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Fuerte San Cristóbal en HondurasMónica J. Mora

El Debate de las Ideas

La aparente ineficacia del agradecimiento

Cuando alguien nos ayuda sin obligación alguna, intuimos que algo nos está regalando. En esa acción confluye lo gratuito como acción y la respuesta que le corresponde: dar las gracias. Sin embargo, pareciera que agradecer no tuviera efecto, ni implicara consecuencia alguna más allá del sentimiento de agradecimiento que muestran esas palabras ante quien libre y gratuitamente nos ha dado algo que no poseía la obligación de sernos ofrecido. Es como si en el agradecimiento estuviese excluido per se cualquier interés. Lo gratuito y lo desinteresado concurrirían y, por efecto de ello, dar las gracias ante lo que gratuitamente se nos da fuese simplemente eso, dar las gracias. De hecho, la no obligación de agradecer también es prescriptiva. Nadie está obligado a agradecer.

Sin embargo, y sin faltar a la razón y a lo que continuamente hacemos agradeciendo, ese sentido se falsea no tanto porque lo que muestra es falso, sino porque no muestra toda la verdad de lo que se está mostrando. No es falso por falsedad, sino falso por falta de verdad.

Resultaría paradójico que los actos donde nuestra libertad se muestra más libre no tuvieran, ni en el mundo ni en nosotros, efecto alguno. Es por eso que agradecer es de esas acciones de las que se dice que cuestan poco de hacer y que con lo poco que se hace siempre se queda bien haciéndola y muy mal si se omite. Así decimos porque se asume que agradecer consiste en meras palabras que no comportan acción ni comprometen efectos posteriores. Se dice poco y se hace nada cuando decimos «gracias» porque posee un carácter protocolario y automático. La casi total falta de implicación del sujeto en el agradecimiento permitiría que uno las dijera a quien no tiene relación más allá de la cotidiana: un camarero, en la gasolinera, e incluso a un funcionario de hacienda. Tan escasa es su notoriedad, y tanta su cotidianidad, que casi se podría decir que es un acto valorado pero inútil, con poco efecto más allá de la cortesía cívica.

Pero si se atiende a la acción de dar libremente algo a alguien que lo agradece, se puede intuir que quien agradece también está diciendo no había obligación alguna. Dar gratuitamente es siempre dar en exceso lo que se da. Así, agradece quien es consciente de ese exceso y quien se sabe receptor de esa gratitud. Esa conciencia de la libertad sólo es posible afirmarla con rotundidad si se asume una hipótesis: que agradecer es dar a los otros lo que uno gratuitamente ha recibido de los demás.

Así, agradecer no sólo no es un acto que no hace nada, sino que lo hace todo. Sólo sabe agradecer quien es partícipe de la generosidad libre que ha recibido primero en lo gratis y en el gracias. Por eso, agradecer es tanto saber recibir cuanto saber dar. Dar las gracias es dar de lo nuestro como a nosotros se nos dio. Sin ese dar lo que nos dieron, agradecer es pura cortesía: lo que sólo se queda en la corte. Por eso, porque es de lo que nosotros tenemos, dar las gracias cuesta poco, pero lo es todo.

También por eso los cristianos dicen que las gracias o la gracia es un dar fruto de un don. Pareciera como que sólo decir las gracias no hiciera justicia a lo que generosamente se nos ha entregado. Pero si se atendiese al acto mismo de generosidad, y se intentase darle cumplimiento verdadero, y si se supiese que nada devuelve una deuda que no era tal por ser efecto de una acción libre, y si finalmente se le quisiera dar carácter definitivo a las gracias y a la gracia concedida, cabe decir que dar las gracias, agradecer, es precisamente continuar dando la gracia que gratuitamente se nos ha dado. Si paz se nos ha dado, gratis queremos dar paz. Si compañía se nos ha concedido, compañía queremos ser para los demás. Y la razón será la misma por la que se nos dio, gracias y gratuitamente. Porque sólo se puede dar las gracias propiamente y con toda intensidad ante las deudas impagables que no exigen obligación alguna. De esas deudas las tienen los hijos con sus padres, los discípulos con sus maestros, los esposos entre sí o los pacientes con sus médicos. La gratitud sólo es pasiva o inoperante cuando es parcial o cortesía, porque cuando nace de la relación entre gracia y gratuidad, produce el efecto de su causa: lo gratis y lo libre. Agradecer mueve la libertad queriendo dar lo que a uno gratis y por gracia se le ha otorgado, pues quien tiene mucho que agradecer tiene mucho para dar.