
Lorenzo Silva en Illescas (Toledo)
Lorenzo Silva: «España no es generosa con los guardias civiles, que se juegan la vida por sus conciudadanos»
El escritor critica que todavía en nuestro país tanto «los guardias civiles como los policías y militares, siguen sin estar considerados como profesión de riesgo»
En un día nublado de marzo, El Debate se traslada al cuartel de la Benemérita en Illescas, Toledo, para conocer de cerca uno de los principales escenarios de Las fuerzas contrarias, la nueva entrega de la saga de Bevilacqua y Chamorro, creada por Lorenzo Silva: «Los puestos rurales son los ojos y oídos de la Guardia Civil, la columna vertebral del cuerpo. Desde aquí se gestiona todo», advierte el escritor.
Han pasado 30 años desde la creación de Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro, la pareja de guardias civiles protagonistas de la serie de libros que catapultaron a Silva al éxito. Sin embargo, lejos de considerar que estos personajes han sido un obstáculo para explorar otros caminos más allá de la ficción criminal, el autor confiesa que ha sucedido justo lo contrario: «Bevilacqua y Chamorro me han dado la libertad para transitar otros caminos. Mi gratitud es máxima. Siento que son 30 años en compañía de dos de los mejores amigos que me ha traído la vida». Amigos que, aunque imaginarios, han sido «muy propicios y favorables para mi existencia y mi oficio como escritor».

Las fuerzas contrarias de Lorenzo Silva
Crímenes durante la pandemia
En esta ocasión los dos miembros de la UCO (Unidad Central Operativa del servicio de la Policía Judicial de la Benemérita) se enfrentarán a uno de los mayores retos de su carrera: el esclarecimiento simultáneo de dos muertes en el momento más crítico que ha vivido nuestra sociedad en las últimas décadas: la pandemia de la Covid.
«El impacto de la pandemia fue transformador para todos», explica. Por ello, a través de esta novela, Silva no solo ha querido reflejar el impacto de la Covid «en la vida de los personajes, en las investigaciones criminales o cómo la pandemia sirve un poco de paraguas o de manto para encubrir la acción criminal», sino también «cómo a una escala más grande, la pandemia reveló una serie de fracturas que ya existían en nuestra sociedad y de las que no éramos conscientes».Una de las grandes lecciones que nos dejó la pandemia fue darnos cuenta de que «no estábamos cuidando bien los unos de los otros y descubrimos el valor de cuidar». Este aspecto se refleja en la novela a través del nombre de una de las víctimas: Caridad, que, como puntualiza Silva, significa «cuidar» y no solo «compasión».

Lorenzo Silva
Las fuerzas contrarias nace, pues, de una de las experiencias del confinamiento: la certificación de muertes desde el portal de la vivienda donde se encontraba el cadáver, es decir, sin ver ni examinar los cuerpos. Aquel dato le dio la idea para elaborar un crimen perfecto: «¿Qué mejor momento para cometer un crimen que cuando la muerte galopa desbocada por las calles?».
Y es que, a lo largo de estas tres décadas, las víctimas no han sido solo un punto de partida narrativo, sino rostros e historias que han permitido al autor profundizar en los avatares de la historia y en el trasfondo social que va más allá del contexto en el que suceden los acontecimientos.
«Aquí, siempre que pasa una calamidad se trata de buscar un tonto al que podamos colgarle el muerto y el resto exonerarnos, pero todos fracasamos ante una amenaza identificada», apostilla. Y cita el informe de estrategia de seguridad nacional del año 2011, en el que, según indica, «ya se hablaba de pandemias, enfermedades respiratorias graves y de la necesidad de contar con recursos para hacer frente a amenazas de este tipo. Pero, en los siguientes nueve años, ni siquiera teníamos mascarillas», sentencia Silva.
Esta y otra serie de «desajustes» con las que se encontró la sociedad están reflejadas en el título. «Bevilacqua, Chamorro y sus compañeros de la UCO y de Illescas no solo luchan contra esa fuerza contraria que representan los criminales. También combaten las carencias del propio sistema para el que trabajan y de la sociedad en la que viven y, además, enfrentan las dificultades que existen entre sus ciudadanos. Por ejemplo, las distancias y las grietas que se han abierto entre jóvenes y mayores, que afloraron durante la pandemia y siguen haciéndolo».
«Hay algo de quijotesco en su labor»
Durante la presentación de la 14. ª entrega de esta pareja de guardias civiles, Silva revela la conexión cervantina de Illescas, el género de ficción y criminal y su proceso de creación. «Por aquí [Illescas] pasó Cervantes unas cuantas veces y para mí recordarlo es casi obligado, porque hace 30 años yo tenía en la cabeza a la hora de crear esos personajes [Bevilacqua y Chamorro] muchas cosas, pero una de ellas era que iba a escribir una historia de caballeros andantes del siglo XX que han pasado al siglo XXI», comenta.

Lorenzo Silva
«Hay algo de ese quijotismo y de esa andante caballería en la labor de los guardias civiles. Quien quiera constatarlo con más profundidad no tiene más que leer la cartilla de la Guardia Civil, que, entre otras cosas, dice que 'el guardia civil será un pronóstico feliz para el afligido'. Si eso no es una divisa de caballero andante, no sé muy bien qué lo es».
Es más, para el autor de Las fuerzas contrarias en Cervantes se encuentran «los comienzos de la ficción criminal española». Más en concreto en El casamiento engañoso, El coloquio de los perros y La fuerza de la sangre: «Son historias que tienen que ver con los abusos criminales de unas personas sobre otras, con la descripción de cómo esos abusos se producen e incluso en ‘La fuerza de la sangre’ tenemos la primera detective de la literatura española».
En resumidas cuentas, «en estas novelas están algunas de las ideas que inspiran no solo la ficción criminal clásica, sino también la que podríamos hacer en estos tiempos», señala Silva. En estas raíces cervantinas, concibe a Bevilacqua y Chamorro como si del Quijote y Sancho se tratara: «Son como esa pareja que forman el Quijote y Sancho Panza: dos compañeros de fatigas, pero también dos inspiradores recíprocos. Don Quijote se 'sanchiza' y Sancho se 'quijotiza' a lo largo de la historia, y aquí [en sus novelas] ocurre algo muy parecido. Esa deuda no se oculta, no es clandestina ni secreta, sino absolutamente explícita».
«Los nombres de personajes de ficción uno los elige por una serie de razones», apunta ante los periodistas. «En este caso hay una razón muy concreta para que uno de los guardias del equipo del Policía Judicial del puesto de Illescas se llame Víctor Caballero». Así se llamaba un guardia civil que murió en Teruel en enfrentamiento con un delincuente armado muy peligroso. «Su hermano, en un acto, me pidió que en homenaje a su hermano podía hacer que un guardia se llamase así y le dije que lo haría, que por supuesto lo haría. Y por eso este personaje se llama Víctor Caballero», confiesa el escritor.
«Lo digo también para recordar que, hoy en día los guardias civiles, como los policías, como los militares, siguen sin estar considerados como profesión de riesgo en nuestro país. Nuestro país que está siendo muy generoso con otros, no está siendo generoso con los que se la juegan por sus conciudadanos. Y la presencia de este Víctor Caballero de ficción, es un recuerdo a ese Víctor Caballero de carne y hueso. Es un recordatorio de una pequeña asignatura pendiente que tiene esta sociedad», concluye.