
Con Gaudí en Cataluña
El Debate de las Ideas
Gaudí, el puente secreto entre España y Japón
Un libro sobre el cineasta japonés Hiroshi Teshigahara evidencia los fuertes lazos entre los dos países, con el arquitecto de Reus, Dalí y el flamenco como focos
Sabíamos que el flamenco une a españoles y japoneses más de lo que podíamos imaginar, hasta el punto de que en el país nipón hay más academias de este baile que en España, pero no es el único puente de conexión. Un reciente ensayo sobre el cineasta japonés Hiroshi Teshigahara, a cargo del experto Antonio Santos, nos permite descubrir el papel esencial que el arquitecto Antoni Gaudí juega en el país del sol naciente.
«Siempre que visito Japón me quedo muy sorprendido al ver la cantidad de edificios y de elementos de mobiliario que responden a diseños propios de Gaudí», explica Santos, que como experto en cine japonés -ha escrito monografías de Yasujiro Ozu y Kenji Mizoguchi- ha recorrido el país durante las últimas décadas. Y, en los últimos años, en dos ocasiones, becado por la Japan Foundation, para preparar su libro ‘Jardines de piedra. Hiroshi Teshigahara (Shangrila)’.
Sólo a muestra de ejemplo, recuerda que al visitar un museo de tejidos de seda descubrió que estaba diseñado exactamente igual que la sala hipóstila del Parque Güell. Y cuando estuvo en Yokohama, viendo una exposición dedicada a Ozu en el centenario de su nacimiento, se encontró con varias fuentes que estaban hechas con el trencadís característico de Gaudí, con su peculiar forma de decoración de azulejo realizada a partir de pequeños fragmentos. «Tanto en Tokyo como en Kyoto e incluso en ciudades costeras, me he encontrado bancos que están hechos en formas onduladas, a semejanza de Gaudí». Y en las agencias de viaje de Japón, la publicidad de España como destino turístico tiene a la Sagrada Familia y Gaudí de protagonistas. Por si fuera poco, en las visitas que ha realizado en los últimos años siempre se ha encontrado con exposiciones en torno al arquitecto del Parque Güell.

En la colonia Güell
«Cuando descubrí la Casa Milá, en el centro de Barcelona, me quedé sin aliento temporalmente; me sentía desconcertado. Compuesto por curvas que recuerdan el movimiento de las olas (…) la entrada recuerda el acceso a una cueva profunda. La sobrecogedora azotea del sexto piso está compuesta de caras distorsionadas y sorprendentes. El edificio habla como una escultura. Nada que ver con el funcionalismo posterior a Le Corbusier», declararía Teshigahara en relación con su admiración por Gaudí.
Santos está convencido de que la obra del arquitecto fue para el realizador japonés «una auténtica epifanía artística» que impulsó su vocación cinematográfica y creadora. «Sus obras», reconoció Teshigahara, «me permitieron comprender que los límites entre las artes son insignificantes, que el mundo en el que estaba viviendo aún me ofrecía una enorme cantidad de posibilidades».
Pero su atracción por Gaudí no surgió de la nada. Tanto su padre, maestro del arte floral ikebana, como él mismo, ya eran admiradores del catalán antes de viajar a España por primera vez en el marco de una gira internacional. De hecho, esa pasión, y el afán por ver sus obras en directo, determinó que su escala fuera en Barcelona, y no en ningún otro lugar.
Para entender el origen de la fascinación japonesa por Gaudí hay que recordar brevemente al arquitecto Kenji Imai, que vino a España en el año 1926. Su objetivo era conocer personalmente al artista de Reus, pero fatalmente no lo logró porque llegó una semana después de que a Gaudí le atropellara un tranvía. Sin embargo, Kenji Imai se quedó en España y estudió la obra de Gaudí con sus discípulos. Y luego, ya de vuelta a Japón, fue su principal embajador.
En Nagasaki, Imai, que se había convertido al catolicismo, realizó un museo y una iglesia dedicada a los 26 mártires cristianos cuya historia recordó Martin Scorsese en su célebre película ‘Silencio’. Y en ese templo utilizó el trencadís gaudiniano. «Sorprendente y además muy bello», confirma Antonio Santos, quien asegura que se podría escribir un tratado muy extenso sobre el porqué de la fascinación de los japoneses por unas formas que están tan alejadas, al menos en apariencia, de su propia cultura. O, como mínimo, de su arquitectura, tan lineal, despojada y minimalista.
«Arata Isozaki, que además de un gran arquitecto, es un hombre inteligentísimo, considera que es una fascinación por todo aquello de lo que los japoneses carecen», opina Santos. «La arquitectura japonesa es completamente limpia y desornamentada y ha fascinado a todos los arquitectos contemporáneos, desde Mies van der Rohe a Frank Lloyd Wright, precisamente por eso. Gaudí aportaría todo ese abigarramiento, ese barroquismo, ese juego con excesos y fantasías, que puede resultar tan fascinante».

Hiroshi y Sofu Teshigahara en España 1959
Pero a esta conexión por contraste habría que añadir otra por afinidad: el arte de Gaudí no sólo está inspirado en la naturaleza, sino que la expresa en sus formas onduladas y sorprendentes. Y si hay algo que define la cultura japonesa es su marcadísima relación con el mundo natural. Una proximidad que se expresa en artes como el ikebana, ya citado, pero también en los jardines de piedra, disciplina que también cultivó el propio Teshigahara.
«Gaudí se inspiraba en la naturaleza. ‘Ese árbol que ahí veis, ése es mi maestro’, decía. También se trata de que el arte vaya más allá del arte, que sea una vía de exploración, de conocimiento de aquello que está más allá de la experiencia humana: lo trascendente, lo inefable, lo que no se puede describir con palabras», explica el crítico español. «Una experiencia religiosa para algunos, pero fundamentalmente espiritual en el caso de Teshigahara, quien ve que más allá de la piedra hay una conexión con lo trascendente, con lo sagrado, con lo que está más allá de la experiencia humana». Esta dimensión se aprecia claramente en un templo como la Sagrada Familia, pero también en sus otras obras civiles.
Si España y Japón son dos países unidos por lazos que se entrecruzan, Teshigahara sería un ejemplo superlativo de esa conexión. En su caso hay que añadir la fascinación por Salvador Dalí, cuya casa en Port Lligat pudo visitar durante su viaje de 1959. Pero, asimismo, Luis Buñuel, un cineasta cuyas huellas están presentes en la obra del director japonés.
Pese a toda esta red de conexiones, Teshigahara es poco conocido en España, o lo era al menos hasta que el festival de cine de San Sebastián le dedicó una amplia retrospectiva en su edición de 2023. «¿Por qué es desconocido?», se pregunta Santos. «Es que hay muchos directores y artistas importantes que no son conocidos en España, y eso muestra también nuestra debilidad cultural, o nuestra falta de atención. Sinceramente no lo entiendo, porque Teshigahara es un artista muy próximo. Él siempre decía que España era su país favorito, donde le gustaría perderse». Entretanto, nosotros podemos perdernos en su obra a través de la completísima y rigurosa monografía editada por Shangrila.