Albares y el Cervantes convierten el depósito del legado de Azaña en una 'canonización laica' republicana
El Instituto Cervantes recibió el legado «in memoriam» de Manuel Azaña en la Caja de las Letras
Manuel Azaña, expresidente del Consejo de Ministros y expresidente de la República durante la Segunda República fue un gran intelectual, un escritor destacable y un político nefasto que alimentó el odio entre españoles, promovió la polarización por motivos políticos y agitó el avispero de la Guerra Civil para condenar al ostracismos a unos partidos de derecha a los que pretendía impedir el acceso legítimo al gobierno.
Solo por ello, la figura de Manuel Azaña debería estudiarse desde un punto de vista crítico, como ejemplo de lo que no debe ser un gobernante.
En el mundo al revés de la España sanchista, sin embargo, Manuel Azaña acaba de ser elevado a los «altares laicos» del santoral izquierdista.
La ceremonia de «canonización laica» ha tenido lugar este viernes en el Instituto Cervantes donde el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, y el izquierdista director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, actuaron de sumos sacerdotes para depositar el legado literario del expresidente de la República en la Caja de las Letras en el contexto de 145 aniversario del nacimiento de Azaña.
Los discursos elogiosos de Albares y Montero han consistido en una sucesión de hiperbólicas alabanzas, glorificación sin crítica de la figura de Azaña e imposición de su labor como patrimonio obligatorio de todos los españoles. Azaña prácticamente ha sido elevado a padre de la patria y, poco más, se le ha situado como máximo responsable de que España hoy sea una democracia.
«Qué acto más bonito acabamos de vivir», comenzó su discurso un derretido Albares tras haber depositado varios documentos manuscritos de Azaña en la Caja de las Letras del Cervantes.
Para Albares, Azaña («don Manuel», se corrigió), se ha convertido «en una referencia universal para todos nosotros».
La elegía dedicada por Albares a Azaña rozó la vergüenza ajena cuando, en un arrebato de emoción, afirmó poéticamente que Azaña «es una de esas personas, cuya vida y cuyos textos tienen, siguen teniendo, la capacidad de hacer sonar las cuerdas del alma a cualquiera que nos acerquemos a sus libros, a sus artículos, a sus conferencias».
Pero el momento apoteósico de Albares llegó cuando afirmó que Azaña ilumina «hasta la democracia que vivimos hoy en día».
En ese sentido vio muy necesario rendir homenaje «al hombre, al estadista, al escritor, al referente para millones de españoles que defendieron la libertad y la democracia frente a la tiranía, frente a la intolerancia y frente a la violencia».
«Con él también rendimos homenaje a unos valores, a esos valores tan suyos: la defensa de la libertad, de la democracia, de la justicia social, que hoy son ya los de la inmensa mayoría de los españoles», aseguró.
Aseguró Albares que, con Azaña, «creímos que es posible una España abierta y tolerante, que es posible la justicia social, que es posible un país plural y avanzado, y por eso volvemos sin cesar a él tan frecuentemente, porque nos reenvía lo mejor de España».
«Con él nos convencimos de que la palabra y la razón son las únicas herramientas legítimas de la política y sobre esos valores hemos construido cuatro décadas después nuestra democracia y el mayor período de paz, de progreso y de libertad de la historia de España», una aseveración que, como mínimo, resulta curiosa dedicada a un político que se sirvió del enfrentamiento entre españoles para afianzarse en el poder.
Con todo, para Albares Azaña es «una de las grandes figuras del pensamiento español y también de la historia de nuestra democracia».
«Los actos que el Instituto Cervantes está dedicando a Manuel Azaña son un ejercicio imprescindible, imprescindible de memoria, pero imprescindible de salud democrática, de un pueblo hablando consigo mismo en un momento en que aquellos valores que tanto defendió Azaña se ven atacados y en que la propia memoria democrática es cuestionada por el extremismo», aseguró.
Terminó su discurso el ministro de Exteriores situando a Azaña como principal autor de la democracia española y es que, para Albares, sobre los valores de Azaña «levantamos hoy nuestra democracia y el mayor período de libertad y progreso de la historia de España».
En la misma línea se expresó el director del Instituto Cervantes, el izquierdista Luis García Montero quien, en un notable ejercicio de equilibrismo retórico, estableció un vínculo directo entre la sectaria Constitución republicana de 1931 y la actual Constitución Española de 1978, incluyendo a Azaña poco más que como padre de la Constitución.
«Estoy seguro de que don Manuel, después de recordar el principio de la Constitución republicana española de 1931, ‘España es una República democrática de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de libertad y de justicia’, se sentiría muy orgulloso de poder leer en alto el primer artículo de la constitución española de 1978: ‘España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político’», subrayó.
Aseguró también que «si hoy, en vez paz, piedad, perdón, podemos reivindicar paz, concordia e igualdad es porque hemos sabido heredar la mirada, el compromiso histórico de personas como Manuel Azaña».
Insistió en que España es hoy «heredera del pensamiento de Manuel Azaña» y afirmó que la herencia de Azaña «nos ha permitido desde la memoria transformar la sociedad española, convertirnos en un referente democrático en el mundo y sentirnos orgullosos del país en el que vivimos».