Lluís Llach contra España o «la lepra catalanista» del republicano Blasco Ibáñez
El cantautor catalán, representante de la «nueva canción» en los 70 y en el XXI exdiputado de Puigdemont, encabezó la manifestación del sábado en Valencia
El pasado sábado se pudo ver al cantautor Lluís Llach, representante de la llamada «nueva canción catalana» en los años 70, conocido antifranquista, catalanista y últimamente independentista, separatista y antiespañol tácito merced al cargo, hace años, como diputado en el Parlamento de Cataluña en las filas de partido de Puigdemont, encabezando la manifestación valenciana con banderas independentistas.
Republicano y anticlerical
Muchas versiones las del artista que ahora se pone a la vanguardia ideológica y política en Valencia (no en Cataluña) contra el presidente de la Comunidad Valenciana (no catalana) y contra Sánchez y la Monarquía, sosteniendo una pancarta que rezaba (en catalán): «Ni Mazón, ni Madrid, ni Borbones». Debe de ser la vieja (en realidad no tan vieja) cantinela de los «Países Catalanes», que incluye porque sí, de acuerdo a tremendistas y delirantes teorías, que Valencia, Castellón y Alicante forman parte del fantástico concepto.
Sobre esta circunstancia el escritor republicano, anticlerical y antimonárquico y valenciano y valencianista Vicente Blasco Ibáñez (nada sospechoso de «reaccionario», que diría el ilustre Alberto Garzón), fundador del diario El Pueblo de Valencia, escribió en su propio medio en 1907 (el asunto viene de lejos) un famoso artículo, por su furia íntima y por los términos empleados, titulado muy contundentemente y algo más La lepra catalanista, que adquiere en estos días una renovada actualidad.
Barcelona, que quiere convertir toda España en huevo para tragarse hasta la cáscara
«¡Buenos defensores se ha dado en Valencia el catalanismo!», escribe. El texto habla en palabras injuriosas de Rodrigo Soriano, periodista que primero fue su amigo y después su enemigo acérrimo por abanderar una corriente dentro del mismo partido próxima al catalanismo: «Los adoradores de Soriano, y suponemos que el mismo Soriano a la cabeza (porque si para ese día no viene será un villano cobarde), son los que nos traen a los catalanistas, a los héroes de la nueva reconquista, a los descubridores de esta umbría selva, paraje de emplumados y bronceados indios...», escribió.
«Valencia, que ha sido la Cenicienta del Mediterráneo, en cuyo puerto impera la más honda miseria, por culpa de Barcelona, que lo absorbe todo, que es el verdugo de Levante, que quiere convertir toda España en huevo para tragarse hasta la cáscara, que envía a nuestra ciudad sus productos libremente, sin que sufran ningún impuesto a su entrada, y, en cambio, la pasa, la naranja y las legumbres valencianas pagan un enorme tributo municipal al entrar en Barcelona...», proseguía.
«¿Qué miserable farsa quiere representarse aquí? (...) ¿No comprenden esos señores que su llegada a Valencia con Soriano es un reto, una provocación, una afrenta que ningún republicano que sepa en qué lugar tienen asiento los riñones ha de tolerar sin jugarse en la partida su vida y su libertad si es preciso? ¿Piensan los catalanistas que Valencia es tierra huérfana de voluntad y de caracteres?…», escribe Blasco Ibáñez hace más de un siglo, pero como si estuviera hablando un siglo después del inefable Lluís Llach con su ANC de comparsa.
Pedía amnistía para los CDR
Llach, el cantautor «puigdemontista» que pedía la amnistía de los CDR y cuya última careta es esta, como si estuviera pidiendo que Blasco Ibáñez, no un hombre de derechas, ni monárquico, ni siquiera madrileño, sino valenciano, republicano, anticlerical y antimonárquico, entre otras latitudes contrarias, le dijera: «¿Qué se les ha perdido aquí, si nadie les llama, ni los necesitamos ni son útiles a Valencia? ¿A qué involucrarse en asuntos locales, de bandería, intentando con su presencia dar crédito a los más desacreditados y conceder dignidad a quienes la han perdido en el crimen callejero...?».