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Patrick Deneen

Patrick DeneenMatt Cashore

El Debate de las Ideas

El liberalismo en la picota: la crítica demoledora de Patrick Deneen

En los últimos años, el panorama político estadounidense ha sufrido una profunda sacudida. El auge del populismo, la polarización extrema y la crisis de las instituciones liberales han puesto en tela de juicio los cimientos del sistema. En este contexto turbulento, la voz del politólogo Patrick Deneen ha resonado con fuerza y ha ofrecido una crítica radical al liberalismo que ha captado la atención tanto de conservadores como de progresistas desencantados.

Deneen, profesor de la Universidad de Notre Dame, publicó en 2018 su obra más influyente: «¿Por qué ha fracasado el liberalismo?». El libro se convirtió en un éxito de ventas y generó un intenso debate intelectual. Su tesis central es tan provocadora como paradójica: el liberalismo ha fracasado justo porque ha triunfado. Según Deneen, el proyecto liberal ha cumplido sus promesas de libertad individual y prosperidad material, pero al hacerlo ha socavado los fundamentos morales y culturales que lo sostenían.

Anatomía de un fracaso

Para Deneen, el liberalismo no es solo una ideología política, sino una cosmovisión completa que ha moldeado la sociedad occidental durante siglos. Sus raíces se remontan a pensadores como Hobbes, Locke y los padres fundadores estadounidenses. El núcleo de esta visión es la idea del individuo autónomo, libre de ataduras tradicionales y capaz de elegir su propio destino.

Sin embargo, Deneen argumenta que esta concepción antropológica es defectuosa en su esencia. Al desligar al individuo de sus vínculos comunitarios y tradiciones, el liberalismo ha creado una sociedad atomizada y desarraigada. El resultado es una paradoja: cuanto más se expande la libertad individual, más dependientes nos volvemos del Estado y del mercado para satisfacer nuestras necesidades.

El autor señala cómo esta dinámica se manifiesta en diversos ámbitos. En la economía, la promesa de prosperidad generalizada ha dado paso a una desigualdad creciente y a la concentración del poder en grandes corporaciones. En la política, el ideal de autogobierno se ha visto socavado por una tecnocracia cada vez más alejada de los ciudadanos. En la cultura, la libertad de elección ha derivado en un relativismo moral que erosiona los valores compartidos.

Un ejemplo paradigmático de esta dinámica es la crisis de la familia tradicional. Deneen argumenta que el énfasis liberal en la autonomía individual ha debilitado los lazos familiares y ha convertido el matrimonio en un mero contrato privado. Esto, a su vez, ha generado una serie de problemas sociales que el Estado se ve obligado a abordar, de forma que expande así su alcance y poder.

La rebelión contra las élites liberales

Las ideas de Deneen han encontrado un terreno fértil en el actual clima político estadounidense. Su crítica al establishment liberal está en sintonía con el malestar de amplios sectores de la población que se sienten abandonados por el sistema. No es casualidad que figuras como el senador Josh Hawley o el vicepresidente electo J.D. Vance hayan abrazado de forma abierta sus planteamientos.

El auge del trumpismo puede interpretarse, en parte, como una reacción visceral contra el orden liberal que Deneen disecciona. La retórica anti-élites, el nacionalismo económico y el énfasis en los valores tradicionales encajan con su diagnóstico de una sociedad desgarrada por las contradicciones del liberalismo. Sin embargo, Deneen es cauto a la hora de abrazar estas manifestaciones populistas y advierte sobre los peligros de un «iliberalismo» reactivo.

La influencia de Deneen se extiende más allá de la derecha. Algunos pensadores de izquierda han encontrado en su obra puntos de convergencia con su propia crítica al neoliberalismo. La idea de que el individualismo extremo ha erosionado la solidaridad social enlaza con la preocupación de los sectores progresistas por la desigualdad.

Un ejemplo concreto de cómo las ideas de Deneen permean el debate político es la creciente atención a las «políticas de lugar». Tanto republicanos como demócratas exploran formas de revitalizar las comunidades locales y frenar el declive de la América rural, en línea con el énfasis de Deneen en la importancia de los vínculos comunitarios.

Hacia un conservadurismo postliberal

La propuesta de Deneen va más allá de la mera crítica. En su visión, es necesario construir una alternativa «postliberal» que recupere los elementos valiosos de la tradición conservadora. Esta nueva síntesis busca combinar la libertad individual con un fuerte sentido de responsabilidad comunitaria y un arraigo en las tradiciones culturales y religiosas.

Las influencias filosóficas de Deneen son diversas y eclécticas. Por un lado, bebe de la tradición del republicanismo clásico, con su énfasis en la virtud cívica y el autogobierno local. Por otro, se nutre del pensamiento social católico, en especial de la doctrina de la subsidiariedad. También se pueden rastrear ecos de Alasdair MacIntyre y de la crítica cultural de Christopher Lasch.

Un aspecto central de la propuesta de Deneen es la recuperación de las «artes de la asociación» que Tocqueville elogió en la América del siglo XIX. Esto implica fortalecer las instituciones intermedias entre el individuo y el Estado: familias, iglesias, asociaciones voluntarias, gobiernos locales. El objetivo es crear un tejido social denso que pueda resistir tanto al individualismo atomizador como al centralismo estatal.

En el plano económico, Deneen aboga por un modelo que combine elementos de libre mercado con una fuerte regulación orientada al bien común. Esto podría traducirse en políticas que favorezcan a las pequeñas empresas locales frente a las grandes corporaciones, o que promuevan formas de propiedad compartida y cooperativismo.

La visión de Deneen ha sido tachada de utópica por sus críticos. Algunos señalan la dificultad de revertir siglos de desarrollo liberal y la improbabilidad de que las élites renuncien de forma voluntaria a su poder. Otros advierten sobre los peligros de socavar las instituciones liberales sin tener una alternativa viable.

Sin embargo, el impacto de sus ideas en el debate intelectual y político es innegable. Deneen ha logrado articular un malestar profundo con el orden liberal que trasciende las divisiones partidistas tradicionales. Su invitación a repensar los fundamentos de nuestra organización social y política no deja indiferente en un momento de crisis y transformación.

El desafío ahora es traducir estas reflexiones teóricas en propuestas políticas concretas y viables. El camino hacia una sociedad postliberal, si es que tal cosa es posible, será sin duda largo y lleno de obstáculos. Pero el mérito de Deneen es haber abierto un espacio para imaginar alternativas más allá del horizonte liberal que ha dominado el pensamiento occidental durante siglos.

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