo», en Madrid, en el «primer mes del reinado del señor Calatrava I», sobre si debían o no dar la cara, esto es, poner su nombre en sus escritos del periódico (buen ejemplo de la situación de la época). Larra publicó su nombre y su dirección, e informó de que se le podía prender desde la nueve de la mañana en adelante, y que seguirá escribiendo porque consideraba que era «un don a la patria», a pesar de tener «hecha la maleta para la primera remesa de deportación que ocurra».
Sirva este recuerdo de Larra como homenaje a los que ponen su empeño cada día en trabajar por la verdad y por mantenernos informados, mal que le pese a algunos. Canarios siempre libres, nunca enjaulados.