Comienzan los fastos por el centenario de Ana María Matute y reeditan su Premio Nadal
El mundo de las letras se prepara para un 2025 de actos en recuerdo de la vida y obra de la genial escritora barcelonesa
Se suele repetir que Ana María Matute era una escritora para niños, una afirmación que ella siempre que rechazó.
El hecho de que el mundo de la infancia, y la temática fantasiosa de parte de su obra, constituyera un elemento central de su literatura y una preocupación personal, alimentó ese mito por parte de periodistas y críticos bienintencionados, pero que nunca comprendieron del todo la obra de la genial escritora barcelonesa de la que en este año 2025 se cumple el centenario de su nacimiento.
Ana María Matute forma parte de ese elenco de escritores que germinaron tras la Guerra Civil, junto con Carmen Laforet, Luis Martín Santos, Camilo José Cela, Ramón J. Sender, Max Aub, Torrente Ballester, Miguel Delibes, Sánchez Ferlosio, Juan Goytisolo, Torcuato Luca de Tena…
Una generación prodigiosa que, de forma inesperada y contundente, rescató las letras españolas tras la traumática ruptura cultural que supuso la Guerra Civil y escribieron una de las páginas más gloriosas de nuestra literatura (tal vez la última).
Ana María Matute ganó todos los grandes premios de la literatura española, incluidos el Premio Cervantes en 2010, el Planeta en 1954, el Nadal en 1959, el premio de la Crítica en 1958, el Premio Nacional de Literatura en 1959…, e incluso estuvo nominada al Premio Nobel de Literatura.
En definitiva, Ana María Matute es una de las grandes de nuestras letras recientes y de siempre, y, quizás, no ha recibido el reconocimiento que se merece, injustamente encasillada en el papel de «escritora para niños».
Ana María Matute no era una escritora para niños, aunque tenga narraciones perfectamente apropiados para los más pequeños (más una virtud que un defecto). Ana María Matute era una escritora completa, con un dominio absoluto de la lengua y de las técnicas narrativas, con una capacidad para emplear la fantasía y la invención como recursos narrativos que no solo no perjudican a su obra, sino que la potencia.
Su obra más recordad y alabada, Olvidado Rey Gudú, es quizás la novela responsable de este encasillamiento y, sin embargo, es una obra maestra de la novela española contemporánea. Una fábula medieval donde aúna la literatura de caballerías de la tradición española más absoluta, la literatura fantástica que triunfaba en Europa de la mano de Lewis o Tolkien con los cuentos de hadas de tradición germánica.
Fue una genial escritora, muy precoz. La novela por la que ganó el Planeta en 1954, Pequeño teatro, la había escrito con 17 años, aunque la presentó años después al premio.
Aranmanoth, Los soldados lloran de noche, Los Abel, Fiesta al Noroeste (por la que ganó el premio Café Gijón), Los hijos muertos o Primera memoria (por la que ganó el Nadal)…, la obra de Ana María Matute no tiene mancha. No hay obras menores en su literatura.
El mundo de la cultura y las letras se dispone a saldar la deuda pendiente con ella aprovechando la conmemoración del centenario de su nacimiento. La primera, la Editorial Destino, que ha reeditado Primera memoria y se dispone a hacer los mismo con otras de sus novelas a lo largo de los próximos meses. En marzo saldrá la reedición de Olvidado Rey Gudú.
El argumento de Primera memoria es simple: se trata de la historia de Matia, una niña que en la Guerra Civil se refugia en casa de su abuela en una isla que, aunque no se llega a señalar su nombre, suele identificarse con Mallorca.
La crueldad de la abuela, el despotismo de su primo Borja y un amargo aturdimiento por los ecos de la guerra que cruelmente se desarrolla en la península marcan la infancia de Matia en un momento en que descubre el paso de la infancia a la adolescencia.
La sede madrileña del Instituto Cervantes se ha volcado también en la conmemoración del centenario de Ana María Matute con una exposición en la que, por medio de textos originales (algunos inéditos) entre los que hay fotografías y manuscritos, y, con la libreta manuscrita original de Pequeño teatro que la escritora presentó a la editorial como pieza central, busca ser la muestra de referencia de este centenario.
Sin embargo, la pieza más emotiva de esta exposición es la última hoja escrita de su novela inacabada (publicada de forma póstuma) Demonios familiares, que quedó insertada en su máquina de escribir con una criatura marina varada en la playa infinita de la creatividad de una escritora excepcional.