Fundado en 1910
Ludwig Wittgenstein

Ludwig WittgensteinWikipedia

El Debate de las Ideas

Lo malo de generalizar

Algunos usos frecuentes del lenguaje no solo van contra la verdad: además generan prejuicios cuando no odios

Wittgenstein, quizá el filósofo más interesante del siglo XX, afirmó que el lenguaje ejerce un cierto embrujo sobre el pensamiento. Más que «embrujo» lo que tiende el lenguaje son algunas trampas. Una de las más peligrosas, y de fatales consecuencias, es la de generalizar abusivamente.

Esa generalización está ya en el uso inapropiado de los artículos definidos y en plural: los, las. Ejemplos: «Los políticos son corruptos», «los hombres son violadores» ...

Si se usan esas expresiones se está faltando a la verdad. La verdad que es que algunos políticos han realizado prácticas de corrupción y algunos hombres han violado a otras personas. Ni si quiera se puede decir que «son corruptos» o «son violadores» en el sentido fuerte del verbo ser. Eso querría decir nada menos que son corruptos o violadores a nativitate y que nunca podrán dejar de serlo.

Otro modo de generalización abusiva usa la metonimia, es decir, tomar la parte por el todo. Cuando leí por primera vez, en boca de un catalán separatista que «España nos roba», me imaginé una larga hilera de españoles y españolas, de todas las edades, bebés, jóvenes, adultos y ancianos, entrando en Cataluña y saqueando a diestro y siniestra hasta no dejar ni una butifarra.

También algunos filósofos del pasado han incurrido en esa generalización abusiva. Por ejemplo, Auguste Comte es famoso por su ley de los tres estadios, según la cual la Humanidad habría atravesado por una etapa religiosa, otra filosófica y finalmente, la buena, científica. Comentado eso, Nietzsche apostilló: «¿También en Asia?»

O Schopenhauer, con un pesimismo tan poco realista que le hace concluir que el final de todo es nada. En la metáfora del vaso medio vacío o medio lleno Schopenhauer diría que ni lleno ni vacío; no hay ni siquiera vaso.

La realidad, si nos fijamos bien, es que el vaso está a la vez medio vacío y medio lleno, algo parecido al gato de Schröndinger, vivo y muerto a la vez. (Y es que hay mucho que aprender de la física cuántica). En la antigua cultura china ya se vio algo semejante, en el dúo del ying y yang. Y en un libro de la Biblia, el Eclesiastés, hay un famoso pasaje que muestra cómo «hay un tiempo para nacer y otro para morir; un tiempo para plantar y otro para arrancar las plantas. Hay un tiempo para matar y otro para sanar; un tiempo para destruir y otro para construir. Hay un tiempo para llorar y otro para reír; un tiempo para estar triste y otro para bailar de alegría.»

Hacerse con esa visión no generalizada de la propia vida y de la vida de los demás es una garantía de verdad y, por eso, de salud mental. Y entre sus beneficios está el de impedir el prejuicio, los odios tribales, la defensa a ultranza de identidades propias como si fueran las únicas en el mundo.

No es verdad, aunque lo escribiera Virgilio en el libro II de Eneida: «Accipe nunc Danaum insidias, et crimine ab uno disce omnes», escucha ahora la traición de los griegos, y de un crimen suyo aprende los de todos. No es verdad que basta conocer a uno para conocer a los demás, por la genética y metafísica razón de que no hay dos seres humanos iguales ni en sus genes ni en su entera conducta.

Tanto la vida social como la personal se parecen más bien a un caleidoscopio, con sus figuras cambiantes y sus indefinidas combinaciones. Si todos tenemos un denominador común, ser humanos, el numerador puede experimentar variaciones de todo tipo. Nada se repite, ni siquiera en los objetos artificiales, cada cosa es única en sí misma. Antonio Machado lo dijo en un breve y lúcido poema, de Proverbios y Cantares: «¿Dices que nada se pierde? /Si esta copa de cristal/se me rompe, nunca en ella beberé/, nunca jamás».

Si se aprendiera a controlarse en las expresiones del lenguaje, evitando la generalización abusiva, se habría impedido dos de las lacras que estropean la convivencia y hacen infeliz a muchas personas: el insulto y el odio. Hasta podría ser un undécimo mandamiento: «No generalizarás».

comentarios
tracking