Alrededor de 1926, Cartier-Bresson comenzó a relacionarse con los círculos surrealistas gracias a René Crevel, novelista francés del siglo XX, aunque se sentía demasiado tímido para participar activamente. Asistió a reuniones en cafés de renombre en los que adoptó elementos del imaginario surrealista, como la idea del «azar objetivo», lo que el individuo espera y lo que el mundo le ofrece. Tras un viaje a África en 1931, decidió dedicarse completamente a la fotografía, creando obras con ángulos inusuales y texturas visuales que reflejaban las características de la Nueva Visión, una importante corriente fotográfica de las décadas de 1920 y 1930.