Con Roca Rey llegó el escándalo: cornada grave, oreja y apasionada división
También corta un trofeo Víctor Hernández, en una seria corrida de Fuente Ymbro
Esta vez, la corrida sí responde a la expectación que había suscitado: Andrés Roca Rey sufre una cornada grave y corta una oreja, en medio de una muy fuerte división de opiniones, con un sector de la Plaza increpando al otro. También corta un trofeo, gracias a su valor, Víctor Hernández. Mata tres toros Paco Ureña, da muestras de su toreo clásico pero falla con la espada. Los toros de Fuente Ymbro, serios, encastados, alguno aplaudido de salida, dan un juego variado.
Se cierra la Feria de Otoño con el cartel de «No hay billetes», para corroborar el rotundo acierto de Urtasun: ya se ve, a nadie le interesan hoy los toros… Y el de Óscar Puente: la Fiesta es algo irrelevante; en cambio, los trenes españoles funcionan mejor que nunca: ¡qué cosas hay que oír!...
Paco Ureña es muy querido en esta Plaza, por su estilo clásico. El primer toro, aplaudido de salida, mansea, con querencia a tablas. Acude pronto al caballo, lo pican mal, se viene arriba en banderillas; en la muleta, embiste con cierta nobleza y humilla pero el viaje es muy corto; pronto, se para. Sin dudarle, Ureña le saca los muletazos que puede, unos pocos. Ha sido otro claro ejemplo del «toro de la gaseosa», que muy pronto se queda en nada. Entra a matar Ureña con decisión y es prendido dramáticamente pero sin consecuencias: con esas «perchas»… Se aplaude su sincera entrega.
El cuarto flaquea un poco, no se entrega en el capote. Se luce Juan Melgar en un buen puyazo. Comienza Ureña con ayudados por alto y logra naturales lentos, clásicos. El toro ha resultado manejable, sin más, por la izquierda; por la derecha, en cambio, vuelve rápido. En Madrid se valora mucho la forma clásica de citar de Ureña, dando el pecho, cruzándose al pitón contrario. Una faena centrada en la mano izquierda, de valor seco, pero la espada cae defectuosa.
Por el percance de Roca Rey, mata Ureña en último lugar el toro que iba a ser quinto, bien armado: espera, en banderillas, y los peones dan el mitin. En la muleta, el toro saca peligro por los dos lados, no ofrece opciones. Machetea Paco, como debe, y le aplauden. Mata rápido pero mal. Ha tenido una buena tarde, salvo con la espada.
Salto el orden de lidia. A Víctor Hernández le hemos visto bastantes veces en Las Ventas. Su experiencia como novillero es amplia; como matador, escasa. Haber entrado en este cartel le lleva a una entrega absoluta que a veces roza lo temerario, pero así se gana el favor del público y corta un trofeo.
Recibe con lances variados al tercero, que sólo cumple en varas; flaquea un poco y, por ello, es rebrincadito; en la muleta, soso, manejable, pero humilla poco. Sin probaturas, Víctor muletea aceptablemente por los dos lados, hasta que el toro le pone los pitones en la cara. Lo más aplaudido, dos remates por bajo. Después de una voltereta, insiste en las bernadinas, que asustan al personal. Aunque el toro no se lo pone fácil para matar, mete la mano con decisión y corta una oreja por su entrega, después de un aviso.
Como Roca Rey sigue en la enfermería, corren el turno. El que iba a ser último toro de la Feria de Otoño tiene nombre de emboscada, Zalagarda: humilla poco, de salida. Pica muy bien Agustín Collado. Víctor hace el poste e intercala una espaldina: son gestos de valor pero poco eficaces para dominar al toro. Mejora el animal –y la faena– en los derechazos mandones, de mano baja, pero, por la izquierda, no humilla y casi lo hiere. Vuelve a la derecha, como debía, y logra otra serie aseada. El público está con él pero mata a la tercera, de estocada muy tendida, entrando desde lejos.
