
Descartes pidió a sus lectores que diseccionasen un corazón para poder analizar su interior
La teoría filosófica de Descartes que surgió del corazón de una vaca
La visión cartesiana del mundo natural, los animales y hasta del hombre quedan resumidos en un ejercicio de disección y anatomía
Una y otra vez se suele apelar al asombro como motor de la filosofía. Esa capacidad humana de admirarse ante lo que ve es el paso previo al interés por conocerlo a fondo y, en definitiva, cuestionarse la propia realidad. Más allá de definiciones etéreas, la propia historia del pensamiento nos ofrece ejemplos concretos de cómo esa fascinación ha propiciado grandes reflexiones.
En esta ocasión nos vamos a centrar en el caso de René Descartes. El francés puso por escrito en el Discurso del método sus esfuerzos por encontrar la manera de alcanzar verdades de las que no se pudieran dudar. Aunque el famoso «yo pienso, luego soy» eclipsa en muchas ocasiones el resto de la obra, el texto cartesiano se iguala a algunos diálogos platónicos en cuanto a «profundidad y en variedad de intereses y sugestiones», en palabras de Manuel García Morente.
La quinta parte del Discurso la dedicó Descartes a explicar la forma en la que él entendía que se comportaba la materia. Más allá de la res cogitans (sustancia pensante) que se asocia con el alma del hombre, los cuerpos inanimados, las plantas, los animales y hasta la parte «física» del ser humano son comparables a una máquina. Para el francés, como resume el pensador español antes citado, «todos los fenómenos que no sean de pensamiento pueden explicarse mecánicamente».
Esta teoría es conocida como mecanicismo y, en el caso del filósofo racionalista, se sostienen en unas «leyes de la naturaleza» que tienen su principio en las «infinitas perfecciones de Dios». Esta alusión a la divinidad no evitó los problemas con la Iglesia de su tiempo, que llegó a incluir sus obras en el Índice de libros prohibidos.El corazón, una máquina perfecta
El mecanicismo cartesiano es complejo y adquiere nuevos matices cuando se enfrenta al problema del hombre. El francés encontrará en la glándula pineal del cerebro la vaga explicación del dualismo exagerado que plantea y la absoluta diferencia entre el cuerpo y el alma humana. Esta imponente construcción filosófica parte en el Discurso del método de la simple, pero minuciosa explicación de la forma en la que funciona el corazón «de un animal grande».
Descartes, en pleno siglo XVII, pidió a sus lectores que diseccionasen este órgano para poder analizar su interior, entender sus movimientos y comprender mejor su propuesta. Esa quinta parte del Discurso se detiene en cada concavidad, arteria y «puertecita» que de forma sincronizada actúa para que la sangre circule a través de todo el cuerpo. El pensador justifica cada movimiento cardiaco en base a unas «reglas de los mecanismos» y concluye comparando todo el proceso con el de un reloj.
Como demuestra el caso de Descartes, y al contrario de lo que pudiera parecer, los avances científicos no suponen una limitación para la reflexión filosófica. Más bien al contrario, si el asombro consigue mover nuestra razón, las maravillas contemporáneas no se observarán con pasividad sino con el interés de aquel que busca y se pregunta por la radicalidad de la realidad. Solo de este modo un corazón de vaca puede convertirse en el origen de un camino que termina en lo más profundo del alma humana.