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Emilio Ablanedo, autor de Historias de Estados UnidosValentina Yusty

Entrevista a Emilio Ablanedo, autor de 'Historias de Estados Unidos'

«Los estadounidenses celebran en el aniversario de Gettysburg solo lo que les une y no lo que les separa»

El escritor afirma que al otro lado del Atlántico tienen mucho más asumida su historia popular que en España

«Los estadounidenses sienten la historia y son conscientes de que están haciendo historia ahora», señala Emilio Ablanedo, autor del libro Historias de Estados Unidos, país que conoce con mucho detalle y que se encuentra repleto de paradojas y contradicciones.

«Los estadounidenses sienten la historia y son conscientes de que están haciendo historia ahora», señala Emilio Ablanedo, autor del libro Historias de Estados Unidos. ¿Qué es Estados Unidos? ¿El país de Donald Trump o el de Kamala Harris? ¿El país donde nació Amazon y donde la NASA ha optado por contratar los servicios espaciales de Elon Musk y de Jeff Bezos, o el país de la histeria «woke»?

¿El país de Lincoln, la «ley seca» y las sectas protestantes, o el país de Kennedy, las drogas de diseño y la industria de las hamburguesas y los refrescos azucarados? ¿El país donde Mel Gibson produce sus películas, o donde Disney ha pretendido inundar todo de personajes LGTB?

Cubierta de Historias de Estados Unidos de Emilio Ablanedo

Emilio Ablanedo, asturiano afincado en Madrid, habla de ello en varios de sus libros. El más reciente, Historias de Estados Unidos, es fruto de un viaje familiar que realizó por diferentes parajes de la costa este repletos de estampas de su cultura popular, desde la proclamación de independencia y el legado español —desde Bernardo de Gálvez, que da nombre a la ciudad de Galveston y que es uno de los ocho «estadounidenses honorarios» (junto a Churchill o la Madre Teresa de Calcuta), hasta la liberación de esclavos negros cuando Florida era española—, hasta la segregación racial y la mafia.

Ha sido profesor en la Universidad de Barcelona durante doce años y subdelegado del Gobierno en Barcelona y Tarragona entre 2012 y 2018. De la Cataluña de Puigdemont a la Groenlandia que ambiciona el presidente Trump.

— ¿Tienen en Estados Unidos muy asumida su historia popular con apenas tres o cuatro siglos de existencia del país, más que nosotros la nuestra?

— Sí, mucho más. Estados Unidos ha tenido una historia muy breve. Llevan tres siglos, cuatro siglos como mucho, si nos remontamos a los primeros asentamientos en Virginia y Massachusetts. Pero han sido unos años trepidantes. Tienen la historia a flor de piel. Sienten la historia y son conscientes de que están haciendo historia ahora. Esto se aprecia en cómo preservan los objetos que ellos piensan que van a tener rápidamente una dimensión histórica. Uno se va a los museos, como el National Mall en Washington o el Museo de la Guerra Civil en Richmond, y se encuentra piezas absolutamente inmaculadas. ¿Por qué? Porque fueron preservadas inmediatamente después de haber ocurrido los acontecimientos que protagonizaron. Es el sentir profundo que el estadounidense medio tiene de que está haciendo lo que España hizo en el siglo XVI. Se ve, por ejemplo, en Gettysburg, donde se libró la batalla más importante de la Guerra Civil, y que se ha convertido en un centro de reconciliación entre todos los estadounidenses y en un centro de peregrinación laico adonde cada año acuden cientos de miles de estadounidenses con sus hijos para conmemorar el valor que allí ejemplificaron sus antepasados y también para conmemorar la unidad, no lo que les separa.

Parece que nuestro cine está rodado por nuestros enemigos para vituperarnos

— En este libro hay muchas referencias a la cultura popular: canciones, versos, libros, películas. ¿Esa referencia a la realidad histórica del país nosotros la tenemos asimilada en nuestro cine o nos falta mucho?

— Nos falta mucho. El español medio tiene con su historia una relación distinta a la que pueda tener el estadounidense medio. Hemos pasado de la exaltación franquista de la historia, desde una perspectiva épica o imperial, a todo lo contrario, a un desdén profundo por nuestra historia. Nuestro cine refleja la falta de autoestima colectiva del país; por ejemplo, la película de los últimos de Filipinas de hace unos años. ¿Qué ocurriría si los últimos de Filipinas hubieran sido americanos? ¿O qué ocurriría si los estadounidenses hubieran tenido a un tipo tan formidable como era mi paisano Pedro Menéndez de Avilés? Un hombre que ya desde muy jovencito limpió de corsarios el mar Cantábrico, entró en el puerto enemigo de La Rochelle, mató con sus propias manos al capitán corsario enemigo y liberó a cinco barcos españoles. Imaginémonos qué grandes películas harían los estadounidenses si tuvieran estas figuras. Parece que nuestro cine está rodado por nuestros enemigos para vituperarnos.

