Antonio Machado estableció un profundo vínculo con Castilla y, en particular, con Soria, con sus campos, con su tierra a veces fértil, a veces yerma, con sus gentes gallardas, rudas y orgullosas… El poeta sevillano plasmó el alma castellana como nadie en su libro Campos de Castilla, donde canta no solo a los hombres castellanos, sino también a una España a la búsqueda de su identidad y su destino; donde lo popular, que no lo folclórico, se entremezcla con lo universal y lo eterno, como un espejismo lírico con ecos de un heroico pasado del que no queda más que una sombra.