Es la Alcarria donde el gris o el sepia se hicieron deliciosos en el mejor viaje de la historia. El más recoleto y encantador, emocionante, bello, español, limpio y claro y alimenticio y ensoñador y tantas cosas como lecturas caprichosas se llevan, al albur, de sus pasajes. La Alcarria lejana que se alcanza desde el amanecer madrileño del viajero y llega hasta el agua clara de la fuente del Piojo, o hasta la fonda donde atienden Elena y María, «risueñas, muy guapas», antes de encontrar en Brihuega un jardín romántico «para morir, en la adolescencia, de amor…» como los perros que se aman «tercamente, violentamente, descaradamente» y la clueca pasa con sus polluelos amarillos.