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Juan Mayorga, dramaturgo y director artístico del Teatro de la AbadíaMiguel Pérez Sánchez

Juan Mayorga: «La vida política está llena de malteatro y de personajes endebles»

El dramaturgo, premio Princesa de Asturias de las Letras en 2022, charla en El Debate con motivo de la revisión de su antología Teatro 1989-2014

En 2022 a Juan Mayorga (Madrid, 1965) le llegaba un reconocimiento del que no muchos dramaturgos pueden presumir, el premio Princesa de Asturias de las Letras. Sin embargo, su carrera no está validada por este galardón, sino por cada uno de los episodios que arrancaron, al tiempo que caía el muro de Berlín, con la publicación de su primera obra de teatro. Licenciado en Matemáticas y doctorado en Filosofía, Mayorga ha dado clases de ambas disciplinas. También de Dramaturgia en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid.

En el año 2018 fue elegido para entrar a formar parte de la Real Academia de la Lengua y en 2019 tomó posesión del sillón M. Aquel día leyó aquel discurso tan compartido y titulado Silencio; al que sigue invocando porque en él está «la escucha del otro», «un acto fundamental de humanidad». Para Mayorga, también director artístico del Teatro de la Abadía, el teatro es política y, en ocasiones, la política le ha puesto contra la espada y la pared.

Esta entrevista no llega por un galardón o un estreno, sino por la revisión que la editorial La Uña Rota ha hecho de su antología Teatro 1989-2014 que celebra el décimo aniversario desde su publicación. Siete hombres buenos, Cartas de amor a Stalin, La paz perpetua, Himmelweg, El traductor de Blumemberg... Quizá algún día su nombre acompañe a Antonio Buero Vallejo en la lista, gozosa para unos y odiada para otros, de mal llamadas lecturas obligatorias.

–¿Cómo ha cambiado el mundo de 1989 a 2014?

–En 1989 no existía eso que llamábamos internet y eso ha sido fundamental. Entonces se hablaba de la era de la información y ahora estamos atravesados por ella. Eso ha afectado a nuestras vidas extraordinariamente. Y fíjate, que cuando di ese título al libro el primer número era el año de mi primera publicación teatral y el segundo el año en el que se editó. Pero 1989 no es un año cualquiera, fue el año de la caída del mundo soviético. Aquello tuvo enormes consecuencias para los países regidos por regímenes comunistas pero también en todo el mundo.

–¿Y de 2014 a 2024?

–Tendría que hacer memoria de dónde andaba yo en 2014. Pero en los últimos de estos diez años estamos viviendo precisamente dos guerras terribles, la de Ucrania y la de Oriente Próximo, que de algún modo son consecuencia de otras cosas que estaban pasando antes. Al menos esta parte de esta década está siendo terrible.

–¿Por qué estas 20 obras?

–os editores y yo consideramos que eran las 20 más significativas, las más importantes. Después de esas espero haber escrito alguna que tenga algún interés. Algunas, como Golem, que están fuera de la antología, espero que tengan algún valor.

Licenciado en Matemáticas, doctor en Filosofía, profesor, escritor y dramaturgo. ¿Por qué decantarse por el teatro?

–Descubrí el teatro en la adolescencia como arte de la reunión y la imaginación. Esas son las dos notas que lo constituyen. Es un arte que se realiza en compañía, en reunión. Y como arte de la imaginación porque el teatro sucede en el espectador, que a partir de una silla ve un castillo entero. Y, por otro lado, descubrí que el teatro es omnívoro. Yo había practicado otros géneros literarios, pero descubrí que en el teatro podía contar historias con mis personajes y hacer poesía y desafiar la lengua. Cualquier asunto que me interesase en el ámbito filosófico podía tratarlo en el teatro.

El teatro es un arte constitutivamente político porque se hace en asambleaJuan Mayorga

Juan Mayorga, dramaturgo y director artístico del Teatro de la AbadíaMiguel Pérez Sánchez

–¿Quizá por los diálogos?

–Claro, el carácter dialógico del teatro le convierte en especialmente útil. Un personaje puede presentar una posición y otro la contraria. La propia evolución de un personaje puede detectar de algún modo la evolución de una visión del mundo o una idea.

–Le iba a preguntar si hacer teatro es hacer política, aunque en su caso se puede adivinar la respuesta.

