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Munilla

Monseñor Munilla, obispo de Orihuela-Alicante, en las jornadas sobre Chesterton

Encuentro «150 años de Chesterton: su legado en el mundo hispánico»

Monseñor Munilla: «Chesterton ha sido un instrumento de Dios para la conversión de muchas personas»

El obispo de Orihuela-Alicante ha participado en los coloquios en la Universidad San Pablo CEU que celebran los 150 años del intelectual británico, cuyo proceso de canonización se ha topado, entre otros obstáculos, con escasez de devoción

Las dos jornadas en torno a los 150 años de Chesterton y «Su legado en el mundo hispánico», organizadas por la Fundación Cultural Ángel Herrera Oria, y celebradas en la Facultad de Humanidades de la Universidad San Pablo CEU, han contado con la presencia de José Ignacio Munilla, obispo de Orihuela-Alicante. Munilla ha hablado sobre «Chesterton y los católicos hoy». Su conferencia ha comenzado tras una breve presentación de mano del director de la Fundación Herrera Oria, Rafael Sánchez Saus, quien ha agradecido el «afecto y magisterio» del prelado, y del que ha dicho: «Muchos nos sentimos diocesanos suyos allá donde esté».

¿Chesterton santo?

Monseñor Munilla ha comentado: «la Providencia ha querido que en las últimas semanas haya estado tres veces en la Universidad San Pablo CEU», de modo que «juego en casa». A continuación, se ha preguntado: «¿Es Chesterton un modelo de santidad?», cuestión que no resulta nueva, pues la diócesis donde Chesterton había vivido abrió hace años una investigación con vistas a un posible proceso de canonización.

Se le achacaba antisemitismo, pero él criticó con mucha fuerza el nazismo

No obstante, en 2019 el obispo de aquella diócesis «emitió un dictamen contrario», si bien no pretendía ser un «juicio definitivo». «No se ven por el momento indicios», aducía aquel dictamen. Según Munilla, el primer motivo era que «no parecía que existiese devoción por parte de los fieles, ni fama de santidad para pedir favores». Este punto resulta más relevante de lo que cabría creerse: a Chesterton apenas le reza gente; y un cambio en este sentido podría alentar el comienzo de un proceso canónico. En segundo lugar, «no era fácil extraer un patrón de espiritualidad de Chesterton» a tenor de la documentación disponible. Aunque se lo caracteriza como apologeta y escritor, su vida espiritual no es conocida lo suficiente. En último lugar, «se le achacaba antisemitismo, pero él criticó con mucha fuerza el nazismo» y defendió una nación propia para los judíos en La Nueva Jerusalén (1920).

Chesterton era un laico inmerso en medio del mundo y que sabe disfrutar de él, lo cual no es óbice para su santidad

«Chesterton ha sido un instrumento de Dios para la conversión de muchísimas personas», asegura Munilla. Sobre todo, conversiones en el mundo anglosajón, y también gracias a Newman. «Dios se ha servido de Chesterton para obtener muchas conversiones», recalca el prelado, que define a este intelectual como «un laico inmerso en medio del mundo y que sabe disfrutar de él, lo cual no es óbice para su santidad». En este sentido, cita una frase de Chesterton: «Pinta, pipa y cruz pueden caber juntas».

Sobre la propia conversión de Chesterton, apunta Munilla: «ingresó en la Iglesia Católica cuando no existía parroquia en su ciudad», de modo que la ceremonia de su entrada en el catolicismo se celebró en el «salón de baile de un hotel», que fue una «capilla improvisada». En este punto, el obispo alude a la conversión de la esposa, unos años más tarde y cuando ya existía parroquia, la cual llevaba el nombre de santa Teresita de Lisieux. Según Munilla, «pesó mucho en Chesterton la figura de santa Teresita de Lisieux, porque él era un intelectual con alma de niño».