Roca Rey sigue siendo el rey en las taquillas y en los trofeos. Indiscutiblemente, tiene una ambición que les falta a otros diestros.
El segundo toro, bajo, sale con viveza pero es incierto. En cuanto ve al caballo, arranca desde lejos, le pega un topetazo tremendo, aguanta con mérito Sergio Molina. Roca Rey, que no se ha podido estirar con el capote, brinda al público. Silencio de expectación. Comienza de rodillas, intercalando un cambiado. El toro humilla pero se queda corto. Andrés, muy firme, con el compás muy abierto, aguanta las encastadas embestidas: surge la división entre los que aplauden el valor y los que silban la colocación del diestro, que traga mucho, pasa momentos de apuro. Al final, logra una tanda por la derecha mandona, lucida. Al rematarla con el pase de pecho, el toro lo engancha por la chaquetilla y, en el suelo, se ensaña con él. Media Plaza increpa a la otra media, echándole la culpa del percance. (Hace años, sucedió algo parecido cuando Curro Vázquez sufrió una grave cornada). En un ambiente de pasión desatada, Roca Rey, visiblemente herido, logra la estocada a la segunda; si hubiera sido a la primera, habrían pedido las orejas, pero el toro tarda en caer y suenan dos avisos. Aún así, muchos exigen a gritos la oreja, que se concede, con fuertes protestas del sector contrario. Pasa a la enfermería, cojeando, en medio del escándalo.
El parte facultativo del doctor García Padrós informa de que el diestro peruano sufre una cornada en la cara posterior del muslo derecho de dos trayectorias, ambas de 15 centímetros: una, hacia delante y otra, hacia dentro; contusionan el nervio ciático y provocan destrozos musculares.
Es ya noche cerrada cuando salimos de la Plaza, con cierta melancolía: hemos presenciado la penúltima corrida del año, en Las Ventas. De esta tarde, guardaré sobre todo el recuerdo del triunfo, pagado con sangre, de Roca Rey y de la gran polémica. Como le pasaba a Robert Mitchum, en la película de Vicente Minnelli, «Con él llegó el escándalo». A pesar del dolor de la cornada, debe estar orgulloso de esta tarde: te puede gustar más o menos su estilo de torear pero, a un toro complicado, le ha echado lo que hay que echarle. Además, ha afrontado las apasionadas críticas de un sector del público con la misma arrogancia con la que lo hubiera hecho su admirado Luis Miguel Dominguín.
POSTDATA. Gerardo Diego era, sin duda alguna, el poeta del 27 que más sabía de toros. En su gran tratado de Tauromaquia en verso, La suerte o la muerte, titula un poema «La penúltima»: se refiere a la corrida que toreó Manolete en Santander, el 26 de agosto de 1947, antes de acudir a Linares. Recuerdo un verso magistral: «Todo en la vida es casi y es apenas». Sin vestirnos de luces, todos vivimos, cada tarde, la que puede ser nuestra penúltima. Y el acierto rotundo de la conclusión: «La vida y su símbolo, el toreo».
ficha
- MADRID. Domingo 6 de octubre. Plaza de Toros de Las Ventas. Feria de Otoño. «No hay billetes».
- Toros de Fuente Ymbro, serios, encastados, de juego variado.
- PACO UREÑA, de rosa y oro, media perpendicular y dos descabellos (aviso, saludos). En el cuarto, estocada defectuosa (saludos). Por el percance de Roca Rey, mata el sexto (estocada defectuosa, palmas de despedida).
- ROCA REY, de grana y oro, pinchazo, estocada y dos descabellos (dos avisos, oreja). Pasa a la enfermería.
- VÍCTOR HERNÁNDEZ, de blanco y oro, estocada desprendida (aviso, oreja). En el quinto, dos pinchazos y estocada tendida (saludos).