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La diputada republicana y defensora del sufragio femenino, Clara CampoamorGTRES

El PSOE reivindica el sufragio femenino que rechazaba dividido durante la Segunda República

Una parte del PSOE, con Indalecio Prieto a la cabeza, rechazó el voto femenino defendido por Clara Campoamor

El sufragio femenino, aprobado el 1 de octubre de 1931 por las Cortes republicanas, se ejerció en España por primera vez un 19 de noviembre del año 1933 después de una ardua batalla que tuvo como protagonista a la diputada Clara Campoamor.

La izquierda se apresta este lunes a celebrar el aniversario apropiándose, sin rubor alguno, la figura y legado de Campoamor, así como el mérito de introducir el voto femenino durante la Segunda República.

El Congreso de los Diputados tiene programado para última hora de la tarde de hoy un coloquio con motivo de la conmemoración de las primeras elecciones generales en las que se ejerció el sufragio femenino.

Cargos públicos del PSOE, Podemos o Sumar no tienen problema ninguno en reivindicar a Clara Campoamor como modelo de político de izquierdas comprometida con los derechos de las mujeres y el feminismo.

¿La realidad?: Clara Campoamor, efectivamente, fue la principal impulsora del voto femenino en España, pero los partidos de la izquierda republicana renegaron de ella, la responsabilizaron de la victoria de las derechas en 1933 y la humillaron. El partido de Azaña incluso la expulsaría de sus filas.

El odio de la izquierda hacia Clara Campoamor fue tal que con el estallido de la Guerra Civil se vio obligada a exiliarse ante el peligro de que las milicias de izquierda la detuvieran y la encerraran en una checa.

Hoy, en cambio, las izquierdas que durante la Segunda República renegaron de ella, se pelean por reivindicar su memoria y legado, y se presentan como continuadoras de su obra.

Clara Campoamor era republicana, pero liberal y renegó de las políticas frentistas y sectarias del PSOE o el PCE. Llegaría a afirmar que «estoy tan alejada del fascismo como del comunismo: soy liberal».

Pero lo más llamativo es lo que se refiere a la reivindicación del sufragio femenino. Y es que, pese a que el PSOE se ha apropiado del logro, lo cierto es que en 1931 los socialistas se opusieron a que las mujeres pudieran votar y hasta Indalecio Prieto –que ni siquiera participó en el debate parlamentario– dijo que el voto femenino era «una puñalada trapera para la República».

Por contradictorio que resulte, la principal oposición al sufragio femenino vino de las mujeres de izquierdas.

De hecho, cuando se aprobó el sufragio femenino en el Congreso el 1 de octubre de 1931, se expresaron en contra la diputada del Partido Radical Socialista, Victoria Kent, y la diputada del PSOE, Margarita Nelken (durante la Guerra Civil cambiaría de chaqueta y se pasaría al Partido Comunista), que llegó a declarar que «poner un voto en manos de la mujer es hoy, en España, realizar uno de los mayores anhelos del elemento reaccionario».

Kent (que incluso votó en contra, mientras que Nelken no votó por carecer de acta de diputado en aquel momento) expresó ante el Congreso que «creo que el voto femenino debe aplazarse. Creo que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española». «Si las mujeres españolas fueran todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un período universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino».

Finalmente, el sufragio femenino salió adelante con 161 votos a favor y 121 en contra. Con el voto a favor de los partidos de derecha y con un PSOE dividido entre los que decidieron refrendarlo y los que, encabezados por Prieto, se opusieron. Curiosamente Prieto, al igual que Azaña, no participó en la votación para evitar que figuren sus votos en contra.

En resumen: una parte importante de los socialistas, con Indalecio Prieto a la cabeza temían que las mujeres votaran a partidos de derechas (según ellos porque carecían de capacidad de decisión y votarían lo que les ordenara sus maridos o los párrocos), y por lo tanto, como no votarían lo que las izquierdas querían, lo mejor era que no votaran.