–Yo estoy seguro de que sí, pero en el sentido ateniense. Al fin y al cabo los que ahormaron este arte nuestro en su forma definitiva fueron los atenienses que consideraron que era importante construir ese espacio público donde la ciudad tenía ocasión de examinar posibilidades de la vida humana. Asociaron sin duda el teatro a la vida cívica y, por tanto, a la vida política. Yo creo que es un arte constitutivamente político porque se hace en asamblea, lo que no significa en absoluto que sea un arte que tenga que ser partidista, porque se trata precisamente de lo contrario. De combatir la simplificación a la que suele conducir la política de partidos.

–¿Y hacer política es hacer teatro?

–Muchas veces nos damos cuenta de que la vida política está llena de malteatro y de personajes endebles. Y de textos mendaces y mal escritos. Dicho esto, la teatralidad es constitutiva a la vida. Todos sabemos que la vida en alguna medida es teatro y esto no es malo. No quiere decir que seamos hipócritas, quiere decir que somos conscientes de que en nuestra vida hay cosas que deben ser expresadas y puestas en escena.

–¿Qué le pareció la ópera de La paz perpetua que el hermano de Pedro Sánchez llevó al teatro de Badajoz y para la que destinó más de 120.000 euros de fondos europeos?

La paz perpetua es una ópera en la que hemos trabajado distintos artistas durante diez años. Es una ópera, cuyo libreto yo he escrito a partir de mi texto La paz perpetua, que es un texto que se estrenó en el Centro Dramático Nacional y ha habido veintitantas producciones en todo el mundo. Ese libreto lo escribí a partir de la propuesta de un músico magnífico, José Río Pareja. Fue él quien concibió al leerla la posibilidad de hacer una ópera. La dirección musical, la ha hecho Jordi Francés, otro músico de primer nivel, que trabaja frecuentemente en el Teatro Real y en toda Europa; y la puesta en escena la hizo Susana Gómez a partir de una escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, escenógrafo de El alcalde de Zalamea. Trabajamos durante un decenio en esta ópera, es una obra que debería verse en toda España. Entonces, ahí mencionas una persona que yo no tenido en ningún momento relación.

–Pero se destinaron más de 120.000 euros y no se recaudaron más de 7.000. Ni siquiera se ocuparon más de 700 butacas del teatro...

–Esos datos los desconozco, no están dentro de mi ámbito de trabajo. La pregunta que se me hacía sobre la ópera sobre la participación de esa persona con la que no he cruzado una palabra durante el proceso de creación, es errónea. Ni siquiera sé su nombre. Yo solo puedo hablar de la parte creativa. He trabajado como creador de la obra original.

–Entonces la cultura es deficitaria, ¿por qué hay que subvencionarla?

–En la Atenas de Pericles los espectadores más pobres estaban subvencionados. Se consideraba importante que toda la gente tuviese acceso al teatro. Pericles y sus gentes, que son los que fundaron la democracia, se dieron cuenta de que la democracia no es solo un conjunto de procedimientos, sino que es importante que haya una conciencia crítica, ideas en circulación, reflexión... Y los espacios culturales, y el teatro, son importantes para la democracia misma.

–Como director artístico del Teatro de la Abadía estuvo en el centro de la polémica de la obra Altsasu, de María Goiricelaya, sobre la paliza que le dieron a dos agentes de la Guardia Civil en un bar de la localidad. ¿Considera responsable haber programado aquella obra?

–Lo que nosotros hicimos fue defender el teatro como espacio de paz y de libertad. Un espacio donde unos creadores pueden presentar una visión de unos hechos y unas cosas y unos espectadores que tienen, para empezar, derecho de no ir al espectáculo. Y luego, de querer asistir al espectáculo tienen derecho a aplaudir o a negar el aplauso; incluso hasta criticar la pertinencia misma de esa programación.

Es muy fácil que un escritor escriba al dictado, incluso sin saberloJuan Mayorga

Juan Mayorga, dramaturgo y director artístico del Teatro de la AbadíaMiguel Pérez Sánchez

–Pero, ¿entendía y entiende las críticas?

–Como responsable de mis propias obras, me importa lo que otros consideren. Incluso que alguien considere la pertinencia de una obra mía. Como responsable de la programación tengo que estar muy atento a los comentarios, a las críticas, tanto como a los elogios, que puedan realizarse en torno a cualquier obra que presentamos en el Teatro de la Abadía. Debo decir que la programación de esta obra creo que enriqueció la conversación de las gentes que pudieron estar de acuerdo o disentir sobre el contenido de la obra.

–¿Se puede moldear a la sociedad a través del teatro?