Los Estados Unidos son quizá el único país del mundo que se fundó en torno a una filosofía política, que es el liberalismo

— Estados Unidos es el país de la libertad, pero también de la esclavitud y luego un siglo de segregación racial. ¿Cómo se viven esos contrastes y paradojas?

— Thomas Jefferson, que era un importante esclavista y que tuvo descendientes con una de sus esclavas, definía la esclavitud como tener un lobo agarrado por las orejas. Reconocía que la esclavitud era algo que entraba en íntima contradicción con los valores fundacionales de los Estados Unidos, pero al mismo tiempo era muy difícil liberarse de esa esclavitud. Lo que hemos de tener bien claro es que, a diferencia de los países europeos que están fundados sobre una etnia, una religión, una lengua común, los Estados Unidos son quizá el único país del mundo que se fundó en torno a una filosofía política, que es el liberalismo. Por eso son tan recelosos ante cualquier tipo de medida que consideren que es un intervencionismo del Estado. Llevan esa alma de los pioneros en su propia esencia constitutiva. La independencia de las Trece colonias se produce cuando el Reino Unido pretende hacer valer su capacidad tributaria impositiva en aquellas tierras. Este sentido individual y de libertad y de autonomía es lo que subyace en la mentalidad del estadounidense medio. Y por eso, como se ve con el esclavismo y la segregación racial, estos principios fundacionales siempre han entrado en profunda contradicción.

Estados Unidos es un país tremendamente plural, y por eso no lo comprendemos adecuadamente, porque muchas veces la idea que nos viene a los europeos de los Estados Unidos es la idea que transmiten sus élites

— También es el país del puritanismo, la ley seca y la oleada «woke».

— Es un país tremendamente plural, y por eso no lo comprendemos adecuadamente, porque muchas veces la idea que nos viene a los europeos de los Estados Unidos es la idea que transmiten sus élites, que tienen la propiedad de los grandes medios de comunicación, y que están asentadas en Nueva Inglaterra, en Nueva York, en Atlanta y en California. Nos transmiten quizá una imagen que no se corresponde con el estadounidense medio, que es un hombre mucho más religioso que el europeo medio. Por otro lado, también hay una gran influencia del calvinismo desde su fundación. La impronta calvinista ha marcado al estadounidense medio. Se evidencia, por ejemplo, en la caza de brujas de Salem, porque la forma que tenían los calvinistas de exteriorizar la virtud, debido a su concepto de predestinación, era acusando a los demás de no virtuosos. Y hay quien dice que pensamiento woke se alimenta de esta dinámica de demostrar siempre la virtud pública, y acusando a los demás de ser unos pecadores.

Estados Unidos se encuentra en una situación de inflexión que, en cierto modo, también comparte con Europa. Hay una gran desconfianza hacia las instituciones

— ¿Hay ahora un cambio profundo en Estados Unidos, no solo mediante la persona de Trump, sino debido a Jeff Bezos, o Elon Musk?

— Estamos entrando en un cambio profundo. No es anecdótico lo que está sucediendo en Estados Unidos ni lo que está pasando en el resto del mundo. Estados Unidos se encuentra en una situación de inflexión que, en cierto modo, también comparte con Europa. Hay una gran desconfianza hacia las instituciones. Hay una gran polarización. Quizá porque se tiene la sensación de haber llegado a un fin de ciclo. Influyen factores muy variados: desde la estructuración de los distritos electorales para favorecer a un determinado partido, hasta las redes sociales, el impacto de la globalización, la gran crisis del automóvil, la crisis de 2008, la epidemia del COVID, la inflación… Los cambios que están viniendo van a ser permanentes. De una forma más imperceptible, en Europa se está empezando a ver también un cambio psicológico y cultural, no solo político, y creo que viene para quedarse.

Groenlandia es una auténtica joya que los estadounidenses no van a dejar escapar así como así

— ¿Canadá y Groenlandia se van a integrar en Estados Unidos?

— [Se ríe] Lo veo difícil, y ya lo intentaron seriamente. En la guerra de 1812, hubo varios intentos de invasión estadounidense. Indudablemente, la influencia política y económica estadounidense se harán sentir con mucha más fuerza, particularmente en Groenlandia, porque Groenlandia es una perita en dulce. Groenlandia es una auténtica joya que los estadounidenses no van a dejar escapar así como así.