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Thomas Mann con su mujer y sus hijos en 1931

Thomas Mann con su mujer y sus hijos en 1931GTRES

Diez frases para hoy de 'La montaña mágica', donde Mann puso hace un siglo el escenario de la condición humana

La gran obra de Thomas Mann es una novela sencilla y llena, nunca mejor dicho, de vida. Como en todas las grandes obras donde «no pasa nada»

Nadie debería asustarse al contemplar físicamente la anchura de las mil páginas de las que consta La montaña mágica, no la obra maestra de Thomas Mann (para eso siempre se ha reservado su obra anterior, Los Buddenbrook), pero sí la más famosa, con permiso de su hermanita La muerte en Venecia.

Iba a ser una novela corta

Con apenas una décima parte de la extensión de nuestra protagonista, podría decirse que la historia que Luchino Visconti llevó al cine con exquisito cuidado tiene mayor dificultad en su lectura que esta montaña de páginas sencillas (en su mayoría) que nos muestran la esencia de los hombres en un escenario de fantasía que no es tal sino una metáfora acotadora.

Nada pasa o nada parece pasar en La montaña mágica, pero en realidad pasa todo: la condición humana salida de un puro manantial de alta montaña: el caletre de Mann y Los Alpes suizos. Inspirado el escenario por la estancia de su mujer en el sanatorio de Davos, el autor tenía en mente escribir otra novela corta de humor opositora de la tragedia veneciana, pero la broma real estuvo en que escribió diez veces más palabras, como diluyendo la concentración.

diez frases de 'la montaña mágica':

  • «Todo es política».
  • «Procure recordar que la tolerancia se convierte en un crimen cuando se tiene tolerancia con el mal».
  • «Sabemos perfectamente que introducir cambios y nuevas costumbres es el único medio del que disponemos para mantenernos vivos».
  • «¡Cómo es el hombre! ¡Con qué facilidad puede engañarse su conciencia, encontrando en la supuesta voz del deber la licencia para la pasión!».
  • «El hombre es tanto más humano cuanto más enfermo está; y el genio de la enfermedad es más humano que el genio de la salud».
  • «Quien no es capaz de defender un ideal con su vida y con su sangre, no es digno de llamarse hombre, y hay que ser un hombre por espiritualista que se sea».
  • «Un alma sin cuerpo es tan inhumana y atroz como un cuerpo sin alma. Por otra parte, lo primero es una rara excepción y lo segundo es lo corriente».
  • «El hombre no debe dejar que la muerte reine sobre sus pensamientos en nombre de la bondad y del amor».
  • «La droga pertenece al diablo, pues provoca la letargia, el estancamiento, la pasividad, el servilismo».
  • «El cielo abierto, la vida errante; por patria el universo, por ley la voluntad, y por encima de todo la embriaguez de la Libertad, ¡la Libertad!».

Por eso La montaña mágica es una novela sencilla y llena, nunca mejor dicho, de vida. Como en todas las grandes obras donde no pasa nada, desde El Quijote a Mad Men (esa televisiva magna obra literaria), en ella está todo.

La Mancha, dos hombres y la imaginación de uno, las tribulaciones de un personalísimo publicista en los años 60 en Nueva York y la historia de un joven que va a visitar a su primo enfermo de tuberculosis, padecimiento que le hace al mismo protagonista permanecer en el hospicio durante siete años, son las excusas para pasar por todo sin que se note.

El paso del tiempo, la política, la muerte (los enfermos caminan por su borde), la literatura o la sociedad están planteadas a vista de pájaro y en las conversaciones de sus personajes, con el joven Hans Castorp en el centro de todo, como un enorme mural de la sociedad de entonces y de hoy en sus caracteres, preocupaciones, divagaciones, sentimientos, miserias, grandezas y peripecias eternas reflejada en toda su extensión que no son solo mil páginas, sino de momento un siglo de actualidad desde los años veinte del XX hasta los veinte del XXI.

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