–Creo que es muy fácil que un escritor escriba al dictado, incluso sin saberlo. Creyéndose incluso muy libre puede tender a escribir lo que conviene, lo que se le demanda; y no tiene por qué ser el Gobierno quien te demande algo, puede ser una tendencia o unos principios a los que crees que has de obedecer.

–¿La vida es sueño o es un drama?

–Me gusta mucho recordar una expresión del filósofo en quien me eduqué, Benjamin, que hablando de Calderón decía que el sueño no es opuesto a la vigilia, sino una esfera que la envuelve. Estamos rodeados de sueños, fantasías, de deseos, de fantasmas... lo importante es que uno sea consciente de esos sueños y no se deje arrastrar por los sueños de otro. De hecho, la vida es sueño es la historia de una manipulación, Segismundo conducido por su padre que es un maltratador.

–Bajo el dictado de la generación woke, ¿se les permitía más a los clásicos?

–Cada uno vive en el mundo que le ha tocado. Es difícil responder a esa pregunta. No lo sé. Yo sé lo que tengo que hacer, lo que me planteo cada día y lo que les intento inculcar a mis alumnos es que no hay que desanimarse y no dejarse guiar con las modas que pueden cambiar mañana o pasado.

–Volviendo al teatro... ¿Le gusta más escribir o dirigir?

–Estoy gozando mucho desde que empecé a dirigir en el año 2012 con La lengua en pedazos. He descubierto el enorme gozo de vivir junto a unos actores en una sala de ensayos, un espacio de juego e imaginación, y ya no renunciaré nunca a él. Dicho esto, yo no pertenezco a ese grupo de los agonistas de la página en blanco, aquellos que hablan de lo mucho que sufren cuando escriben. Para mí la escritura es un espacio de gozo y siempre me acompañará. Quizá algún día no tenga fuerza de entrar en una sala de ensayos pero siempre tendré fuerza o deseo de escribir una historia.

–Y ¿verlo o leerlo?

–Disfruto mucho leyendo, pero, la verdad es que cada vez que voy al teatro siento un temblor.

–Ha versionado grandes obras de grandes autores, ¿qué vio en ellos?

–Cuando trabajé en las piezas de Fedra y Hécuba, por ejemplo, sentí que los pulmones se me llenaban. Sentía emoción al estar ante esos personajes y esas situaciones. Es algo que me ha sucedido también cuando he estado ante los grandes textos de Calderón, Lope, Shakespeare, Ibsen, Chéjov, Kafka, etc. A veces me digo que la ocasión de trabajar sobre textos de grandes clásicos tiene un doble valor para un dramaturgo. Son la mejor escuela que he podido tener. Por un lado, aparece una enseñanza técnica, porque uno entra en la cocina de los grandes; pero, hay algo más importante, una enseñanza moral, porque fueron capaces de hacer piezas que son una catedral. Esto hace que cuando uno va a sus propios textos se hace más ambicioso.

–Francisco Nieva, Arthur Miller y usted son los únicos dramaturgos que desde 1980 han sido galardonados con el premio Princesa de Asturias de las Letras. ¿Cómo lo interpreta?

–Estar asociado por ese premio, para mí muy querido, a esos dos grandes, pues es muy importante. Es verdad que, en general, se presta menos atención a la escritura para el teatro que otros modos de escritura. Lo cual resulta sorprendente en España, porque una parte muy importante de nuestra literatura ha sido escrita para el teatro. Lope, Calderón, Valle-Inclán o Lorca. Solo esos cuatro nombres deberían hacernos temblar. La literatura dramática es respetada pero no tiene la posición central que merece.

–¿Se atrevería a dar un nombre si pudieses elegir al próximo?

–Tengo que ser muy cauteloso en la respuesta, porque he sido dos años miembro del jurado de las letras y tenemos que ser completamente discretos en cuanto a los candidatos, pero sí tengo en la cabeza personas que, desde luego, merecerían ese premio. Y hay algunos muy importantes.

La Uña rota (2024)

Teatro 1989-2014

Juan Mayorga

Una antología de obras «vivas»

Las obras de Mayorga, lejos de caer en el olvido, siguen todavía vivas. Muchas de ellas se están interpretando en teatros de todo el mundo y de otras se está planificando su posible programación. De esta antología que publica con La Uña Rota, El chico de la última fila se está haciendo en Canadá, La paz perpetua en el Teatro Nacional de Estambul, en Turquía, y Más ceniza se estrena este viernes en Argentina. «Eso me gusta, el hecho de que mis obras tengan vida y que se renueven», confiesa el autor.