Es un mantra falso que Jesucristo excluyera la confrontación

Por otra parte, y centrándose en la faceta polemista y apologista de Chesterton, Munilla afirma que la «batalla cultural es un tema de actualidad». Porque «los católicos estamos llamados a participar en la batalla cultural», a pesar de que «en algunos ambientes se critica» so capa de «diálogo» y de pretendido «espíritu evangélico». Sin embargo, «es un mantra falso que Jesucristo excluyera la confrontación», puesto que el Nazareno se hallaba «en continua confrontación con los escribas, fariseos, Herodes…». «Jesucristo no fue moderador de pluralismos, sino maestro de la verdad», prosigue Munilla. En su opinión, este «mantra» constituye una manipulación «contra el Evangelio mismo», igual que manipulan —añade— el Concilio Vaticano II quienes aluden al «espíritu conciliar» para oponerse a los propios textos conciliares.

La mundanidad, junto con la carne y la desesperación son las tres formas con que batalla el Maligno

«Otra cosa es el estilo», apostilla el obispo, que insiste en que, según la Biblia, «la historia del mundo es una gran batalla: la batalla entre la Mujer y el Dragón». «La batalla cultural no es una batalla contra los demás, porque el enemigo es la mundanidad; un cristiano está en guerra contra la mundanidad», dice Munilla. La mundanidad, junto con «la carne y la desesperación» son las tres formas con que batalla el «Maligno». Así que, citando a san Pablo, recuerda: «no os amoldéis a este mundo», porque de lo que se trata es de adquirir criterio para seguir la voz de Dios. «Tengo que ser hijo de Dios, no hijo de mi tiempo», explica. Y añade: «Mi manera de juzgar ha de estar empapada del Evangelio». De modo que, antes que nada, es una «guerra interior, que se libra en el corazón».

Munilla parafrasea a san Agustín, para referirse a que «el mundo intenta seducir al cristiano mediante el halago, o bien lo persigue para amedrentarlo». Por tanto, «hay dos tipos de cristianos: los resistentes al espíritu del mundo, y los claudicantes». Munilla advierte de la «progresiva mundanización» como el mayor riesgo de nuestra época. Una mundanización que puede conducir «hacia la abierta apostasía».

«El cristianismo no es mera sabiduría humanizadora, sino que es un acontecimiento»

El obispo Munilla plantea cuatro «principios de la batalla cultural», empezando por la búsqueda de la verdad objetiva y la renuncia a la «doble verdad». En segundo lugar, «la confesión de la verdad tiene cuatro niveles: creer en esa verdad, vivirla, intentar transmitirla, y desenmascarar lo contrario a la verdad». No sólo se trata de creer y pretender ser coherente, sino «de rebatir lo que se opone a la verdad». Lo cual supone asumir una actitud apologética. En tercer lugar, Munilla dice que «el estilo de la batalla cultural es importante; la verdad y la caridad nunca han sido contrapuestas, sino que son las dos caras de la misma moneda». En este aspecto, ensalza el sentido del humor y deportividad de Chesterton en sus debates, y denuncia la desesperación y la falta de caridad como lastres para la batalla cultural. Frente al integrismo, Munilla cita a Chesterton: «la tradición es la transmisión del fuego, no la adoración de las cenizas». Por último, el prelado invita a «conjugar testimonio, diálogo, apología», pues «el cristianismo no es mera sabiduría humanizadora, sino que es un acontecimiento» que parte de la noción de que Dios se ha hecho hombre.

La verdad que Cristo predica es divertida y es coherente

Como colofón, Munilla ha insistido en que «la batalla cultural custodia valores, en primer lugar, creer en la verdad y amarla profundamente». Por eso, elogia de Chesterton su «honestidad intelectual», su «sincera búsqueda de la verdad», su «espíritu profético de anuncio y denuncia», y su equilibrio entre la defensa del sentido de la vida y la denuncia de la deriva de la inmoralidad. Además, Munilla ha mostrado su agradecimiento a intelectuales presentes en su charla, como José Ramón Ayllón o Enrique García–Máiquez: «personas de las me he servido para conocer a Chesterton». Y, dentro de sus últimas palabras, dice: «la verdad que Cristo predica es divertida y es coherente».

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